JOY
Viernes 2 de diciembre
Joy, una conductora fabulosa
Este ha sido un día agotador en toda la extensión de la palabra. En la mañana fui a la pista a correr un poco, luego me pasé por Caffeine y comí algo allí antes de marcharme corriendo a hacer de chaperona para otra de mis clientas. En esta ocasión Riley volvió a tomar el papel de novio falso, él es uno de los que trabajan con regularidad para El Hada Madrina. Con ese rostro atractivo que tiene, es fácil adivinar por qué las clientas siempre lo eligen cuando aparece entre las opciones.
Luego de terminar el trabajo, y de llevar a Riley al edificio donde vive, me reuní con otra clienta potencial y luego he venido a encontrarme con Alex y Shelley en un parque cercano al trabajo de ésta última. Hoy tocaba otra de esas sesiones en las que ellos hacen algunos ejercicios para generar confianza el uno en el otro y también afinan detalles sobre su relación ficticia para que ésta parezca más real delante de cualquiera.
Es casi como una terapia de pareja, si es que éstas son como las que he visto en las películas. De serlo, imagino que yo tengo el papel de la psicóloga o terapeuta que solo toma nota de todo e interviene muy poco.
—Entonces... así fue como nos conocimos. Era mitad de junio, había un calor infernal en la ciudad y yo llegué tarde a la fiesta de Tori, una buena amiga y excompañera de la universidad, porque la vida se había puesto en mi contra aquella vez.
—Y yo estaba ahí porque el esposo de Tori me invitó —añade Alex, contando la historia de tal forma que parece una anécdota real—. En realidad, no planeaba ir a la fiesta, pero decidí hacerlo a último instante porque mi asistente dijo que yo necesitaba un respiro del trabajo. Fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Todavía le agradezco a Greg por obligarme a ir.
—Oh, pero no pensaste eso al inicio, ¿cierto? —le recuerda Shelley.
Alex ríe.
La forma en la que se tratan y los ademanes que ambos hacen a la hora de hablar vuelve todo más real. Como si en verdad hubiera una conexión entre ellos.
—Pues no, es cierto. Me comenzaba a aburrir en la fiesta y me debatía entre tomar otro de los sándwiches de la fuente que había en la mesa o regresar a la oficina, donde el trabajo se me acumulaba, pero... —suspira—. Pero todo cambió cuando cruzaste por esa puerta. Estabas hecha un desastre, con las medias rotas, pero lucías encantadora. Comenzamos a hablar ese día.
—Y no hemos parado desde entonces —completa Shelley con un tono cariñoso que le ha salido muy espontáneo.
Aplaudo a la vez que asiento llena de orgullo.
—Vale, esto ha estado estupendo. Si no supiera la verdad, habría creído la historia al instante. Han mejorado muchísimo.
Shelley sonríe grande y une las manos al frente.
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Sol de invierno
RomanceNo se buscaban, pero se encontraron y quizá eso es justo lo que ambos necesitaban.