Con una profunda exhalación, aumentó la presión sobre la vieja empuñadura de la espada y clavó su mirada en la superficie rustica de madera; la única cosa que los separaba y no serviría de nada. Su cuerpo se tensó, esperando que en cualquier instante cediera y él entrara, porque lo haría. No sé engañaba pensando que esa puerta podría detenerlo, tampoco él podría vencerlo, pero las cosas no serían fáciles. Buscaría darle al menos una pequeña esperanza a su madre. Escuchó el viento golpear las ventanas y se estremeció involuntariamente. Demasiado joven para sufrir, demasiado joven para morir, su madre lo decía cuando pensaba que estaba dormido, pero no había nada que hacer, así eran las cosas, ese era su destino y nunca podría culparla. La amaba más que a nadie, porque, no solo era lo único que le quedaba, siempre fue así desde que su madre los dejó.
Mientras los segundos trascurrían, la certeza de su presencia aumento, podía sentirlo, percibir esa siniestra presencia y también el miedo que provocaba en ella.
«Voy a protegerte», pensó aspirando profundamente, determinado a defenderla hasta su último aliento, tal como hizo su padre.
Su madre era la única persona que le amaba, sin importar que fuera diferente, sin importar que su existencia la hubiera condenado. Ella era gentil, nunca le culparía, pero cuando dejó de ser un niño entendió porque ese monstruo le odiaba. Y también sabía que él había estado dispuesto a perdonarle la vida, si entregaba la suya, no obstante, no aceptó.
Las ráfagas de aire se intensificaron, golpeando la frágil estructura, amenazando con echarla abajo. Como si fueran un presagio. La perilla de la puerta comenzó a moverse, al tiempo que las bisagras rechinaron, un instante previo a que la puerta se abriera por completo. El apretó los dientes y se irguió, luchando por mostrarse valiente. Y entonces lo tuvo delante de él, aun oculto ligeramente por las sombras de la noche, estaba aquel ser despiadado y cruel. A quien habían temido tanto e inútilmente, intentado perder.
No eran rápidos y los lugares a donde ir cada vez se volvían mas escasos, tarde o temprano los alcanzaría y esa noche estaba ocurriendo.
El desconocido dio un paso al interior de la pequeña cabaña, con una sonrisa petulante y una expresión tétrica. Observando con deleite su vano intento por mostrar valentía y hacerle notar lo insignificante que resultaba. Avanzó sin prisas y en ese momento, pudo percibir su aroma. Él también era diferente, pero mucho más que él. Ni siquiera era como su padre. Era un fundador, el peor de todos.
«Evelyn».
Darius aspiró con deleite. Su sangre seguía teniendo el mismo olor exquisito que tanto anhelaba, no podía compararse de ningún otro, y era justamente ese el motivo por el que durante tanto tiempo la había seguido. Ladeó el rostro, permitiéndose contemplarla, le tomó poco tiempo darse cuenta de algo que ignoró en sus anteriores encuentros, ya no era la misma mujer hermosa, su cuerpo parecía haberse marchitado y todo gracias a ese pequeño. Que tampoco era un niño ya.
Sin duda aun debía madurar, pero prácticamente era un hombre y lo miraba con determinación. Ingenuo y estúpido, pero valiente, admitiría eso. Aun los mas poderosos le temían y él estaba ahí, delante de su madre con una espada en mano.
No importaba lo que hiciera, la tendría, aunque fuera solo como un pequeño bocado. Ya que era lo único que podría obtener.
―Aun puedes escapar ―dijo mirando al chico con desdén. Dudaba que su inútil padre hubiera podido hacer mucho por él. Alguien que nunca aprendió a pelear, ¿cómo podría ser capaz de enfrentarle? Él había comandado ejércitos y aprendido de los mejores guerreros, aunque en ese instante ni siquiera eso necesitaba―. Te doy la oportunidad de salvar tu vida.
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ARMEN (Saga la donante #5)
VampireEl otro lado de la historia la donante, narrada por Armen Regan, un vampiro que está cansado de su existencia y que sin embargo, se encontrada en una encrucijada, entre proteger a una simple humana o salvar a los suyos.