Capítulo quince

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JOY

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JOY

Lunes 7 de noviembre

La respuesta de Alex

Como cada mañana, antes de ir a Caffeine, me pongo ropa deportiva y salgo a correr primero. Le doy diez vueltas a la pista cercana al edificio donde vivo mientras escucho música y me sumerjo en mis pensamientos.

La noche del sábado estuvo bien. Fue un éxito, si puedo decirlo, porque Evelyn se enfrentó al patán con el que salía. El muy imbécil trató de humillarla frente a todos, pero al final le salió el tiro por la culata y Evelyn se marchó tranquila a casa. Como una reina. Y Tommy ganó un buen dinero solo por ser su acompañante durante tres horas, lo que estuvo muy bien también. Luego él, Alex y yo fuimos a comer hamburguesas.

Sé que no todos los casos serán iguales. Es decir, seguro habrá personas que busquen los servicios del Hada Madrina sin una justificación más allá de no querer ir a un evento solas. Y estará bien. Sin embargo, pensé que este caso en específico podría apelar a las emociones de Alex para hacerlo cambiar de opinión.

Suspiro.

Ojalá que haya cambiado de opinión.

Hago una mueca mientras sigo el camino hacia la entrada de mi edificio cuando, de pronto, alguien me sujeta del brazo y me hace detener. Me tenso enseguida y busco el rostro de la persona de forma desesperada. Por mi mente pasan mil formas de defenderme del posible atacante en segundos. Sin embargo, no hay necesidad de hacer tal cosa porque solo se trata de Danny, mi hermano.

—¡Me has asustado, idiota! —le reclamo mientras me sacudo su mano de encima con malhumor.

Danny me da un golpecillo en la cabeza y me saca el audífono de la oreja derecha.

—¿Por qué cuernos vas por ahí toda distraída, Joylene? Es peligroso.

Bufo.

—Estaba a dos segundos de darte una paliza por haberme sujetado así.

Él chasquea la lengua y niega con la cabeza.

—Sí, tonta, pero no todo lo vas a poder resolver con los puños. Tienes que ir alerta cuando vas por la calle, podrías acabar metida en un accidente o algo.

Sé que tiene razón, pero como estoy enfadada solo le pongo mala cara.

—Lo que sea. ¿Qué haces aquí? —le pregunto con un tono más severo del que pretendo.

Mi hermano, sin inmutarse, alza la bolsa que lleva en la mano.

—Mamá me obligó a traerte esto. Es pan de muerto. Mandó a hacer uno para ti en la panadería mexicana que está cerca de la casa de abuelita porque sabe que te gusta mucho. Y como no fuiste la semana pasada a la reunión de los Rodríguez...

Tomo la bolsa que me ofrece y bajo la mirada, incómoda.

—Estuve ocupada con la entrevista de trabajo, Danny —repito la mentira que usé como excusa cuando mamá me llamó para que fuera con ellos el miércoles pasado.

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora