Capítulo veintiséis

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JOY

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JOY

¿Qué pasaría?

Domingo 11 de diciembre

Cuando abro los ojos a la mañana siguiente, lo primero que hago es comprobar la hora en el reloj despertador que mantengo en mi mesita de noche. Son las 7:43 a.m. y no puedo evitar preguntarme por qué demonios no puedo dormir hasta más tarde si ni siquiera he puesto una alarma. ¡Estúpido reloj biológico, me traicionas!

Me arrastro fuera de la cama porque ahora que estoy consciente no puedo evadir las ganas de orinar, así que abandono mis cobijas calentitas para ir al baño. Aprovecho a salpicar un poco de agua en mi cara para espabilarme y me detengo a revisar que mi rostro ha vuelto a la normalidad ya. El enrojecimiento por la alergia, la comezón y los estornudos de anoche se han ido.

El que no se ha ido es Alex.

Al salir del baño y vislumbrar el bulto de cobijas que descansa en mi sofá, mi cerebro hace clic. Alex sigue aquí. ALEX. SIGUE. AQUÍ.

Anoche me trajo a casa, llegamos tarde porque se desató una aguanieve en el camino, lo que hizo que los caminos fueran más peligrosos de lo normal en esta época del año. No me pareció correcto dejarlo arriesgar su vida para ir al apartamento de su primo, así que lo convencí de quedarse en mi sofá.

Me le acerco en silencio y me acuclillo cerca de la única parte de él que está a la vista bajo el montón de cobijas que le di para que no pasara frío: su cara. Tiene una expresión relajada, lo que me indica que sigue dormido y me permite observarlo a mis anchas.

Muerdo mis labios y dejo que mi dedo delinee las líneas de su rostro sin llegar a tocarlo. ¿Me parece Alex atractivo? Sí. Claro que sí. He dicho que lo encuentro atractivo desde el primer instante en que lo vi. Pero, ¿eso quiere decir que Della tiene razón? Bueno, hay muchas personas a las que encuentro atractivas.

Cierro mi mano en un puño y la alejo de su rostro, pero me quedo donde estoy. Mis ojos fijos en su rostro. En sus cejas pobladas, las pestañas tupidas, la nariz recta, su boca cálida y esa barba espesa que le queda tan bien. Me gusta la barba. Y pasar tiempo juntos. ¿Qué pasa si me gusta él?

Trago saliva con dificultad y me muerdo mi labio superior.

¿Qué pasaría?

Anoche dijo que no le gusta Shelley. No del modo en el que yo pensaba. Sin embargo, le gusta alguien y no quiero sonar engreída, pero, ¿y si se tratara de mí? Podría ser, ¿cierto? Aunque lo que en verdad tendría que preguntarme es, ¿me gustaría eso?

Mi pulso se acelera con la idea.

Maldita sea.

—¿Terminaste de mirarme?

Su repentina voz amodorrada me toma por sorpresa. Pego un brinco que me hace caer de culo y golpearme en la cabeza con la esquina de la mesita de centro.

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora