Capítulo 4

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―¿Está seguro, señor?

Intento ignorar la mirada ceñuda que Anisa me dedica, no es un desafío, se trata solo de su forma de pensar y el hecho de que las personas no son de su agrado. Si tomo una donante, tendría que establecerse en esta casa. No solo por comodidad, también por seguridad. No es para nadie un secreto la existencia de los donantes, cuyos números se han incrementados en los últimos años, no obstante, hasta el momento no he sido partidario de ellos y claramente los sorprenderá. Puede que incluso genere algunos rumores.

―Si ―asiento, agitando la copa de una mezcla de sangre y vino que, entre otras bebidas, se han desarrollado a lo largo de los años desde que las ciudades se establecieron―. Las cosas cada vez son más tensas. Reus y algunos otros fundadores piensan que pueden llevar la ciudad mejor que yo y si sumamos que el número de guardias de Abdón se ha incrementado, no son los únicos que piensan en pueden tomar Jericó.

Inicialmente, fueron 6 ciudades las que se construyeron, no obstante, los recursos y el dividir los guardias nos hizo optar por fusionar algunas de ellas. Aunque una terminó cayendo en manos de humanos que consideraban podían hacer frente a los impuros. Murieron por su terquedad.

Ella gruñe, sacudiendo la cabeza.

―Las reglas son muy claras, señor. Si ellos atacan serán considerados una amenaza y tendrán que ser exterminados. ―Desde luego que, tras tantos años de formar parte de la guardia, Anisa conoce mejor que nadie cómo funcionan las cosas. Tuvimos que establecer reglas, para conseguir que funcionara, no fue sencillo y sigue sin serlo. Eliminarlos no es algo que yo quiera hacer, pero no siempre los vampiros piensan que deben tener límites y eso sin duda supone un peligro para la frágil estabilidad de las ciudades.

Durante la fundación de las ciudades, tras la guerra y sus secuelas, las cosas eran demasiado caóticas, por lo que la desesperación de los humanos mantuvo el orden por muchos años. Sin embargo, hemos llegado a un punto en que la incomodidad ha pasado a la tensión y eso podría derribar en un enfrentamiento.

»Yo podría hacerme cargo de ellos antes de que actúen... ―Miro a Anisa, sin duda de que podría ejecutar su sugerencia, pero no coincidiendo con ella.

―Si haces algo antes que ellos, serás acusada de traición.

―No debería, ellos han dejado bastante claro sus intenciones, no pueden culparme por querer evitarlo ―argumenta con la frialdad que la caracteriza y que, sin embargo, no me preocupa. Conozco sus pensamientos y más allá de su manera espinosa para mantener alejados a todos, siempre acata las ordenes que van en bienestar de los demás. Claro, ella nunca lo admitirá y yo nunca lo mencionaría en voz alta.

Es extraño poder leer con claridad a otra persona, saber el más pequeño de sus pensamientos, por lo que sigo sin entender como los demás pueden lidiar con tener tantas personas conectadas a ellos.

―Debemos esperar ―ordeno, imprimiendo cierta autoridad. Ella no desobedecería, pero al mismo tiempo es capaz de hacer cualquier cosa que considere necesaria―. En tanto...

―Usted debe tomar un donante ―termina por mí, enfatizando su disgusto.

Mantengo mi expresión serena, no queriendo profundizar en un tema que le disgusta, pero que, sin duda, siendo mi mano derecha debe conocer.

―Correcto.

Anisa fue una niña maltratada por un grupo de humanos, ellos no eran buenas personas, la encontraron después de que su familia muriera. Durante años abusaron de ella y conoció una de las peores partes de los humanos, crueldad y perversión, de ahí su poca estima hacia ellos. Ni siquiera deseo recordar cómo fue nuestro primer encuentro y como creí que no lo lograría, pero fue justamente la voluntad en su mirada lo que me impulso a convertirla, aun cuando había jurado jamás atar a alguien a lo que me fue obligado ser.

ARMEN (Saga la donante #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora