Capítulo dieciocho

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JOY

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JOY

Lunes 21 de noviembre

Una llamada inevitable

Después de cinco días desde la visita al papá de Shelley, ella no me ha llamado para acordar otro encuentro con Alex y una parte de mí se encuentra secretamente aliviada de que sea así. Y no porque no desee ayudarla, en serio que no. En realidad, sufrí bastante cuando pensé que no iba a poder ayudarle al principio. La cosa es que ahora me tortura la idea de tener que preguntarle a Alex si puede volver a meterse en la piel del buen Cullen.

Cuando él aceptó, por cualesquiera que sean las razones por las que lo haya hecho, dijo que sería cosa de una sola vez. Y, aunque aquel día me prometió que lo pensaría, no me pareció que la idea le gustara demasiado.

—Puedo ver el humo escapar de tu cabeza, bizcochito, por favor dale un respiro a tu cerebro —me pide Della, con una mirada divertida, antes de darle un sorbo a su bebida.

Estamos en su casa esperando a Li, que traerá comida china para la cena. La verdad es que los últimos días han sido un tanto agitados para El Hada Madrina. Resulta que alguien habló de los servicios que ofrezco en un foro muy exclusivo del que nunca antes había escuchado y, desde entonces, me han llovido clientes y candidatos. He atendido varias citas en Caffeine, pero también he tenido que salir de chaperona a las citas ficticias concertadas. Esta tarde estuve fuera de un restaurante por tres horas y media, monitoreando un almuerzo familiar que resultó aburridísimo. No fue lo que esperaba. La clienta solo llevó a su cita rentada para presumir al chico delante de sus hermanas y primas, que hicieron lo mismo con sus respectivas parejas.

—Lo siento —digo, aunque no sé por qué me disculpo, y me llevo una mano a la frente—. ¡Dios! Creo que el monitoreo de hoy me dio jaqueca.

—¿Por qué?

Normalmente no hablaría con nadie sobre esto, por respeto a los clientes, pero hablar con Della es como hablar con mi propia consciencia. No cuenta.

—Pasé más de tres horas escuchando a un grupo de mujeres hablar hasta de los más ridículos logros de sus parejas. Era como una competencia loca. Si una decía que su novio recibió un aumento, otra comentaba que el suyo ya es gerente de la empresa donde trabaja. Si el de una empezó a pintar, resulta que el de la otra es un sensible poeta reconocido por cierto público sobresaliente. ¡Por un cuerno! Y todas son familia.

Della arruga la cara en un gesto.

—Bueno, eso es penoso.

—Y triste. Tal vez disfrutarían más de sus reuniones familiares si no estuvieran demasiado preocupadas viendo quién es mejor que quién.

—¿Y ellos no decían nada?

—Dominados hasta el último pelo —niego con la cabeza—. Intervenían solo cuando las mujeres lo indicaban.

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora