ALEX
Lunes 10 de octubre
A la deriva
Es cierto que soy un hombre adulto, pero quizá mi reacción luego de descubrir la farsa sobre la salud de mi madre es más parecida a la de un adolescente rebelde e impulsivo. Estaba tan enojado y decepcionado con todos que, luego de pasar horas encerrado en mi habitación pensando al respecto, cuando recibí una llamada de mi primo y él me dijo que se hallaba de vuelta en Bellington, le propuse marcharnos a un pueblo cercano que solíamos visitar de niños. Thad titubeó al inicio, pero debió percibir mi desesperación porque al final dijo que sí.
Así que esa misma tarde metí algo de ropa en una maleta pequeña y me marché con él sin avisarle a nadie. Necesitaba poner algo de distancia con todos los de casa y las dos horas que hacían falta para llegar al pintoresco pueblo de Cornerstone me parecieron suficientes.
Nuestros abuelos paternos tienen una casa en Cornerstone, así que fue allí donde nos hospedamos. Se sintió casi como cuando éramos niños, excepto que ahora Thad estuvo demasiado pendiente de su celular y computadora para resolver asuntos de la oficina que, según él, no podían esperar.
Mi primo se ha convertido en un esclavo del trabajo y eso me tiene preocupado. Es que, a pesar de nuestras madres y de esa rivalidad entre ambas que siempre intentaron contagiarnos, Thaddeus y yo nos queremos como si fuéramos hermanos. Quizá porque, al ser hijos únicos los dos, solo contamos el uno con el otro durante toda nuestra vida.
—¿Listo para enfrentar a tus padres? —me pregunta Thad en mitad del desayuno.
El viernes pasado regresamos a Bellington, sin embargo, no he ido a casa todavía. Me he quedado en el apartamento de Thad hasta ahora.
Esbozo una mueca mientras pincho un pedazo de panqueque con el tenedor.
—Bueno, no puedo postergarlo para siempre, ¿verdad?
Me llevo el tenedor a la boca y Thad asiente.
—Pues no. ¿Ya sabes qué les dirás?
Termino de masticar antes de responderle.
—Para ser honesto, no. Mira, es que ya tenía un tiempo pensando que lo mejor era volver a casa porque las cosas en Estados Unidos no me estaban yendo nada bien. Es como si el universo me escupiera en la cara que lo de ser actor no es para mí, pero...
—Te fastidia haber regresado por una manipulación.
—Sí —acepto—. Si Kate no me hubiese hablado para decir lo de mamá, seguro yo no estaría aquí todavía. Y, sin embargo, en el fondo sé que antes de que terminara el año habría vuelto. Era algo inevitable.
El ceño de Thad se arruga.
—Todavía no puedo creer que Kate o el tío Robbie tengan algo que ver. No es la clase de cosas que ellos harían. El tío nunca te ha presionado para que trabajes en la empresa.
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Sol de invierno
RomanceNo se buscaban, pero se encontraron y quizá eso es justo lo que ambos necesitaban.