Capítulo 5: Eden

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El día anterior por la mañana...

El sol brillaba entre los árboles, proyectando así una sombra para todo el pueblo de la Asunción. Se trataba de un pueblo pequeño de elfos muy pacifico, centrado en el conocimiento científico, la magia y las artes; claro que tampoco significa que no hubiera uno que otro elfo guerrero para casos en los que el pueblo se tuviera que defender. A pesar de ser tan antiguo, se mantiene con su arquitectura completamente intacta desde que se fundó como una colonia Asiática hace ya mil años. En realidad es una mezcla extraña entre las tres culturas que allí habitan, tan únicas como las tres razas de elfos que coexisten.

Siendo una mañana muy fría, una pequeña elfa que no pasaba de los quince años despertó de su sueño dando así inicio a su día al poner ambos pies fuera de la cama, parada descalza en el frío suelo, una sensación agradable al tacto contraria a lo esperado. Como todas las mañanas, lo primero que hacía al levantarse sería caminar al río que estaba justo atravesando el pueblo para hacer su aseo personal. Los elfos son muy distintos a los humanos, quienes ya se habían acostumbrado a un tipo de vida más artificial y concentrada en grandes urbes. Según esta otra especie, no había nada interesante en vivir en grandes ciudades si no se podía apreciar tanta belleza natural, una característica que los humanos por lo general ignoran.

-Muy buenos días Gabrielle- menciona una mujer de cabello pelirrojo, con su cuerpo cubierto por un vestido carmesí que hacía juego con el color de su cabello, mirando en la dirección de la chica elfo y llamándola por su nombre, que rendía honor a una princesa elfo nacida mucho tiempo atrás en Europa.

-Buenos días Maestra Eden- le respondería Gabrielle con una voz que desprendía gran alegría y esbozando una gran sonrisa que mostraba sus dientes blancos y perfectos, junto con un par de pequeños colmillos en los costados de la boca.

-Has practicado el ejercicio de revivir al ratón como te lo dije la semana pasada?? - preguntó con la misma alegría- tu sanamancia es muy buena, pero insisto en que debes de seguir practicando tu nigromancia si quieres mantener ese equilibrio- tantas historias de fantasía le habían dado mala fama a la escuela de la nigromancia, tachandola como magia oscura y maligna. Pero ese pensamiento era rechazado tanto por los elfos como por algunos hechiceros humanos: según ellos, incluso las disciplinas más benevolentes como la Sanamancia, magia de la vida y antítesis de la nigromancia, podía ser usada para el mal. Por eso, la nigromancia tenía tanto valor como todas las demás, y merecía ser estudiada más allá de los prejuicios del pasado

-No... -respondió la chica elfo, intentando evitar la plática sobre la lección que estaba aprendiendo- no creo que sea necesario matar a un pobre animal, especialmente cuando una de nuestras reglas es la de respetar la vida de todo ser viviente, incluidas las plantas.

-Lamento que busques apartarte del camino que puedes tomar para aprender las disciplinas mágicas cuando apenas inicias- dijo Eden con lástima- y pensar que te escudas con el principio de respeto a la vida...cuando ayer vi que comiste una sopa de mandragora.

-Pero creo que es una excepción si se trata de comer o en defensa propia. Opino que matar para luego revivir va en contra de eso: no hay alguna forma de saltar este ejercicio?- preguntó Gabrielle al terminar de asearse. No esperó la respuesta de su maestra (confrontarla la ponía incómoda) poniéndose sobre sus pies para volver a casa antes de ir con Eden para continuar las lecciones de magia del día.

No muy lejos de allí entraría a su casa y procedería a alistarse para ese día, viéndose directo al espejo para peinar su cabello hacia atrás con un peine de marfil. Era casi una molestia tener que hacer esto todos los días al tener un cabello tan largo como el suyo, pensándolo mientras se hacía unas trenzas pequeñas desde su sien y hacerlas hacia atrás donde las uniría a una trenza más grande tras su cabeza. Ese día se pondría un vestido largo, de color verde como el bosque. Al dar media vuelta vería al ratón aún muerto en su escritorio, donde leía todo sobre las disciplinas mágicas y practicaba algunos hechizos pequeños. Por suerte, el pequeño roedor podía estar allí sin echarse a perder por varios días gracias a uno de los tantos hechizos de su maestra. Viéndolo lo intentaría una vez más, tomándolo en su mano derecha y colocando la otra encima del pequeño animal.

Leyendas De Gaia 1: El Caballero Soñador  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora