Capítulo 20

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―Entonces... hazlo. ―Sus palabras me provocan un enorme alivio. Realmente no deseo parar, sin embargo, jamás haría algo que ella no consintiera, ya que no solo pondría en peligro su estancia, también incrementaría el odio que siento por mí.

Estudio su rostro, esperando ver dudas, temor o quizás la resignación que conlleva el estar obligado a ceder, pero en este momento solo veo expectación. Es como si ella también entendiera que esto era inevitable.

Desde que entré a aquella sala, con la resolución de aceptar la necesidad que demandaba mi cuerpo ante mi negativa a saciar la sed que acompaña a los que son como yo, sentí algo. Cuando la vi ahí, con el temor reflejado en sus ojos, pero al mismo tiempo con una enorme determinación, esforzándose por no delatar su miedo, despertó mi curiosidad y emociones que supuse jamás experimentaría.

Toco su mejilla antes de poner mi boca sobre la suya, ya es algo que se siente natural, ella es receptiva y ansiosa.

Su pecho se agita mientras lentamente la hago retroceder, hasta que termina recostada, yo sigo el movimiento sin querer romper el contacto, pero me obligo a hacerlo.

«Por qué un vampiro es tan temible no es debido a nuestra necesidad de sangre, sino a que nadie es capaz de negarse a nuestros deseos».

Mi padre lo dijo y he visto lo que alguien bajo el influjo puede hacer. No quiero que esto se trate de ello.

―Mírame ―pido rompiendo el beso, sosteniendo su rostro, para encontrar su mirada―. ¿Qué es lo que deseas, Gema? ―Yo haría lo que fuera por ti. El pensamiento es tan aterrador, porque la única persona que deseaba proteger y por quien estaba dispuesto a todo, me fue arrebatada sin que pudiera hacer nada.

Sepulto mis temores, considerando que esta atracción es mutua y también que debería hacer algo más a cambio de permitirme tocarla.

Ella parece reflexionarlo, pero no da una respuesta, así que insisto.

―Dímelo. ―Ella mueve los labios, pero no responde―. ¿Gema? ―Nuestros alientos casi se trasponen y eso finalmente parece hacerla reaccionar.

―A... ti.

Voy a romper mis propios principios y seguir si así lo desea. No existe ningún influjo sobre ella en estos momentos, es simplemente esa conexión que parece empujarnos cada vez que alguno intenta poner distancia.

―¿Estás segura? ―pruebo nuevamente. Puedo retroceder, si así lo elige―. Si hacemos esto no habrá marcha atrás. ―Son palabras que he pronunciado antes, pero que ahora no solo se refieren a alimentarme, sino a algo más personal. Ella inclina ligeramente su cabeza, como una afirmación silenciosa; su mano aferrándose a la manga de mi camisa, como si no quisiera que me alejara.

Pero estoy muy lejos de retroceder.

Tomo de nuevo su boca, un beso lento cargado de promesas. No voy a tomar a esta mujer, voy a adorarla.

Ella jadea, su pecho elevándose casi a la par del ritmo de su corazón. Ese que parece siempre llamarme.

―Te daré lo que deseas ―susurro con dificultad, tan afectado como ella, aunque quizás no lo externo.

Mi mente esta cargada de consideraciones, debo ser suave, debo anteponer sus necesidades, pero es justo esa fragilidad de su cuerpo y su entrega lo que hace sea difícil contenerse y llevar las cosas con calma. Así que imprimo todo ese anhelo en el beso, que termina robándole el aliento.

Hago una pequeña pausa, enganchando mis dedos en los tirantes de su camisón. Su piel es seda y no me resisto a la tentación de probarla, me inclino presionando besos sobre la línea de su clavícula, estimulado su pulso. Eso no es suficiente, cuidando no herirla, mordisqueo; contrario a las posibilidades, ante viejas memorias, sus labios dejan escapar más sonidos, sonidos que carecen de temor.

ARMEN (Saga la donante #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora