24. Fallos

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Estábamos justo enfrente del planeta donde se ocultaba Thanos, Carol había hecho un recorrido para buscar armas o algún tipo de defensa que pudiera haber, pero sorprendentemente no había nada. Al llegar allá todo parecía de un cuento de hadas, pasto verde, flores, el sol calentaba el ambiente, finalmente encontramos una pequeña cabaña. Carol se adelantó a la cabaña así que cuando vi la armadura de Thanos colgada como si fuera un maldito símbolo, sentí repudia inmediatamente. El resto del equipo fue entrando de acuerdo a lo planeado así que para cuando yo entré, detrás de Steve, Thanos estaba sometido y sin un brazo. Se veía tan débil, indefenso y vulnerable, no pude evitar sentirme un poco mejor.
—¿La última cena?— pregunté al ver que cocinaba. —Que lástima que no podrás comerla.— sin pensarlo, me acerqué y puse mis dos espadas alrededor de su cuello, como tijeras. La rabia se apoderaba de mí y estaba tan impaciente por matarlo, pero cuando Rocket le dio vuelta al guante, las gemas habían desaparecido.
—¿Dónde están?— preguntó Steve. Yo apreté el agarre de las espadas haciendo un ligero corte en su cuello, nada grave, solo para asustarlo.
—El universo necesitaba corregirse, después de eso las gemas no tenían propósito alguno además de la tentación.— me quedé helada. No podía ser cierto, no podía serlo. Empecé a temblar, incrédula de lo que decía, retrocedí tratando de asimilarlo todo y pocos segundos después me di cuenta que me había olvidado de respirar. Bruce había atacado a Thanos y ahora todo parecía un gran borrón. La única y última oportunidad que teníamos se había ido, ya no teníamos otra alternativa. Estaba en mi trance hasta que algo chocó con mi pie, bajé la mirada y era su cabeza... la cabeza de Thanos estaba a dos metros de su cuerpo. Mis piernas comenzaron a temblar y cuando estaba por dejarme caer, Steve me agarró de la cintura para evitarlo. Él también estaba devastado, podía ver el dolor en sus ojos y me limité a dejarlo salir, dejé de detener las lágrimas y solo me desmoroné abrazada de él. Oficialmente lo habíamos perdido todo, habíamos fallado como superheroes, como vengadores y como personas... o al menos así se sentía.

De vuelta a la tierra, estuve frente a la ventana abrazando mis rodillas admirando el espacio por la ventana, pensando en lo insignificante que era yo, en qué pasaría si la mitad del universo desapareciera. Pero sobre todo pensaba en Peter y en todas las demás personas que se habían ido con él. ¿Dónde estaban? ¿Sabrían que estaba pasando? ¿Estaban muertas?
—Lo siento, Cass.— escuché a Steve a mis espaldas. No me di la vuelta, solo me moví para hacerle espacio a mi lado y se sentó conmigo.
—No fue tu culpa... el único responsable ya pagó con su vida.— dije más para mi que para él, tratando de convencerme de que se había hecho justicia.
—Debí haber...— comenzaba a hablar.
—Somos un equipo.— exclamé, a pesar de todo lo que había pasado los últimos meses, éramos un equipo. —Hicimos lo que pudimos.— traté de sonar convincente.
—Lamento no haberte dicho lo de Bucky y tus padres.— lo miré y pude ver el arrepentimiento en sus ojos. Sentí una punzada en el corazón, al principio fue meramente emocional pero poco a poco se fue intensificando, el dolor aumentaba y me costaba respirar. —¿Cass?— escuchaba a Steve llamarme pero no podía responderle, jalaba tanto aire como podía pero la punzada se hacía más intensa. Él me levantó, llamó a los demás y me puso en una mesa de metal. Rocket llegó y se subió a la mesa conmigo, Nat y Carol llegaron primero. Empezaron a discutir sobre lo que había pasado pero mientras intentaban ayudarme mis párpados comenzaron a pesar.
—¡Necesita respiración de boca a boca!— exclamó Rocket acercándose.
—No... te a... trevas.— dije con las últimas fuerzas que me quedaban. —Peluche.— y terminé por cerrar mis ojos.

—¿Por qué demonios la dejaste ir?— escuchaba a lo lejos.
—¡No podía dejar que le arrebataran eso también, Pepper!— era Steve.
—¡Mírala!— gritó Pepper. —Dime ¿a qué costo consiguió su venganza?— se escuchaba herida. Pude oír cómo entró a la habitación e hice un esfuerzo por abrir los ojos.
—Valió la pena.— exclamé débilmente.
—¡Hola, hermosa!— se acercó emocionada. —Maldición, Cass. Nos diste un gran susto.— me reclamó.
—¿A Tony?— pregunté.
—Si y a todos los demás.— dijo ella.
—Bien... dile que fue mi venganza por su intento de suicidio en la mañana.— reí adormilada y Pepper bufó negando con la cabeza. Tony vino al poco rato en su silla de ruedas, con la intravenosa y una bata de dormir; conversamos un rato, bromeamos y comimos la cena juntos.

Habían pasado un par de semanas desde lo de Thanos. Aún no sabían las causas de todo esto que me estaba pasando, los análisis salían normales y por muy sofisticadas que fueran las máquinas, no ayudaban en mucho. Solo reflejaban irregularidades que parecían imposibles y nadie lograba entender. Esta mañana entré a la oficina de Tony y pude escuchar un poco de su conversación con Pepper.
—No creo que ahora sea el mejor momento para celebrar, Tony.— dijo ella.
—Lo sé pero... Pep, fuimos muy afortunados.— se acercó a abrazarla.
—Háganlo.— me metí en la conversación. —Lo siento, no pude evitar escuchar pero... Tony tiene razón. Fueron muy afortunados... no porque la mitad del mundo se haya ido al carajo significa que la otra mitad tenga que hacerlo también. Han pasado por mucho... merecen ser felices y tener lo que quieren una vez en la vida.— sonreí y ambos me abrazaron, todo era felicidad hasta que Bruce entró muy alarmado.
—¡Tony, encontré algo!— dijo y salió corriendo, los demás salimos detrás de él.

Ala rasi: cualquier cosa por ti || Peter ParkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora