Capítulo 10

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No puedo dormir.

Con el pensamiento en mente arrojo a un lado las sabanas y me aproximo a la ventana. Es casi de madrugada, pero me encuentro demasiado despabilado.

Podría mentirme y decir que se trata de algo cotidiano, pero en esta ocasión se relaciona directamente con su presencia.

Ella es tan... interesante.

Gema es demasiado imprudente para su propio bienestar. Ella tiene miedo, y hace bien es tenerlo, pero es recia a demostrarlo. Eso me intriga.

Por otra parte, se encuentra mi comportamiento. Ni siquiera me comprendo a mí mismo. No he actuado como de costumbre, tal vez es solo ese espíritu rebelde lo que me impulsa a ponerla a prueba y ver cuanto es capaz de resistirse.

Estoy casi seguro de que diría no solo para llevarme la contraria y eso despierta más mi curiosidad.

Ella no encaja en mi definición de donante.

He conocido otros, incluso antes de que fueran llamados de ese modo. En cierto modo, todos parecían ansiosos por la experiencia, otros pocos tal vez temerosos o con una determinación sumisa que rayaba en lo peligroso.

Un humano no tiene verdaderas defensas contra los que son como yo. Es fácil dominarlos e inclusos muchos se pierden en el camino, como ella lo hizo notar.

Soy consciente de sus circunstancias, las cuales sin duda la motivan a someterse a algo que claramente la disgusta.

Y quizás es eso lo que me hace pensar en mí.

Ninguno de los dos tiene opciones, pero no especialmente ella.

Mis pies se detienen frente a la puerta de su habitación y me encuentro indispuesto a retroceder.

Anisa no se encuentra justo ahora, sería tan fácil entrar, pero...

Hay una parte egoísta de mí, que anhela se quede, que esto se prolongue más que un simple suspiro. Y forzarla solo conseguirá lo contrario.

Tengo que ser paciente.

Doy marcha atrás y deshago mis pasos, obligándome a esperar. Aunque esto se siente como si tuviera algo que he deseado hace mucho y que podría tocar con solo extender mis dedos.

―Un gusto estar de nuevo en su presencia, señor Armen. ―Irina hace un elaborado saludo, al que no tiene caso negarme.

No solo porque constantemente me encuentro recibiéndolos, sino también porque en todos estos años siempre ha sido de este modo, por mucho que insista en que no hace falta.

―Bienvenida, Irina. ―Hago un gesto para que tome asiento.

Ella asiente con una sonrisa tan humana. Una sonrisa que desearía ver en otro rostro.

»Ha sido mucho tiempo.

―Casi cien años para ser precisos. Me alegra ver que se encuentra bien.

Inclino ligeramente la barbilla en señal de reconocimiento a sus palabras.

―Espero que tu viaje haya trascurrido sin muchos inconvenientes y me disculpo por la premura. ―Lo ideal es que ella hubiera descansado un par de días antes de presentarse, pero las cosas entre Gema y Anisa no parecen ser realmente cómodas.

Y Anisa odia realizar labores como cocinar, sin embargo, prefiero que nadie más este en contacto con ella.

―No tiene nada de que disculparse. ―Hace una pequeña pausa, como si midiera sus palabras―. Aunque resulta un poco melancólico estar aquí sin el señor Henryk.

―Parece que todos lo han dado por muerto, ¿qué piensas tú? ―Ella parece animada ante mi pregunta. No olvido que él fue quien la encontró y quien le dio un lugar dentro de la guardia, pero más que un lugar, una identidad.

Al igual que conmigo. Quizás era la naturaleza de él, ayudar a quienes lo requerían o tal vez, una forma de redimirse, por quienes no pudo salvar.

―Es difícil saberlo. Él siempre ha sido una persona misteriosa, por lo que yo diría que todo es posible.

―En cuanto al motivo de mi llamada. Necesito que cuides de una humana. Mi donante. ―Contrario a lo esperado, su semblante no refleja sorpresa o desconcierto, ni tampoco dudas.

―Anisa me ha puesto al tanto de las cosas y puedo asegurarle que no tiene nada de qué preocuparse, cuidare muy bien de su donante. Y si me permite decirlo...

―Por supuesto.

―Me da gusto poder ser de ayuda. Estoy ansiosa por conocerla.

―Ella es una persona... especial.

―¿Tiene mal genio?

―No le agradan los vampiros y es un poco rebelde.

―Entiendo. Y eso explica porque no parece ser de la preferencia de Anisa ―dice pensativa y de modo confidente―. Sin embargo, puedo asegurarle que aunque Anisa puede gruñir mucho, jamás la lastimaría.

―Lo sé, no obstante, prefiero que Anisa se quede con ustedes. Y no es que dude de tus habilidades, pero me gustaría que te ocuparas exclusivamente de sus necesidades. ―Irina cuenta con un entrenamiento casi del mismo nivel que Anisa, con la diferencia que ella es experta en rastreo.

No tiene habilidades especiales como la mayoría de los subalternos, pero su olfato se encuentra más desarrollado. Pero más que eso es porque no tiene prejuicios y tampoco problemas para estar cerca de un humano.

―Cuente con ello.

La despidió, dirigiéndome a la entrada, Gema parece seguir durmiendo y he tenido que evitar verla, después de lo ocurrido en la cena. Realmente me gustaría asegurarle que no tiene nada que temer, pero tal como Anisa e Uriel lo han señalado, por ahora es importante mantener las apariencias y distancias, ya que una vez que recupere la fuerza, ella regresara con su familia.

De modo que es mejor si no creamos lazos y limitamos nuestra interacción.

Esto es solo un trato temporal.

֍

―Dime. ―Rafael se acerca al escritorio, su expresión resulta altamente sospechosa, pero vuelvo a poner la mirada a los informes. He sentido curiosidad por el incremento de repudiados y necesito verificar las cifras para hablar con Melnik de la cura―. ¿Soy yo quien lo piensa o a Haros le disgusta esa pequeña subalterna que has traído de Cádiz?

―¿Te refieres a Irina?

―Ella. Desde que escuchó sobre su llegada no dejó de quejarse y habló de estabas siendo demasiado quisquilloso con esa chica. Dicho por él: hay suficientes guardias que podrían asistir a su donante, sin tener que traer a alguien más.

―Ella cuidó de los donantes de mi padre.

―Cierto, pero... ―Hace una pausa que se prologa, lo que me hace mirarlo.

―¿Qué?

―No estoy seguro si debería decir esto, pero él siente sospecha.

―Es solo una chica humana.

―Es posible, pero... llevo un rato sin saber a donde fue Haros...

Me toma un instante comprender el significado de sus palabras.

Salgo a toda prisa, olvidándome de Rafael.

"Anisa e Irina".

"¿Si, señor?".

"Haros está dirigiéndose probablemente hacia allí. Eviten de que la toque".

"Entendido".

"Haros, ¿qué pretendes?". No hay una respuestade su parte, ya sea porque ha bloqueado mis palabras o porque ha decididoignorarme y eso solo me hace saber que no pretende nada bueno. 

ARMEN (Saga la donante #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora