1. Conejillo de Indias

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—¿Qué demonios, Cassandra?— me gritaba mi hermano mayor al enterarse de la expulsión. —Es la segunda vez este año.— continuó.
—Fue una estupidez.— respondí refiriéndome a la causa de la expulsión, pues había activado la alarma de incendios en medio del examen de mi novio para salvarlo de hacerlo.
—Tienes razón. Fue una completa estupidez.—aparentemente me dió la razón pero no sonaba muy a mi favor. —Fue una estupidez mandarte a ese internado.—comenzaba a ver por dónde iban las cosas y no estaba nada contenta con el camino que tomábamos.
—Escucha, dame una op...— intenté hablar pero me interrumpió con una noticia que no esperaba.
—Te mudarás.— soltó. No podía dejar Londres, mi vida entera estaba allá, no lo creía...
—Tony, no hagas esto, por favor.— sabía que en este punto, rogarle era la única alternativa.
—Comenzarás con la escuela el Lunes, vivirás con Pepp... conmigo.— se corrigió al recordar su estado civil actual.— Y los fines de semana trabajarás en la torre.— indicó. No podía creerlo, era una completa pesadilla.
–Anthony, no puedes hacer eso, además es medio año.– reclamé.
—Lo siento, Cass. Ya fue demasiada libertad. Diremos qué estás cursando cada seis meses en un país diferente para probar la compatibilidad de las escuelas con el propósito del programa de becas Stark— parecía agotado y muy decepcionado, sin embargo no pude controlar la ira que me consumía.
—¡Tú no eres mi padre!— grité y salí azotando la puerta detrás mío. Corrí afuera de las oficinas de los vengadores, no tenía escapatoria. Mi vida se había venido abajo. Comencé a pensar en todas las situaciones que me trajeron aquí, porque honestamente es ridículo que te expulsen por encender una alarma y más siendo una Stark. Estaba segura de que había programado todo perfectamente y había usado un procedimiento simple para que no me descubrieran, alguien tuvo que haberme visto para delatarme... pero me aseguré de hackear las cámaras y esperar a que no hubiera nadie. Solo una persona sabía de todo este embrollo y era aquella que me lo había pedido. Había llegado frente a un museo cuando recibí un mensaje.

—Lo siento, linda. Me iban a expulsar a mí si no hablaba.— era Tristan, mi novio. Increíble, había salvado su trasero entregando el mío, estaba atónita. Él ni siquiera quería estar en el internado, lo odiaba. La decepción cayó con un gran peso extra sobre mis hombros y comencé a retroceder en negación. Intentaba crear una excusa para justificar lo que Tris había hecho pero era imposible, no me amaba ni un poco. Me había entregado como una criminal, me había obligado a hacer el trabajo sucio para su beneficio cientos de veces, cada ocasión llegaba como una bomba a mi mente. Yo no era su novia, era su conejillo de indias. Había sido tan estúpida, me creí todas y cada una de sus mentiras, caí en todos sus juegos. Mi espalda sintió un ligero impacto que me sacó de mis pensamientos, me di la vuelta de inmediato y un chico comenzó a disculparse.

—Oh, yo... lo siento, no... no... Oh por Dios...— quedó completamente atónito cuando vió mi cara, sabía que mi aspecto no era el mejor y no quería llamar la atención, así que pensé que un mini secuestro sería la solución. Le tapé la boca y lo llevé de la mano al callejón de al lado.

Usé mi tono coqueto e intenté persuadirlo a no decirle a nadie que me había visto, le dije lo que cualquier otra persona que quiere pasar desapercibida diría; sus niveles de nerviosismo se dispararon claramente, el chico apenas podía hablar así que solo asintió y supe que no sería gran problema. Me limité a agradecerle, le di un beso en la mejilla y salí del callejón mientras me ponía mis lentes de sol. Suspiré y caminé rendida de vuelta a la torre, sabía que Tony estaba intentando hacer lo mejor para mí y yo no le estaba dando la mayor satisfacción al ser expulsada de dos escuelas en un año. Además, me di cuenta que estar aquí podría ser una gran oportunidad para mí, podría empezar una nueva vida de cero, donde nadie jamás tendría el poder de utilizarme como chivo expiatorio ni una vez más. Estaba decidido, dejaría toda mi vieja vida en Inglaterra, el pasado vulnerable y las terribles compañías que me había conseguido como "amigos" y novio. Mi vida estaba a punto de tomar un giro de 180 grados y estaba más que lista para ello.

Entré a la torre y me deshice de las gafas, llamé al Jarvis de mi pulsera inteligente y pedí la ubicación de Tony. Caminé hasta el elevador y seleccioné el piso, di un paso atrás para que el scanner pudiera detectarme y darme acceso al piso de los vengadores. Mientras subía, pensaba en qué demonios le diría a mi hermano, lo había herido demasiado la última vez que hablamos y debía encontrar una forma de enmendarlo todo. Al escuchar el tintineo del la campana, las puertas se abrieron y corrí a la cocina, donde se veía a mi hermano y al resto de los vengadores teniendo una acalorada discusión, por lo que decidí no interrumpir pero para el momento en el que me estaba retirando, escuché mi nombre proveniente de aquella sala.

—Hola... se ve que están algo ocupados así que ¿por qué no vuelvo más tarde?— sonreí apenada desde la puerta, todos me habían volteado ver. El ambiente era realmente tenso y prefería no estar ahí así que intenté escabullirme pero las palabras de Rogers salieron antes.
—No descuida, Cass. Ya terminamos aquí.— esbozó al ver su teléfono, no miró a nadie más y salió de la sala. Una vez que el súper soldado se fue, Tony soltó un poco de aire y rodó los ojos.
—¿Me dirán que así es como se dirige un equipo?— se dirigió al resto de ellos, bufó y caminó hacia mi rápidamente para salir de ahí.

Ala rasi: cualquier cosa por ti || Peter ParkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora