Capitulo 26

1.6K 226 12
                                    


Escucho todo lo que Uriel tiene para decir sobre lo ocurrido en mi oficina, evitando contactar mentalmente con Anisa por ahora. Sé que sin importar lo que haya ocurrido ella lo explicara; además, de que justo en este momento sigue la pista a los últimos eventos. Sin embargo, permanezco pendiente de lo que ocurre en la habitación de Gema, Irina no permitiría que le falte al respeto.

Aunque lo cierto es que esa chica no es la persona más agradable que Rafael haya conocido. La diferencia entre ambas, siendo humanas y no tan alejadas en edad, es demasiada. A pesar de su carácter, Gema tiene claro cuales son los limites que no debe cruzar, por mucho que trate de aparentar y sin importar lo que haga, sigue temiéndome. En tanto que la otra chica no parece atender su posición y en parte es responsabilidad de Rafael, quien ha estado dispuesto a ceder a cada una de sus demandas y permitirle estar por encima de él.

―Es mejor si regresas ―anuncio, dirigiéndome a Rafael. Al instante hay un ligero gesto de disgusto en rostro, resultado de las palabras que todos podemos escuchar.

Irina he dejado la puerta abierta como lo solicitado, así ninguno tiene problemas para percibir su voz, aun con la distancia a la que nos encontramos.

Zayn no replica, avanza con rapidez por el pasillo.

―Sé que quieres ocuparte de ella ―escucho decir a Uriel, volviéndome hacia donde continúa sentado―, pero esto no puede esperar. Aunque de momento somos pocos los que sabemos sobre los últimos eventos, será imposible ocultar todo lo que ocurre en muro.

―Lo sé. ―Eso es todo lo que digo, ya que siento a la chica acercarse, así que opto por dejar a Uriel.

Aunque Rafael se ha retrasado un poco, afortunadamente no espera que lo despida de nuevo para marcharse, llevando a la chica quien no oculta su descontento. Es bueno que no tenga que repetir, aunque él es alguien en quien puedo confiar mi seguridad, no ocurre lo mismo para con Gema.

Recorro la distancia hasta la puerta de su habitación, escuchando con claridad la pregunta que Gema formula a Irina.

―¿Existe alguna forma de matar a un vampiro?

―Gema... ―No estoy a la vista, definitivamente Irina ha sentido mi presencia.

―No es por ella, es solo curiosidad.

He aprendido bastante sobre Gema, no solos sus pequeños gestos y expresiones que la traicionan, de modo que dudo que sea simple curiosidad. Aunque sin duda eso motiva gran parte de las preguntas que ella realiza, es claro que hay algo más. No obstante, tampoco considero que sea por Anisa. La enemistad es mutua, pero el sentir de Gema es generalizado.

―Prepara la comida ―ordeno, haciendo notar mi presencia, antes de entrar en la estancia.

El rostro de Gema traiciona su sentir, no estoy seguro si se trata solo de temor o hay algo de vergüenza, pero mantengo mi rostro sin emociones.

―Enseguida. ―Irina no replica, simplemente se va, dejándonos solos.

Me sorprende que en esta ocasión Irina no diga nada, buscando interceder por las palabras de Gema, aunque es claro que al igual que Haros y Anisa tiene que haberse dado cuenta que no lastimaría a Gema, sin importar lo indiscretas que sean sus palabras. Lo que me hace consciente de que no soy tan diferente en realidad a Rafael.

Gema evita mirarme, fingiendo estar concentrada en su brazo, cosa que me permite comprobar su aspecto. Si, Anisa ha tenido que contenerse, aunque me cuesta creer que se haya dejado llevar. Tengo que hablar seriamente con ella, esto no puede repetirse, sin importar que tan moderada fue.

No puedo permitir que nadie la lastime, incluso yo siempre debo recordarme que tengo que ser cuidadoso. Si no fuera Anisa, es posible que hubiera reclamado su cabeza para este momento.

Pero no solo se trata de eso, la notable incomodidad que nos envuelve, me recuerda nuestra conversación pendiente y lo ocurrido en nuestro último encuentro, el cual no fue el mejor.

«Los humanos siempre esperan promesas que incluyen amor y eso es algo que un vampiro no puede cumplir, ni siquiera si lo deseara. No prometas algo que no pienses cumplir, porque, aunque lo quisieras es simplemente imposible».

Eso es algo que Henryk siempre solía decirme y que en su momento no pude entender. Somos tan igual, pero al mismo tiempo hay una enorme brecha que no separa y eso es el tiempo de nuestra existencia.

Y sin embargo, eso no impide el anhelo que siento por ella.

―Mírame. ―Pido inclinándome delante de ella. Quiero tocarla, parece tan perdida y delicada. Su determinación no puede compararse a la fragilidad que su humanidad le concede. Parece demasiado para alguien tan pequeño―. Hablaremos mas tarde ―prometo, porque no tiene sentido escapar o fingir que no ocurre nada.

Soy egoísta. Saber que la afecto, de igual o mayor que ella a mí, me hace sentir alivio.

Rozo su brazo, comprobando que no hay una herida o lago más serio. Aun así, tampoco puedo dejar pasar esto a Anisa, por ahora lo mejor es mantenerla alejada.

―Si. ―El movimiento de su boca es una suave invitación, al igual que el latido acelerado en su pecho.

No soy capaz de resistirme, porque en el fondo ambos sabemos que esto ya no es casual, ni siquiera depende de ese contrato que nos liga. Beso su cuello, embriagándome con su aroma, contentándome por ahora con aspirar su fragancia.

―Fue una imprudencia lo que hiciste ―digo, tratando que hacerle entenderle que nunca debe exponerse. Si hay algo que desee probar, seria capaz de actuar en su nombre.

―Yo no pienso lo mismo. ―Quiero maldecir a Haros.

"¿Qué haces aquí? Debías esperar".

"¿Cuánto? No parece que quieres dejar de jugar en los próximos segundos". ―Sigo pensando que podría entrenarla... ―No entiendo su insistencia, pero interrumpo su afirmación.

―Tú entrenas a la guardia, no a ella. Así que olvídate de eso. ―Lo conozco, esta no es una burla y eso es lo que más me preocupa.

―Y tú deja de jugar delante de mí ―gruñe al ver que no me aparto de Gema, ni siquiera mientras le respondo―. Es desagradable.

Lo ignoro, tal como él ha hecho, le he advertido que esperara en la sala, pero no lo ha escuchado.

Me tomo mi tiempo escuchando el sonido de su corazón, esa parte tan particular que la hace ser tan especial. Solía odiarlo, porque representaba una tentación, pero no más.

Levanto el rostro, tocando su boca. El ritmo de su corazón aumenta, me hace saber su sentir, ya sea por la situación o por mi atrevimiento.

Odiando romper el contacto me incorporo y miro a Haros.

―Vamos. Tenemos asuntos que atender ―ironizo, tal como él me lo ha hecho saber.

Sin embargo, existe algo positivo en esto, mientras más rápido pueda ocuparme de esto, podre verla. 

ARMEN (Saga la donante #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora