Capítulo 21: Foraneos

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A la mañana siguiente.

Allen abrió los ojos para encontrarse en otro misterioso lugar del mundo onírico. Esta vez se trataba de una aldea en el mismo bosque nocturno de iluminación neón que en aquel sueño de hace días. 

Las casas eran de roca musgosa, con raíces creciendo en ella junto a unas extrañas vainas que brillaban en una gran variedad de colores. Había elfos caminando de un lado a otro que ignoraban su presencia cual si fuera un fantasma. Cómo antes, decidió caminar por el lugar, viendo claramente que era un pueblo distinto a La Asunción. 

Sus pies le llevaron a lo que parecía una laguna con un puente de piedra y lianas colgando al ras del agua. Frente a él había una cúpula cubierta por vegetación cómo el resto del pueblo. Con curiosidad continuó su camino, quedando maravillado por el entorno. Al entrar a esa estructura se encontró encima de lo que parecía un tribunal. Al mirar hacia abajo se llevó una sorpresa, pues en el centro de la sala había un chico igual a él, pero a su vez distinto, más alto y usando ropa en un estilo renacentista, con una camisa blanca y unos pantalones holgados color café sujetos con un cinturón de cuero. Su rostro estaba cubierto con algunas heridas y su mirada llena de rencor y seriedad, como si hubieran pasado tantos años de batallas que le hicieron cambiar drásticamente. Ni siquiera parecía ese chico entusiasta de la actualidad, o simplemente no era él.

Habría elfos sentados frente a su clon hablando en un lenguaje que se le hacía imposible de entender, lo mismo con su versión adulta cada que abría la boca para argumentar con sus contrarios. Iba a llamar la atención de este grupo cuando alguien tocó su hombro, lo que le hizo voltear y despertar de un susto, lo último que vio fue a una chica joven y rubia con heridas sangrantes en los brazos.

Sin decir nada, lo primero que vio al despertar fue un panorama desértico, junto con un calor sofocante. Su respiración estaba agitada, pero sólo tardó unos segundos en retornar a su ritmo normal. 

—Eres el primero en despertar novato—dijo Jayden al ver por el retrovisor. Estaba al volante, concentrado en el camino frente a él 

—Y pensar que hace cuatro días me estaba muriendo de frío... —afirmó Allen tras aligerar más su vestimenta, dejando a un lado su chaleco y arremangando su playera— ¿Dónde estamos ahora? 

—Estamos en Arizona— contestó el vaquero; se hacía notar su cansancio además de el calor que lo atacaba también. Aunque el aire acondicionado del todoterreno los salvaba del golpe de calor, la temperatura era demasiado alta para que terminara de refrescar— los sospechosos salieron por Oakland, con rumbo a Los Ángeles. Cerca de las cuatro de la madrugada, Candelaria llamó para dar aviso. Se enteraron y cambiaron su rumbo por la autopista abandonada 40.

—Vaya, acabas de ser demasiado específico— estiró sus brazos un poco. Al ser un vehículo muy grande pudo estirarse lo que quisiera— ¿Le das esa información a todos los novatos que te acompañan?

—Pues técnicamente...ya eres parte del equipo, debes estar al día con la información— le contestó el hombre con un tono considerablemente más amable.

—Gracias— respondió Allen con una gran sonrisa, sabiendo que ya comenzaba a ganar reconocimiento, ignorando que solo era una mentira de Jayden para no bajar su moral— ¿No te gustaría cambiar de lugar?

—¿A qué te refieres con eso?— preguntó tras un breve silencio y restregar su ojo con el puño, había captado lo que quería decir— ¿Sabes conducir?

—Trabajé en un taller mecánico: podría hacerlo, aunque no tengo licencia— siguió insistiendo.

—Este es un vehículo de quince toneladas, no es como los autos que reparabas— fue una forma sutil de decir que no— además, no quiero que nos detenga la policía con un menor de edad sin licencia manejando.

Leyendas De Gaia 1: El Caballero Soñador  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora