Extra - Primer San Valentín

1K 125 20
                                    

JOY

Lunes 14 de febrero

Cuando vi la fecha en mi celular más temprano, no me pareció relevante que dijera catorce de febrero. Porque es lunes, sigo demandada por una estupidez y Alex ha estado medio decaído desde ayer que se enteró de que sus papás se divorciaron.

Tampoco noté nada especial cuando salí al parque cercano a correr unas vueltas. Regresé a mi apartamento con energías renovadas tras el ejercicio y preparé unos panqueques con fruta picada y café para el desayuno. Se me ocurrió que los panqueques irían bien con la miel de maple que Alex trajo de su viaje a Canadá y no me equivoqué. Los dos desayunamos juntos como cualquier otra mañana y luego nos preparamos para salir.

Hace cinco minutos que me despedí de él en la entrada de la compañía de su familia. Alex pasará a visitar a su papá primero y nos veremos más tarde en Caffeine.

Es en mi camino hacia la cafetería de mi mejor amiga que noto lo que había ignorado hasta ahora... Las calles saturadas de rosa y rojo. Los corazones. Las personas que van por la acera cargando ramos de flores, cajas de bombones e incluso osos de peluche gigantescos.

¡Es catorce de febrero! San Valentín. Día de la amistad, de los enamorados... el primero que tendré junto a Alex.

He estado tan ocupada comiéndome la cabeza con mis problemas, que se me había olvidado por completo. Al menos creo que no es demasiado tarde, ¿cierto? Todavía puedo hacer algo. Sí, sí. Me sentaré en mi mesa habitual de Caffeine, lo pensaré con calma y tendré algo planeado para antes de que él llegue. Seguro que también lo olvidó, o puede que sea de los que piensan que este día es solo una tontería inventada por la mercadotecnia y no le ha dado importancia, aunque lo dudo.

Aparco a la vuelta de Caffeine y camino hasta allí. Hay corazones y besos en los cristales, y globos a tono con la celebración en el interior. Puede que hayan decorado ayer, que no me pasé por aquí, o incluso esta misma mañana, porque estoy segura de que el sábado no había nada.

La campanilla de la puerta suena cuando ingreso. Ubico enseguida a Della y mi sonrisa aparece en automático, pero se desvanece con la misma velocidad cuando mi mejor amiga levanta la mirada y me ve. La expresión que pone es lo que me alerta. No sé qué, pero algo ha sucedido.

Ceñuda, avanzo los pasos que nos separan.

—¿Qué ha pasado? —le pregunto enseguida.

Della intercambia una mirada con Riley, que, me doy cuenta apenas, también está medio pálido. Luego mi amiga inhala hondo, aprieta los labios y declara:

—Vas a querer estar sentada para esto, bizcochito.

Su respuesta solo consigue que hunda más las cejas, confundida. Della dobla el periódico que tenía sobre la barra, se lo mete bajo el brazo y sale de detrás del mostrador.

—Della...

—No, de verdad, es mejor que te sientes. —Me sujeta de la mano y se vuelve hacia Riley—. Por favor quédate a cargo del mostrador un momento.

El chico solo asiente y observa como mi amiga me arrastra hasta la mesa del fondo, donde me hace tomar asiento enseguida.

—Muy bien —digo—. Estamos sentadas. ¿Ya puedo saber qué demonios ha pasado?

Della asiente con un resoplido y me entrega su copia del Bellington Post abierta en la página adecuada para que me pueda enterar de la noticia. Y, aunque estoy sentada, siento que me caigo de culo al leer el titular.

«Rentar un novio. ¿Una idea brillante o sumamente estúpida?»

—No. —Niego con la cabeza, pálida—. No puede ser. No puede referirse a mí.

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora