ALEX
Lunes 19 de diciembre
«Esto»
Cuando la confesión escapa de mi garganta antes de lo planeado, tan cruda y honesta que me sorprende a mí mismo, solo puedo pensar en una cosa:
La cagué.
«Ya está —me digo—. Le he arruinado las vacaciones a Joy y ahora todo será incómodo entre nosotros en las próximas dos semanas. Eso si ella no se marcha de Cornerstone a primera hora de la mañana para alejarse de mí».
No importa cuánto intento luchar contra los pensamientos negativos, estos todavía aparecen para acobardarme. Pero, ¿sabes qué es lo gracioso? Que Joy se encarga de ahuyentarlos enseguida.
La pequeña estafadora me salta encima de la manera más literal posible, enreda sus brazos alrededor de mi cuello y presiona su boca contra la mía. La embestida me hace tambalear hacia atrás, pero logro mantener el equilibrio y al mismo tiempo afianzarla por la cintura de manera instintiva.
Me toma una fracción de segundo darme cuenta de lo que está pasando. Entender que el aroma a chicle de plátano que mana de su pelo y se arremolina en mi nariz es real. Que mis brazos en serio están alrededor de su cintura y aprietan su cuerpo contra el mío. Que los brazos de ella se aferran a mi cuello como si pensara que no estamos lo suficiente cerca y quisiera fundirse conmigo. Que su tórrida boca, que sabe a las Smulders que bebimos más temprano combinadas con su brillo labial de sandía, se encuentra sobre la mía.
Entonces, la inseguridad que me echaba para atrás se desvanece.
Un cosquilleo electrizante me recorre el cuerpo entero y me impulsa a responderle el beso a Joy. Primero con movimientos delicados que intentan imprimir en mi memoria cada detalle del instante: la plenitud y suavidad de sus labios, la mezcla embriagadora de sabores, el sonidito excitante de su respiración y la forma en la que intenta atraerme hacia sí con frenesí.
Luego, de forma gradual, dejamos la cautela de lado y nos comemos la boca como si fuera un asunto de vida o muerte. Y... ¡joder! Es mil veces mejor de lo que lo que imaginaba. Es como si acabáramos de remover las barreras de seguridad que nos mantenían apartados y ahora, por fin, las chispas saltan entre nosotros con libertad.
Para el instante en el que la intensidad del beso se relaja y pasamos de tener a nuestras lenguas explorándose con avidez a compartir pequeños roces húmedos, me doy cuenta de que mis manos han acabado en el culo de Joy y sus piernas alrededor de mis caderas. Aquí, en media calle.
Joy abre los ojos en medio de un suspiro y se encuentra con mi mirada. Sus piernas se aflojan a mi alrededor y sus pies vuelven a tocar el suelo, pero se las arregla para mantenerme sujeto por los hombros. Incapaz de privarme del contacto, coloco mis manos a los lados de su cintura. La escasa luz de la farola más cercana que ilumina la calle me permite apreciar sus facciones y el momento exacto en el que se muerde el hinchado labio inferior y me regala una sonrisa.
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Sol de invierno
RomanceNo se buscaban, pero se encontraron y quizá eso es justo lo que ambos necesitaban.