JOY
Domingo 13 de noviembre
Operación "perfeccionando a Mr. Cullen"
No puedo creerme que Alex ha dicho que sí. Siento que estoy soñando y en cualquier instante alguien vendrá a despertarme. Ya sé que suena como una exageración, pero, tomando en cuenta que solo faltan tres días para el cumpleaños del papá de Shelley, el cambio de opinión de Alex se siente como un verdadero milagro.
No imagino qué es lo que lo ha motivado a aceptar ayudarnos luego de haberme rechazado dos veces con anterioridad. Tal vez fue lo que le conté sobre por qué Shelley necesitaba una cita falsa. O quizá fue por la misma Shelley... ¿es posible? Después de todo, Alex solo cambió de idea después de verla a ella. Eso último podría ser problemático, pero de momento prefiero no darle muchas vueltas. Será mejor manejar un problema a la vez.
Hago sonar la bocina del auto para llamar la atención de Alex, que se encuentra de pie en el paradero de transporte público con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros y cara de que preferiría estar calentito en su cama.
Detengo el auto un poco más adelante para que él pueda subir. En cuanto lo hace, el aroma varonil de su perfume se arremolina en mi nariz.
—Buenos días, rayito de sol —canturreo mientras le ofrezco mi más amplia sonrisa—. ¿Listo para la operación "Perfeccionando a Mr. Cullen"?
Alex gruñe mientras se abrocha el cinturón de seguridad.
—¿Tienes que empezar tan pronto la tortura? ¡Dios! No puedo creer que de verdad estoy haciendo esto.
—También me cuesta creerlo... pero te agradezco mucho que lo hagas. De verdad, Alex.
Le ofrezco una sonrisa honesta y no espero a que él me responda el gesto. Vuelvo la vista al frente y comienzo a conducir rumbo a Mainor Mall, el centro comercial más grande de la ciudad.
Veinticinco minutos de irritante silencio después, aparco en una plaza vacía del estacionamiento del colosal recinto y ambos no apeamos del auto.
—¿Puedo preguntarte algo, Alex? —le digo mientras caminamos hacia las puertas automáticas de la entrada.
—¿No es eso lo que acabas de hacer?
Resoplo. Detengo mis pasos y, en consecuencia, él hace lo mismo. Se vuelve pronto para quedar frente a mí con las cejas enarcadas.
—¿Por qué diablos pareces tan molesto ahora, como si yo te hubiese obligado a aceptar esto? —Le pregunto con la frente arrugada—. ¿Debo recordarte que fuiste tú quien se ofreció de forma voluntaria?
Alex masculla por lo bajo algo que no alcanzo a entender y toma una honda bocanada de aire que enseguida expulsa por la boca con un silbido mortificado.
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Sol de invierno
RomanceNo se buscaban, pero se encontraron y quizá eso es justo lo que ambos necesitaban.