Capítulo cinco

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JOY

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JOY

Martes 12 de abril

Dulce pajarillo

Algunas noticias llegan de un modo tan inesperado que, al serte reveladas, te dejan sin aire.

Esta vez, cuando mi mamá me llama para informarme que abuelita ha fallecido, no solo pierdo el aire... siento que pierdo también una parte de mi corazón.

El último recuerdo que tengo de ella acude a mi mente. Fue hace solo un par de días que los Rodríguez nos reunimos para celebrar el día de pascua. Abuelita no se veía mal entonces, estaba tan sonriente y activa como siempre. Sin embargo, esta mañana, su corazón decidió dejar de funcionar.

Así, sin más.

El pilar de la familia se ha ido.

—¿Joy? —escucho que alguien me llama.

Veo frente a mí a una de mis compañeras de trabajo, que me mira con impaciencia. Es Rosie, la asistente de Stuart Tucker.

—¿Sí? —consigo decir en un hilo de voz en medio de mi conmoción.

—¿Estás bien? El señor Tucker te está buscando. Quiere saber si está listo el reporte.

Abro la boca y la cierro. Me doy cuenta de que tengo todavía el teléfono contra mi oreja, así que lo bajo y parpadeo hacia Rosie, que espera una respuesta.

—No.

—¿No está listo?

—No estoy bien. —Aprieto el teléfono en mi mano y me pongo en pie—. Me tengo que ir.

—Pero...

Tomo mi bolso a las prisas y me vuelvo hacia Rosie.

—Mi abuela acaba de fallecer, Rosie, me tengo que ir.

—Pero el reporte...

Señalo la computadora con irritación.

—El reporte está allí en una carpeta del escritorio, bajo el nombre del cliente. Está terminado. Ahora, por favor, sal de mi camino.

Rosie dice algo más, pero no me detengo a perder mi tiempo con ella. Voy directo a la oficina del señor Tucker, le informo de la situación y me retiro de la empresa.

Conduzco con manos temblorosas hasta la casa de abuelita. Cuando llego, ya todos están allí reunidos y es un caos.

Enseguida me veo inmersa en el desastre que hay en la familia. Le doy un rápido abrazo a mi mamá, que llora al igual que el resto, y luego contengo mis propias lágrimas para ayudar a mi tía Mariana a resolver todo. Ella es la única que parece cuerda en este momento.

No tengo idea de lo que ocurre después, ni sé cómo es que hago todo lo que hago para ayudar con los trámites de la defunción en las siguientes veinticuatro horas. Es como si me condujera en piloto automático solo porque sé que no puedo apagarme.

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora