Capítulo 20: Amigos

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A la chica de los ojos verdes siempre le llamó la atención el observar el cielo nocturno, pero tenía un interés especial en esas dos estrellas: esas luces que parecían rotar sobre sí mismas en el mismo lugar de la bóveda celeste. Tampoco le interesaba la astronomía cómo materia de estudio, pero había algo especial ahí. Sólo sabía que esas estrellas eran demasiado jóvenes para la escala de tiempo universal, pues aparecieron de la nada en ese mismo lugar hace tan solo 10 mil años. 

El chico tendría algo de música reproduciéndose desde su celular mientras trabajaba en el mismo cuaderno de siempre. Intentaba hallar algo en esas figuras geométricas, cómo un arqueólogo excavando la tierra en busca de un tesoro, con cada trazo acercándolo un poco más. Y su tesoro era el rostro de esa elfa, que encajaba tan bien en la página. Utilizó  aquella técnica que consistía en usar espirales para dibujar un rostro de perfil, cortesía de sus clases de arte, pero su talento parecía secundario al lado de la perfección natural de Gabrielle: cada rasgo de ella encajaba muy bien en todo ese boceto.

Ella se dio cuenta de cómo Allen no la dejaba de mirar, aunque para este punto poco le importaba ser vista siempre por la misma persona. Con confianza se dirigió a él con una pregunta que podría parecer tonta para quien ya está acostumbrado al mundo moderno:

—¿Cómo es que esa cosa puede hacer sonar esos instrumentos?— inquirió, apuntando al celular de Allen— Y esa voz…es muy rasposa, pero se escucha muy bien.

Allen atento cerró el cuaderno de inmediato, primero mirando su teléfono y enseguida a la elfa.

—Es una de las tantas funciones de este aparato— contestó torpemente, recobrando rápido su compostura.

—¿Me puedes mostrar como funciona? —preguntó con curiosidad genuina.

—Bueno...— empezó, entregando su aparato electrónico para que lo viera— es sencillo, solo deslizas la pantalla y presionas esos iconos con tus dedos.

—Es cómo esa cosa del restaurante, pero más pequeño— comentó la elfa en voz baja mientras arrastraba los iconos de arriba a abajo. 

—Esa era una tableta: son más prácticas para esos negocios. Mira, puedes buscar cualquier canción que quieras del Internet: mis preferidas son las canciones Hard Rock— Allen estaba feliz ante la confianza que Gabrielle empezaba a demostrar con él. Entonces se le ocurrió hacerle una pregunta— ¿Tienes alguna canción que te guste?

El humano pensó que se tomaría su tiempo, pero esa respuesta salió de inmediato.

—”Bailando en las estrellas”— dijo dudosa.

La sonrisa de Allen se hizo más grande al escuchar esa respuesta, era la canción que ella cantó en voz baja el día anterior. Buscó su versión favorita y la reprodujo poco después, comenzando con el canto de ópera relatando el preludio de dicha historia, y después de un minuto una orquesta empezó a tocar, seguido de instrumentos eléctricos y la voz de una mujer que entonaba la canción en notas casi perfectas, seguida por un hombre que tenía una voz casi melodiosa, yendo por una más intensa y grave. 

Era como la canción anterior. Las veces que Gabrielle la había escuchado fue por parte de su madre, algunas mujeres y niñas de su aldea. Ya fuera a capella o acompañada de instrumentos en sus fiestas que les daban una entonación más folclórica. 

Aunque partes de esa canción parecían rápidas y llenas de caos, podía escuchar con su oído atento que esos extraños instrumentos encajaban bien en esas partes. La canción lograba darle armonía al caos de los instrumentos. Donde se suponía cantaría el hombre, la música se detuvo abruptamente, volviendo la orquesta de inmediato con el sonido de espadas chocando en el fondo como en una feroz batalla medieval. Terminó en un silencio breve que dió paso a la parte final de la canción con unas pistas de piano: la chica cantó de nuevo con una voz angelical y llena de paz. El hombre también entonó melodiosamente, acabando así esa canción. 

Leyendas De Gaia 1: El Caballero Soñador  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora