Capítulo 2

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Doce años antes de la Donante

Aunque hace mucho que para mí el tiempo pareció detenerse, no se puede negar que las cosas han comenzado a cambiar, es tal como Vasyl predijo. Y el principal cambio de ellos, involucra a quien me dio una oportunidad de redimirme.

La primera vez que nos encontramos y entendí quien era, solo deseaba que acabara con mi existencia, que me permitiera desaparecer. No obstante, él tenía otra idea y fueron justamente sus palabras las que me hicieron continuar.

«Vive y protege las vidas que has arrebatado, quizás no obtengas el perdón, pero eso es mejor que rendirte».

Henryk Regan no solo era un fundador diferente a los conocidos hasta ese momento, era también quien convirtió a mi padre y quien estaba dispuesto a darme su sangre para romper la influencia de Darius. Él deseaba darme otra oportunidad.

―Realmente lo estás considerando, ¿cierto? ―preguntó en voz alta, las memorias de sus palabras aun haciendo eco.

Desde el balcón de su oficina, Henryk sonríe, observando el interior del muro, esa es la única vista que ahora proporciona. Ahora que Jericó ya no es una ciudad uniforme, existe un muro que nos separa de los humanos, una idea un tanto extremista que tomaron los miembros del consejo.

Hace más de 50 años, hubo una especie de revuelta, donde algunos humanos intentaron entrar en las residencias de los fundadores. Sin importar, que ninguno de ellos resultó herido, no hizo la diferencia para que usaran ese argumento para construir este lugar.

Dentro del muro es como una pequeña y lujosa ciudad, donde predominan los fundadores y subalternos y donde los únicos humanos que se pueden llegar a ver son los donantes.

Sé que a Henryk le gustaba este balcón, porque le permitía ver hasta los limites de la ciudad y porque también le gustaba a esa mujer. No una de sus donantes, sino la única a la que atesoró.

―Llevo mucho tiempo entre los vivos ―expresa aun sin volverse―. Estoy cansado.

Algunos vampiros no entenderían, pero lo hago, mientras los años se acumulan, el sentido de existir se desvanece. Es como si una bruma cubriera todo y lo único que desearas es cerrar los ojos y hundirte en oscuridad, permitir que envuelva. Y, aun así, es imposible, sigues existiendo y lo harás, a menos que alguien arranque tu corazón o corte tu cabeza.

―Si te vas, las cosas en la ciudad se volverán caóticas.

Finalmente se gira, observándome con una expresión solemne y amable. Siempre he tenido la impresión de que él sabe más de lo que admite.

―El caos antecede y sigue al orden. Es la ley de la vida y se ha mantenido más de lo que todos esperamos al inicio. Además, hay algo que debo comprobar.

―¿Qué es? ―Excepto por la tensión que se puede percibir en las ciudades, las cosas con el consejo están estables y los sistemas para mantener las ciudades han continuado desarrollándose. Hace mucho que no pasamos por periodos en que la comida se haya escaseado y con las alternativas de cultivos cada uno de los asentamientos es capaz de sostenerse.

Él sacude la cabeza, desplazándose hasta el sillón, donde se acomoda, con ese aire elegante.

―Ni siquiera yo estoy seguro de lo que es, pero pronto tendré que partir. Necesito hacerlo.

Me gustaría decirle que no puede hacerlo, pero ¿Cómo podría robarle la libertad a alguien que ha dado tanto a otros? ¿Cómo podría ser tan egoísta? He existido siempre a su cobijo y tal vez Edin tiene razón en algo, debería hacer más que esperar órdenes.

―Puedo hacerme cargo hasta que vuelvas.

―Conoces cuales son mis deseos, Armen.

Avanzo, apoyando mis manos sobre el respaldo de la silla.

―No soy quien para ocupar tu lugar y tampoco es algo que desee. ―Puedo quedarme siempre cubriendo su espalda, porque lo que soy y quien soy, se lo debo a él.

―Lo sé ―admite con la mirada perdida―, y es justo eso lo que me mantiene aquí. Tú no deseas el poder, aun cuando podrías tenerlo.

―Pensé que se trataba de su sueño sobre las ciudades.

―Llevo varios siglos intentándolo y no lo he conseguido, las barreras entre los humanos y vampiros solo se han incrementado. No estoy seguro de ser el adecuado para este propósito. Pero... tú conoces más sobre la humanidad, no eres como los demás. Y mira que he conocido a muchos.

―Soy un vampiro.

―Pero conservas tus emociones. Amaste y sigues amando a tu madre. Además, no se trata solo de mi intención, es un hecho que tu destino ni siquiera ha comenzado. No estoy restándole importancia a todo lo que pasaste, pero debes estar preparado, las verdaderas dificultades vienen ahora.

―¿Qué?

―Sin embargo, para que ocurra, yo no debo estar aquí. Creo que él se ha dado cuenta, la ha sentido y es posible que intente buscarla. Así que debo ir y comprobarlo. Debo alejarlo y darles tiempo, no están preparados aún.

―¿A quienes te refieres? ―Me da una sonrisa condescendiente.

―No es tiempo, mi querido hijo de sangre. Hijo de mi más fiel sirviente y a quien habría con gusto dado la vida. Tu padre hizo mucho y amó demasiado a tu madre, nada me gustaría más que tuvieras esa oportunidad.

―Yo...

―Tú eres más de lo que crees, es solo cuestión de confiar en ti y en los que he puesto a tu lado. Confía en ellos, permite que te ayuden y logra lo que yo no he podido hacer. Mi tiempo y voluntad ha comenzado a decaer.

―No puedes simplemente dejarnos. ¿Escuchaste los rumores sobre Erbil?

Erbil la tercera de las ciudades que fueron fundadas después de la tercera guerra.

Jericó, Cádiz y Erbil, son los únicos sitios donde se mantienen viviendo los humanos y vampiros.

―Todo tiene un tiempo, pero no te angusties, no te dejare solo. No estás solo.

۞

―Se ha ido, ¿cierto? ―pregunto a Anisa, que con expresión solemne asiente.

Hace dos días que tuvimos esa conversación y ahora él se ha marchado. ¿Qué se propone? ¿Qué o a quien busca? No lo sé. Henryk siempre ha sido un misterio, más allá de su serenidad y destreza para gobernar, es alguien difícil de comprender. Pero el punto de ruptura fue ella, porque no pudo mantenerla con vida, a ninguna de las dos.

―Trate de seguirlo, pero... cruzó el bosque y desapareció. Además, me encontré con algunos impuros...

―Está bien. ―Ahora entiendo el malestar que refleja su cara.

Pero... No se puede retener a quien no lo desea.

―¿Quiere que lo siga?

―No. Pide a Rafael y Uriel que vengan, es hora de hacer algunos cambios.

―Como ordene.

No tengo alternativas, así que tratare de hacerlo lo mejor que pueda, al menos hasta que regrese.

No siempre se puede escapar del destino. 

ARMEN (Saga la donante #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora