Capítulo cuarenta y cuatro

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 JOY

Miércoles 16 de febrero

Viral

La oficina de Shelley es amplia, bien iluminada y con decorado minimalista en el que predominan los colores blanco y verde bosque. Huele a eucalipto. En conjunto, cada detalle produce un efecto calmante, lo que me viene perfecto en este momento.

—¿Te has enterado? —le pregunto como si no supiera la respuesta.

Shelley me ofrece una sonrisa reconfortante y asiente.

—No será un problema —me asegura, porque de algún modo debe saber que eso es justo lo que me ha estado comiendo la cabeza desde que todo comenzó.

—No, ¿cierto? Si yo no he tenido nada que ver.

El pasado lunes, cuando llegué a Caffeine y noté la mirada que me dio mi mejor amiga, supe que algo había ocurrido. Aun así, eso no evitó que estuviese muy sorprendida cuando me entregó un ejemplar del Bellington Post y descubrí que el periódico más importante de la ciudad dedicó un espacio entre sus páginas a la historia del Hada Madrina. A mí, al lío que ocasioné.

«Rentar un novio. ¿Una idea brillante o sumamente estúpida?»

Me sentí aterrada cuando leí ese encabezado. No quería ni imaginar cómo me retrataban allí, lo que ponían de mí. Pensé enseguida que todo era una jugada sucia de Madilyn (la chica que me demandó) y Chantria (la chica que convenció a Madilyn de demandarme), un vil intento por controlar la narrativa y usarlo a su favor.

No pude estar más equivocada.

La publicación del Bellington Post no tenía como objetivo atacarme. Fue escrito de forma imparcial por una columnista que, allí mismo admitió, estuvo afiliada al portal del Hada Madrina porque también pensó que conseguir una cita falsa para ir a un compromiso social le facilitaría la vida. Habló sobre cómo se enteró del portal y lo brillante que le pareció la idea hasta que leyó aquella última entrada que publiqué. Entonces comprendió que era una idea sumamente estúpida.

Shelly asiente.

—Quédate tranquila. La reacción general ha sido positiva, incluso hay gente recolectando firmas, exigiendo que desestimen la demanda.

Me llevo una mano a la frente y froto mis sienes con el pulgar y el índice.

—Es tan... raro. —Dejo escapar un suspiro de cansancio.

—¿Qué parte de todo? —ella enarca una ceja.

—Que este lío se hiciera viral. ¿Cómo me iba a imaginar que hasta los presentadores de ¡Buenos días, Bellaterra! iban a estar hablando de mí? En televisión nacional, nada menos.

—Sé que puede ser agobiante, pero...

—Oh, lo es. Solo han pasado dos días, pero es una locura. La gente encontró mis redes sociales y comienzan a reconocer mi cara en la calle. Trato de analizarlo desde un enfoque de publicista, animarme, pero me está costando.

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora