"Francesita"

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¡Desperté!—grité con adrenalina. Me levanté algo mareada mientras buscaba cosas que ya no parecían estar en su lugar.

No recordaba como había llegado aquí, una vez más, no recordaba el ayer, pero, si el ahora. En el instante que mi reflejo pasó por el espejo lo confirmé, ya no era una niña, yo misma lo sabía. Pero ¿En qué momento de mi vida había pasado tanto tiempo y no lo recordaba?

—¡Annie!—era la voz de Gennevie desde abajo, si mis cálculos no fallaban, vivía en el pueblo, aún. Me asomé por la ventana y era un acierto seguro, algunas cosas habían cambiado modernamente, ya no era exactamente un pueblo, aún así, el aire, las personas y las costumbres se sentían como uno.

Sin intención de bañarme, baje los escalones. Genevie saltó de inmediato y me dio un abrazo cálido, no entendía la razón, pero no denegue la idea de corresponderlo. De repente, se volteó y tomó un pastel de la mesa, atrayendolo a mí.

La vela estaba encendida, el pastel estaba decorado con estrellitas y números.

Merde—murmure al ver el veinticinco comestible en el pastel. No sentía que hubiese pasado tanto tiempo lo cual comenzó a preocuparme cada vez más.

—¿Y bien?—me miró con una sonrisa—¿Qué quieres de regaló?— Cuestionó mientras mis ojos se agrandaban cada vez más.

—¿Cómo es que despierto y ya tengo veinticinco años?—Pregunté nerviosa, sabía que ella se lo tomaría a chiste, para mi, era motivo suficiente para provocarme ansiedad.

—La juventud se va volando, linda—fue lo único que respondió mientras dividía el pastel.

—¿Y tu regaló?—Insistió.

—Quiero ir al psicólogo—la Miré. Una sonrisa se poso en sus labios, más, al ver que yo no me reía, su rostro cambió en cuestión de segundos. Ahora eramos dos personas realmente preocupadas.

No me contradijo en ningún momento, ella sabe que siempre había dicho cosas extrañas, aún así, sentía esto como una necesidad.

Una vez más, mi reflejo en el espejo me provocó incertidumbre, mi cabello había crecido mucho, era alta, aún cuando crei que no crecería más de pequeña. Mi lunal, de nombre; la estrella, aún estaba ahí.

Por supuesto que lo estaba, seguía siendo yo.

—¿Cuánto tiempo he estado dormida?—preguntó en su dirección, ella asiente como señal de recordar y se ríe.

—Apenas llegamos ayer, desde que tocaste la cama no te habías levantado hasta hoy—comentó—Llevas exactamente un día y ocho horas durmiendo, ¿No tienes hambre?—me mira, caminando en dirección a la cocina.

Realmente si tenía hambre. Pero tenía más hambre de curiosidad que de alimentos. Además, había subido un poco de peso, no estaba bien.

El caminó fue silencioso, Genevie no usaba su auto para absolutamente nada, debía ser una herramienta para escapar de la ciudad al pueblo, a su vez, del pueblo a la ciudad.

De nuevo escuchaba ese extraño apodo "Francesita" sus miradas no eran tiernas, algunas eran morbosas, me hacían sentir incómoda. Ahora sabía la intención de las personas.

Annie Jones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora