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En la pequeña ciudad en la que había nacido y crecido era muy común que todos nos conociéramos, al fin y al cabo, los únicos que habitábamos esas tierras éramos aquellos cuyas familias habían habitado la zona durante generaciones. Era tan pequeño que apenas había un centro comercial, un par de bares y un hospital relativamente grande. Fuera de eso, los chicos de mi edad tenían que salir de la ciudad para ir a clubes y poder convivir con gente de la misma edad.

Por suerte o por desgracia, yo no era así. Había probado el alcohol cuando tenía trece años y me había escapado de mi casa pero su amargo sabor y el regaño que me había dado mi papá habían sido suficientes motivos para no volver a probarlo. Aún recordaba ese momento como si lo hubiese vivido recientemente: sus gritos, manoteos al aire y su rostro de un color rojo muy preocupante, eran cosas que jamás olvidaría. Prefería pasar mis tardes en la vieja biblioteca con la Sra. de Edevane, ella era agradable y conocía la biblioteca como la palma de su mano. Por supuesto, una gran mujer siempre tenía a un intimidante hombre a sus espaldas y ella no era la excepción. El Sr. de Edevane se encargaba de cuidarla como a la más frágil de las flores mientras congelaba a todos con su fría y calculadora mirada. No entendía cómo la Sra. Elizabeth había logrado domar a la bestia pero necesitaba la receta de su secreto y más aún cuando habían engendrado a una niña tan hermosa y risueña como lo era la pequeña Thabita.

-Buenos días Sra. de Edevane.- Saludé al pasar frente al mostrador.

-Buenos días, Dalila. ¿Qué haces aquí tan temprano?- Preguntó con su típica sonrisa maternal.

-Día libre.- Respondí con tranquilidad.

-Maravilloso, te lo mereces.- Asintió repetidas veces.- Trabajas tantas horas seguidas que me sorprende tu compañía diaria.

-Me agrada mucho esta atmósfera, es relajante.- Sonreí mientras observaba la cantidad inmensa de libros que nos rodeaban.

-Concuerdo contigo.- Pareció recordar algo y salió apresurada hacia los almacenes.- Ha llegado un libro nuevo, creo que te interesará.

-¿De qué trata?- Pregunté en un tono de voz más alto que el usual para que ella pudiese escucharme.

-Eso depende mucho de ti.- Respondió, apareciendo nuevamente en mi campo visual.- Todo depende de tu imaginación y comprensión.

Antes de entregarme el llamativo libro que tenía entre sus manos, un movimiento en la entrada llamó nuestra atención. Su esposo ingresó por las puertas de cristal y con él entró a toda velocidad la pequeña niña que nunca dejaba de sonreír.

-Buen día.- Me saludó cortésmente.

-Buen día.- Murmuré.

-No ha dejado de correr desde que te fuiste.- Le informó el Sr. de Edevane a su esposa, que lo observaba con una mezcla de confusión y alegría.

-Thabita, vas a hacerte daño.- Le habló con una voz tan dulce que incluso yo sentí tranquilidad.

-Hola, Lila.- Me saludó la pequeña de cinco años.

-Hola Thatha.- Devolví el saludo.

-Ese libro lo conozco...- Murmuró el Sr. de Edevane con un brillo extraño en la mirada.

- Así es.- Aseguró ella con una sonrisa cómplice.- Cuando termines, cuéntame qué te pareció.

-Eh... De acuerdo.- Tomé el libro entre mis manos y lo examiné en detalle.

Era un libro muy llamativo y bonito pero no tenía ni la más mínima idea sobre qué se trataba. Su portada transmitía elegancia y grandeza pero más allá de eso no decía nada del contenido. No había imagen, descripción o título en particular, solo era un libro de cuero cuyo color era vino, con bordes dorados y un broche en forma de estrella que me incitaba a abrirlo.

-¿Estás segura?- Preguntó él, sacándome de mis pensamientos.

-Sí, sé que Dalila sabrá apreciar cada detalle.- Ella se veía completamente convencida pero él no, la duda enmarcaba su rostro.

-Bueno... Si tú lo dices, ¿quién podría llevarte la contraria?- Sentía envidia de la buena. Ellos eran de las parejas más unidas y hermosas que había en la ciudad.- Disfruta cada momento pero te recomiendo que tengas cuidado.- Por primera vez en todo lo que llevaba conociéndolos, me había hablado como a una persona común y corriente. De hecho, parecía un consejo que se le daría a un amigo pero no entendía la razón.

-¿Por qué?- Pregunté sin poder ocultar mi confusión.

-Porque... - Pareció haber analizado sus palabras y le dirigió una mirada a su esposa en búsqueda de ayuda. Ayuda que claramente no obtuvo porque ella había puesto su atención en su hija.- Porque la lectura puede parecer en ocasiones confusa, debes tener precaución y analizar bien las situaciones pero sobre todo, no confiar ciegamente en palabras y acciones.

Su explicación me había dejado más confundida de lo que me encontraba. Si bien había querido explicarme sin darme detalles de la trama, el efecto de sus palabras había sido todo lo contrario.

-Eres terrible explicando.- Se burló la Sra. Elizabeth, quien se reía de su esposo mientras cargada en brazos a Thabita.

-Por algo no trabajo directamente con público.- Respondió, fingiendo estar ofendido.

-Sostenla.- Le pasó a la pequeña para que él la siguiera meciendo y no se despertara.- Es un libro que prácticamente te trasportará a la historia, te hará sentirlo en carne y hueso pero depende mucho de cómo tomes lo que leerás. De ti depende cómo se maneja la trama pero él tiene razón en un punto, no tomes una supuesta verdad como una absoluta. Descubrirás después que pudo haber sido un engaño planteado por el, eh... por el autor.

-De acuerdo.- Asentí repetidas veces.

No estaba completamente convencida pero si de algo estaba segura era de que la curiosidad que sentía hacía que mis dedos quemasen. Quería comenzar a leer y pasar página por página para poder descubrir que tenía tan fascinados a los Sres. de Edevane. Con todo lo escuchado me dispuse a sentarme en una de las mesas que allí se encontraban pero nada de eso sucedió porque mi curiosidad fue más rápida que mi cabeza y comencé a leer casi de inmediato.

-Dalila.- Escuché la lejana voz de la Sra. Elizabeth.- Busca al conde charlatán, él sabrá qué hacer.

Como si sus palabras fueran una sentencia, perdí toda moción de lo que allí ocurría. Todo era blanco, luego gris y por último negro.

-¡Oh, oh!- Exclamó Thabita, despertándose de su pequeño sueño y siendo testigo de lo ocurrido.

-Oh, oh.- Repitió Elizabeth con fingida sorpresa.

-¿Estás segura de que fue una buena idea?- preguntó Malek, mirando a su esposa.

-Estoy completamente segura, mi amor.- Murmuró ella, llevando su mano izquierda a la mejilla de su esposo y acariciándola con delicadeza.- Creo que es momento de comenzar y, ¿qué mejor que enviando a Dalila?

-Eres increíble...- Murmuró Malek con admiración y amor, tanto en su voz como en su mirada.- Te amo tanto.

-Yo también lo amo, mi amado rey.- Susurró. Ambos unieron sus labios en un casto beso que reafirmaba lo dicho.

Los deseos de Galia Threswalt habían comenzado a volverse realidad. Solo faltaba ver el final de aquella historia que comenzaba a desarrollarse, aquella que esperaba a su protagonista con ansias y la toma de decisiones que ésta haría. Definitivamente, el libro volvía a tener un propósito y era unir dos corazones separados por el tiempo pero, ¿lograría suceder o alguien terminaría herido?

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora