Capítulo 19: Lacayos

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Tres horas después, la zona frente a la casa de Hopkins fue acordonada por la policía, con agentes armados protegiendo la escena de los vecinos curiosos.

Apenas llegaron, la pelirroja y la rubia dieron una revisión rápida al cuerpo sin vida de Roswell. A Roxane se le veía razonablemente calmada mientras que Alicia tenía cara de asco al ver el cadáver. 

—Es una verdadera pena que la señora Roswell no pueda verlo en su funeral— comentó Roxane a su compañera.

—¿Siempre huelen así de mal?— respondió la agente Candelaria tapándose boca y nariz.

—¿No se supone que eres detective? ¿O acaso nunca habías investigado una escena del crimen?— le preguntó la pelirroja tras salir del camión de la morgue. 

—De dónde vengo no teníamos asesinatos grotescos. La mayor acción que había visto era aplacar disputas entre vecinos y detener temporalmente a adolescentes borrachos. Soy más de trabajar en la oficina. 

—Y si eres de oficina, ¿por qué pediste venir, Candelaria? — le cuestionó tras localizar al grupo de cazarrecompensas que descubrieron el cadáver. 

—Experiencia y demás razones. Tampoco me tenías que decir que sí— dirigió la vista a donde su compañera veía— ¿Quiénes son ellos? 

—Estos son los cazarrecompensas que Su Majestad Damian contrató para este trabajo— explicó tras dar unos cuantos pasos al frente seguidos de la agente. 

—¿Encontrar al profesor desaparecido? Pero eso no tiene sentido: ¿cómo pudieron encontrarse con el cadáver del vecino de Hopkins?— preguntó la rubia en voz alta antes de que su vista reparara en la chica más joven— Esa chica de allá, me parece que le he visto antes. 

—Ya nos tardamos: llegó la prensa... —Roxane ignoró su comentario, tras darles la espalda y caminar a paso rápido tras el mismo camión. 

—Pensaba que la Comandante era muy fotogénica— mencionó Candelaria con una sonrisa— ¿Por qué huir de las cámaras ahora?

—Esto no es un reportaje sobre mi guardia. Nadie debe saber sobre Hopkins. Esos medios amarillistas son cómo buitres y, muerto o no, el caso de Hopkins sería un festín para ellos. 

—Pero tampoco puede irse así sin más. 

—Por eso los estoy dejando a ellos. Para bien o para mal, esta operación estará en sus manos ahora— contestó tras darle la espalda y buscar la entrada lateral del camión. 

—Tengo toda la confianza del mundo en su juicio, Comandante. ¿Puedo seguir con lo mío? 

—Dirige a los peritos y contribuye al control de daños. Los cazarrecompensas tienen que estar en la comisaría está noche y no dejes que ningún noticiero los entreviste. Me da igual si usas dinero o amenazas: todo lo que importa es que la noticia de que Hopkins ha desaparecido no puede hacerse conocer— cerró con fuerza la puerta del camión. 

“Vaya, realmente confía en mí”, pensó la rubia. No sabía si sentirse halagada u ofendida, pero tras aquella orden dio la vuelta y regresó al grupo de cazarrecompensas, quienes estaban siendo escoltados fuera de la escena del crimen. Al verla, Gabrielle instintivamente bajó la cabeza para esconder su rostro detrás de la espalda de Allen.

—Buenas tardes oficial Candelaria— saludo Yuri con el tipo de amabilidad entrenada luego de años hablando con agentes de la ley. Por más cansada e irritada que estuviera, a la ley siempre debía tratarla con respeto, pues podría ser una gran aliada o un peligroso obstáculo en sus misiones. 

Leyendas De Gaia 1: El Caballero Soñador  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora