Capítulo treinta

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ALEX

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ALEX

Domingo 25 de diciembre

Suéteres feos y respuestas honestas

Hacía años desde la última vez que pasé una navidad en Belaterra. La verdad es que, hasta hace unos meses, daba por sentado que la siguiente vez que celebrara las festividades en mi país sería junto a mis padres, mis tíos y Thad, como tantas veces en el pasado. Pero, de todos ellos, solo mi primo está aquí hoy. Él y otras tres personas a las que no contemplaba en el panorama, pero que agradezco estén presentes. En especial cierta mujer que, el cielo me ampare, me está volviendo loco en la mejor de las maneras.

Mira, es que fue difícil confesarle a Joy lo que provoca en mí, lo que siento por ella. Ni siquiera en el momento en que las palabras salieron de mi boca confiaba en que hacía lo correcto, pero ahora sé que no pude haber hecho nada mejor.

Los últimos días en Cornerstone han sido como una utopía. Incluso con todo el asunto de mantener nuestro «esto» en secreto... Vale, eso sí que ha sido un poco divertido, la verdad. Es emocionante escabullirnos por ahí cuando los otros están distraídos, me hace sentir como un adolescente otra vez.

Antes de bajar al comedor para la deliciosa cena navideña que todos ayudamos a cocinar más temprano, hago una videollamada con mi papá. Él luce algo desanimado, pero se esfuerza por mantenerse sonriente y me asegura en más de una ocasión que pasará una estupenda velada con los tíos.

Sé que el malestar de papá es por causa de mi madre. Es por eso que, más tarde, cuando estamos en medio de la cena, leer el mensaje que ella me envía para desearme una feliz Nochebuena me deja con sentimientos encontrados.

No le respondo ni vuelvo a tocar mi teléfono en toda la noche. Trato de no pensar en ella y me concentro solo en pasar un buen rato con los demás.

Así, los seis recibimos la Navidad al calor del hogar, en medio de risas y con los estómagos llenos. Incluso Marigold ha logrado integrarse al grupo y Thad ya no parece tan incómodo con su presencia mientras bebemos un reconfortante vino caliente especiado y debatimos sobre la vida extraterrestre. ¿Cómo llegamos a ese tema cuando pasan de las tres de la mañana? No tengo idea.

—Ya lo creo, bizcochito —asiente Joy—. Es imposible que el universo sea tan grande y no haya más vida por ahí.

—Tal vez no nos conviene comprobar esa teoría —señala Thad.

Li levanta un dedo cuando va a argumentar.

—O tal vez ya se ha comprobado, pero es información clasificada del gobierno. Solo unos pocos deben conocer la verdad.

—Vale, nunca he creído en alienígenas, pero ustedes tienen argumentos sólidos —Marigold se pone en pie, tambaleante—. Así que les creo, ¿vale? Les creo. Y ahora me voy a dormir. —Su mirada va hacia Joy—. Gracias por mi suéter feo de navidad. Me ha gustado muchísimo. Buenas noches a todos.

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora