El viaje a Ciat fue extremadamente largo y agotador. El camino era hermoso, eso no se podía negar pero había sido espantoso estar prácticamente tres días sentada en un pequeño carro de madera. Reli no parecía estar molesto en lo absoluto y eso se debía a que había hecho ese trayecto en más de cinco ocasiones.
-Debes tener las nalgas inmunes a todo tipo de dolor.- Murmuré de malhumor.
-Ya pasará.- Se rio de mí.- Te acostumbrarás.
-Me duele mi trasero.- Lloriqueé.
-Podría ayudarte pero no me dejarás.- Murmuró pícaramente.
-Atrevido.- Golpeé su hombro.
-No he dicho nada, mi pequeña flor.- Susurró sobre mi cabello.
No pasó mucho cuando por fin pude estirar mi cuerpo al gusto. Habíamos llegado a Ciat, la ciudad de la luna.
-¿Por qué es llamada la ciudad de la luna?- Le pregunté a Reli.
-En Ciat, por algún extraño motivo, las noches duran más de lo normal.- Fruncí el ceño confundida. No sabía que eso era posible a menos que estuviese en otro lado del planeta pero no en el mismo continente.
-Extraño.- Murmuré
-¡Conde!- Exclamó un señor de estatura promedio y edad algo avanzada.
-Rey.- Saludó cortésmente e hicimos un reverencia.
-Es bueno verlo por nuestras tierras.- Habló una mujer de más o menos la misma edad que el hombre.- Y bien acompañado.
-Rey Vlas, reina Sorline, ella es mi prometida.- Tomó mi mano.- Dalila.
-¿Prometida?- Preguntó ella, echando a un lado al rey.- ¿De verdad?
Él comenzó a mover la cabeza de un lado a otro, buscando la manera en que le explicaría la situación.
-Se encuentra en espera, reina.- Respondí.
-No le han aceptado, ¿eh?- Se burló ella.- Me agrada, querida.
-Ya era momento de que sentara cabeza.- El rey Vlas asintió en aprobación.- Vamos, tenemos mucho de qué hablar.
-No sienta pena, mientras los hombres hablan de problemas diplomáticos y riquezas, nosotras hablaremos de nuestros intereses.- Ella era alegre y muy amable pero era una desconocida y a mí me costaba ser amable desde el primer momento.
Fui prácticamente arrastraba frente a la atenta mirada de Reli y no hizo nada más que sonreír. Yo no tenía idea sobre etiqueta o el comportamiento que debía tener frente a un rey.
-Bien, bien.- Murmuró la reina, sonriente.- ¿Cómo se conocieron?
-Bueno...- Murmuré avergonzada.- Una conocida del conde me pidió que lo buscara y debo decir que nuestro encuentro no fue nada gratificante.
-Es un hombre muy mal educado en un principio.- Aseguró.- ¿De dónde es usted?
-Yo... Le seré sincera, reina Sorline. No soy de aquí.-Murmuré.- La Sra. de Edevane...
-¿Conoce a la reina?- Preguntó extrañada.
-Sí, ella vive en el mismo lugar que yo.- Sus azules ojos se abrieron con exageración.
-Es una viajera...- Susurró y asentí.- ¿Los reyes están bien?
-Sí reina, ellos se encuentran muy bien y felices.- Asintió complacida.
-Continuando con el conde, ¿le ha dicho que la quiere?- Esa mujer era muy directa.
-No con palabras exactas pero sí con gestos.-No iba a mentir, no ganaba nada haciéndolo.- Dice palabras dulces y sus acciones me lo demuestran pero no lo ha dicho con esas palabras como tal.
-Me agrada, Dalila.- Sonrió levemente.- No lo presiona y el conde es quien parece estar más que deseoso de casarse con usted.
-Nos estamos conociendo.- Sonreí.
-¿Lo ama?- Preguntó, haciéndome cambiar en colores.
Daba gracias a Dios por no haberme atrevido a responder aquella pregunta porque las voces de Reli y el rey se escuchaban cada vez más cerca. Ella no alejó sus ojos de mí hasta que aparecieron ellos.
-¿Estás bien?- Murmuró Reli.
-Sí.- Susurré.
Tomé valor para mirar a la reina y bajo su atenta mirada asentí. Podía escuchar un chillido de emoción por su parte pero yo estaba tan avergonzada que no podía alejar mi mirada de mis zapatos.
Lo había admitido frente a los reyes y el conde, teniendo como única conocedora a la reina. Amaba a ese conde charlatán.Pov Reli
No comprendía qué estaba pasando entre la reina y mi pequeña flor. Dalila estaba sonrojada y la reina Sorline se encontraba muy feliz, más de lo habitual. Ambas creían que nadie había notado la situación pero al menos yo sí, Dalila había respondido algo con un asentimiento y necesitaba saber qué era.
-Reina, ¿puedo hablar con usted un momento?- Pregunté a la mujer que se encontraba sentada fuera del castillo.
-Por supuesto.- Respondió.
-Seré directo.- Me giré hacia ella para que no pudiese ocultarme nada.- ¿Qué le dijo Dalila?
-No sé a qué te refieres.- Murmuró.
-Ella estaba sonrojada luego de hablar con usted.- Le recordé.
-Dalila es una joven tímida en ciertos aspectos.- Me evadía.
-Reina.- Se rio.- ¿Qué le preguntó?
-Conde, debería preguntarle y si Dalila desea se lo dirá.- Respondió con tranquilidad.
-Al menos dígame que no se trata de una mala noticia.- Suspiré cansino.
-Puede estar tranquilo, no me confesó querer huir de su lado, si eso le preocupa claro está.- Asentí levemente.
-¿Aceptará mi propuesta?- Necesitaba saber esa respuesta.
-Lamento no poder responder eso.- La reina estaba siendo sincera.- Dalila no me comentó nada al respecto.
-Bien.- Murmuré.
-Conde, no la presione. Tiene una joven que lo hace ser mejor persona así que cuide sus pasos y no la hiera.- Asentí nuevamente e hice una reverencia.
No me había dicho nada, ni siquiera me había mentido. ¿De qué habrían estado hablando? Si la reina no me había dicho, era más que evidente que Dalila no lo haría.
Quería saber la respuesta... Necesitaba saber si ella aceptaba ser mi esposa pero era consciente de que debía esperar pacientemente. Dalila tenía que analizar si era lo que realmente deseaba y eso llevaría tiempo.
Mis pasos hacían eco por el enorme castillo mientras mi cabeza intentaba analizar lo sucedido. Me repetía una y otra vez que debía esperar por mi pequeña flor pero era más difícil de lo que parecía.
-Reli.- Su voz me sacó de mis pensamientos.
-Dime, Dalila.- Ella era realmente hermosa.
-Debemos seguir curando tu espalda.- Y me encantaba que aquella mujer hermosa se preocupase por mí.
-De acuerdo.- Accedí, tomando su mano y dejándome llevar por ella.
Ella era la flor más hermosa que había visto. Sus pétalos eran brillantes y coloridos pero su tallo lleno de duras espinas hacían que admirarla fuese difícil. Solo el más ambicioso de los hombres se atrevería a tomarla aunque lo lastimase y yo estaba dispuesto a ser aquel hombre. No importaba cuántas veces gritara o utilizara palabras extrañas, ella era la flor que necesitaba para saber qué era amar, incluso si eso significaba lastimar mis manos en el intento.
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La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]
Fantasia💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Tercer libro de la saga EE.• •Recomiendo leer los primeros dos libros para entender lo que sucede.• El libro ha vuelto a hacer de las suyas, ahora solo qu...