Leyendas De Gaia 1: El Caballero Soñador

Capítulo 10: Cazando Una Comida

En el tren

El primer objetivo fue alcanzado, aunque este solo era el primero de los pasos que seguirían para buscar al desaparecido profesor Hopkins. San Francisco era una ciudad grande, no tanto cómo Seattle pero sí habrían miles de lugares donde podría estar, suponiendo que no hubiese salido de la ciudad o del país. Era un completo misterio, cuya respuesta no podría encontrarse a simple vista, y Allen sabía muy bien eso luego de leer el contrato. No tardarían en salir: lo único que podía hacer ahora era relajarse y dejar que los pensamientos volasen por su cabeza mientras la recostaba contra el cristal de la ventana. 

Comenzando a cerrar sus ojos debido al agotamiento, en ese tiempo solo pudo escuchar unos sonidos extraños de la ventana, lo que hizo que se alejara del vidrio y mirase confuso hacia el exterior, viendo solo la estación solitaria. Pero seguramente esos ruidos son comunes: después de todo, las obras para las demás vías estaban a solo un kilómetro. Sí, debía ser solo eso: nada a lo que le debería poner importancia. Volvería a descansar, siempre con su mente activa pensando y pensando. Así era cuando se hallaba en ratos así de tranquilos o, simplemente, aburridos. Desde lo más inocente, cómo ideas de lo que podría pasar en el juego de rol cuando regrese, aunque sin durar mucho su conciencia al ser abrazado por una sensación grata mientras se adentraba en las profundidades del mundo onírico. Se trataba de un enfrentamiento cerca de un enorme castillo del otro lado del mundo, con un cielo estrellado y bioluminiscencia en el entorno. Parecía un lugar fuera de Gaia: una tierra lejana nunca antes vista a la que nunca se hubiese llegado tras una caminata de años por el planeta.

A pesar de que todo el mundo ya fue explorado en su mayoría, no reconocía ese castillo, en el cual se adentraría minutos después, llegando al jardín principal que no era muy distinto al bioma exterior con la diferencia de que todo el lugar estaba cubierto por enredaderas floridas, con un brillo parecido al neón. A pesar de estar en un lugar que nadie más conocía, este lograba transmitir una vibra que acompañaba la calma y el silencio nocturno. Percibió con el rabillo de su ojo una forma oscura que se escabullía entre las columnas y fuentes, todo esto antes de despertar con los rayos del sol de la tarde chocando directamente en su rostro, provocando incomodidad y calor. Aún somnoliento, frotó sus puños contra sus ojos, aclarando su vista y observando el panorama de una gran grieta profunda, la cual tenía un mar al fondo. 

—Este es El Cañón de San Andrés— diría Yuri, quien estaba frente a él sentada, con sus codos apoyados sobre el descansabrazos y su teléfono en mano.

—Es la primera vez que lo veo en persona: sí que es sorprendente esta obra de la Madre Gaia— respondió Allen estirando sus extremidades y soltando un largo bostezo. Entonces se dio cuenta que no se refería a él, sino a una voz infantil que salía del aparato electrónico de su acompañante.

—¡Wow! Se parece a los dibujos en los libros que el tío Allen me lee— se trataba de Nina hablando con Yuri. La niña se refería a esos momentos en los que Allen los visitaba en ciertas ocasiones y se quedaba hasta el anochecer; si algo tenían en común él y la infante era una imaginación influenciada por los cuentos de hadas.

—Así es mi princesa. Podríamos hablar con tu padre para que viajemos a San Francisco uno de estos días, y así puedas verlo cómo yo lo puedo ver ahora mismo. Hablando de, ¿adivina quien me acompaña?— Yuri se había dado cuenta del despertar del chico, volteando la pantalla hacia el.

—¡Es el tío Allen! ¡¡Hola!! —exclamó la niña con emoción y una gran sonrisa.

Se había dibujado una sonrisa en el rostro de Allen al verla, antes de tomar el dispositivo de Yuri entre sus manos y responder con:

—Un saludo Princesa Nina, Sir Allen Park está a su servicio— dijo el chico con un tono formal, haciendo una reverencia con la cabeza. 

—¿Cómo estás tío Allen? — preguntó la niña con una enorme sonrisa de felicidad.