Capítulo 9

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―¿Y cuando piensas probarla? ―No muestro reacción alguna ante el doble sentido que las palabras de Haros tienen. Si ayer estaban interesados en ella, hoy no se han molestado en ocultar su curiosidad, a pesar de que pedí discreción―. Supuse que te tomarías un tiempo libre.

―No podemos darnos ese lujo. ―Por ahora las cosas siguen iguales, pero la tensión dentro del muro aumenta. Pronto no tendré necesidad de adivinar quien está de mi lado, ya que ellos mismos mostraran si se quedan conmigo o se unen a Abdón―. Tú deberías estar supervisando la guardia.

―Irvin se está ocupando de eso. ―Agita el brazo, restándole importancia―. Sabes que algunos guardias han sido asignados como escoltas, si me permites decirlo, son estúpidos. Se encuentran resguardados dentro del muro, no necesitan eso. ¿Cuándo nos convertimos en sus perros falderos?

Mantener el orden en las ciudades con el mando de los fundadores fue difícil, porque incluso si el miedo los motivaba, la rivalidad continuaba existiendo, pero nadie se atrevía a oponerse a alguien que podía destruirlo, ahora que ellos ya no están, los siguientes en las líneas de sangre se han comenzado a mover. Muchos han solicitado protección, quizás buscando mantenerse seguros si las confrontaciones dieran inicio.

―De momento eso es conveniente. ―No solo están para protegerlos, algunos han sido asignados para mantener vigilados a los fundadores.

―Tú podrías tomarte todo el tiempo que quieras y pedir más de lo que tienes, pero en ese aspecto siempre has sido demasiado contenido. ―A pesar de sus palabras, Rafael sabe tan bien como yo que las cosas están demasiado inestables.

De acuerdo con ellos, debería mostrar mi poder y obligarlos a doblegarse. Intimidar no es la respuesta, eso solo provoca que las personas se sientan amenazadas y terminen actuando precipitadamente.

Odio la idea de favorecerlos más de lo que ya son, cuando quienes en realidad deberían estar siendo protegidos son los humanos. Sin embargo, antes tengo que hacerme de más aliados, la mayoría de los fundadores que viven en Jericó no son aficionados a las personas, no para verlas más allá de un alimento.

Y ellos siempre me temieron, porque soy diferente.

―Parece que no lo conoces, a diferencia de ti, Armen, no la tomaría apenas llegara. ―Uriel le dirige una sonrisa burlona a Rafael.

―No importa eso ―murmura antes de mirarme―. Tienes que hacerlo, ella fue traída con ese propósito.

―No creo que deba informa mi horario de alimento.

―Nos preocupamos por ti.

Mientras ellos pasan a otros temas, recuerdo su rostro y reflexionó sobre su posible reacción si yo fuera sobre ella, así sin más.

No, no podría. Más allá de la fachada de valentía y bravuconería que Gema se esfuerza en mostrar, tiene miedo. Ambos conocemos los términos, pero ella no es como cualquier otra persona. Necesito ponerla aprueba antes de intentarlo.

O quizás ponernos a prueba a ambos. Ha pasado demasiado tiempo para ti. Tengo en mente que no soy el mismo muchacho sediento que tomó la vida de muchos, para seguir existiendo, pero... prefiero ver el disgusto en sus ojos que el terror que he presenciado en otras ocasiones.

۞

"Bienvenido, señor". Anisa me saluda apenas cruzar la entrada. No parece sorprendida de verme, a pesar de que sea antes de la hora en que acostumbro a volver.

"¿Alguna novedad?". Pregunto quitándome el saco, ella se ofrece a sostenerlo y es solo por rutina que lo entrego. Le he repetido que ese no es su trabajo, pero insiste en hacerlo, ya que salvo quienes se ocupan de la limpieza, no hay sirvientes. Siempre he preferido restringir el número de ayudantes.

ARMEN (Saga la donante #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora