Capítulo 31

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Sentía el procesador embotado por la pérdida de Energion.

El poco que le quedaba en su sistema hervía de rabia ante lo sucedido, ante la humillación, ante la burla de sus hermanos, ante la cólera de su maestro.

Primero le hacían acudir a esa maldita ciudad para destruirla, algo sin sentido a su parecer, ya que la ciudad se caía a pedazos por sí sola, pero encima, una vez allí, sufría la mayor humillación de su vida.

Todavía tenía las burlas y cometarios despectivos de sus hermanos y hermanas resonando en el fondo de su procesador. Todos se pensaban que aquellas heridas era porque la femme le había cautivado con sus bonitos ópticos azules.

Nada más lejos de la realidad. Seguía dándole vueltas, ¿cómo había podido engañarlo con tanta facilidad? Repasaba la pelea en su mente a todas horas, y aún sabiendo que era una treta, seguía sin ser capaz de donde estaba el engaño. Su forma de moverse, sus gestos. Era todo real, el cansancio, el dolor, la falta de rapidez. No podía detectar ni un solo fallo en su actuación.

No había detectado nada hasta que ella había cambiado su conducta radicalmente y le había sonreído antes de atravesarle la pierna.

Tenía esa sonrisa burlona y descarada grabada a fuego en el procesador.

Jamás se olvidaría de esa cara: ópticos zafiro, faz plateada, casco azul oscuro y antenas color púrpura, acompañadas de un cuerpo ligero que escondía mucha más fuerza de lo que aparentaba.

¿Cómo era posible?

¿Cómo una simple femme había podido...?

A no ser que...

No. No, no era posible. Su maestro se había encargado de ello.

Tenía que encontrarla y hacerla pagar, pedirle respuestas sobre su extraña fortaleza, sobre la facilidad con la que fingía y cambiaba su forma de moverse. Cómo había podido engañarlo.

La pierna le falló y cayó al suelo con un gruñido. El impacto le subió hasta el costado, donde tenía la segunda herida.

Ambas heridas ardían como el metal derretido cuando se incorporó con un bufido.

De nuevo pensó en ella.

No iba a rendirse.

Iba a encontrarla.

La encontraría.

Y cuando lo hiciera... oh, cuando la encontrara.

Aquella maldita femme se arrepentiría de haber pisado Uraya.

***

Deshelia sintió como la Jackhammer tocaba tierra, aterrizando en el hangar de la Base Wrecker. Oyó y sintió el instante justo en el que ocurría, a lo largo de toda la espalda.

Con un suspiro, se incorporó: habían pasado tres días desde la batalla de Uraya, y aquella era la vuelta "oficial" de Hestia a la Base Wrecker. Por supuesto, Deshelia había vuelto a Iacon (que no a la Base Wrecker), mucho antes, a sabiendas que más le valía que Ratchet la viera aunque fuera un poco, aunque fuera unos ciclos en el Ala Médica si no quería que su padre pusiera el grito en el cielo cuando se enterara que había pasado tres noches fuera.

Su cuerpo respondió con ligereza cuando se dirigió a la compuerta trasera de la nave.

- No tan rápido- el servo de Seaspray la sujetó por el antebrazo. Deshelia lo miró, interrogante-. Aunque lleves el disfraz puesto, se supone que casi te mueres hace tres días. O finges un poco más, o se te van a ver las tuercas (1).

Transformers Prime: Hija de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora