🌸07🌸

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No quería levantarme de allí. Tenía un cúmulo de emociones y ninguna era agradable, solo podía imaginarme golpeándolo hasta que mis nudillos doliesen.
 
-

Al demonio con la estúpida misión.- Susurré con voz ahogada.
 
Sabía que al otro de la puerta se encontraban algunas personas, sus murmuros me indicaban su posición y ahí estaba el problema. Si quería tomar el libro y volver a casa, tenía que ponerme en pie y con eso ellos ingresarían a la habitación.
 
-Dalila, querida, abra.- Habló Sara desde el exterior de la habitación.
 
Lamenté no poder contestarle, me había encariñado con ella y su actitud despreocupada pero si ella ingresaba ellos también lo harían. Con cautela comencé a gatear hasta la cama, tomé el libro y comencé a buscar aquella página que mágicamente había desaparecido.
 
-Suscipe me quo me decet esse Redi ad cor meum, ubi ego potest bene sit ubi...- Había llegado recitado casi toda la línea pero no pude terminarla. Una mano bastante grande cubría mi boca para que no terminara de leer.

-Ni se le ocurra.- Murmuró a mis espaldas.
 
El conde, sin quitar su mano de mi boca y bajo la atenta mirada de todos, me arrebató el libro y lo cerró con cierta fuerza. Él había ingresado y me había atrapado de espaldas por lo que mi cabeza descansaba en su pecho y mis orejas tenían acceso directo a la inestable respiración del hombre.
 
-Todos, a sus puestos.- Ordenó por lo bajo pero al ver que nadie se movió, volvió a repetirlo más fuerte y no tan amable.- ¡Desaparezcan!
 
Los pasos de al menos cinco personas se escucharon correr por todo el pasillo y luego, las puertas comenzaron a cerrarse, fundiendo el pequeño castillo en un sepulcral silencio. Decir que no estaba asustada sería mentir, por supuesto que lo estaba, sentía que me haría pis encima si él no se alejaba de mí.
 
-Le dejo su espacio para que se tranquilice e intenta volver…- Murmuró por lo bajo.- Si grita la encerraré.
 
Dicho eso, alejó lentamente su mano de mi boca y se puso en pie, acercándose a la puerta y cerrándola. No me iba a girar, sentía su mirada taladrando mi nuca y la valentía que había sentido desde un inicio se había esfumado.
 
-Gírese.- Ordenó. Por supuesto que no lo hice.- He dicho que se gire.
 
Podía haberlo ordenado treinta veces más pero no lo hice, no me giré y no lo haría. Sin embargo, aquel hombre no era estúpido y supo casi de inmediato que no acataría sus órdenes.
 
-Mujer tenía que ser.- Murmuró. Escuché sus pasos acercarse y se detuvo a mi lado.- Señorita…
 
El conde se arrodilló a mi lado y colocó sus dedos en mi mentón, girando mi rostro hacia él. Con salvajismo rompí todo contacto físico y él volvió a hacer lo mismo, esta vez con más fuerza para que no pudiese liberarme.
 
-Me he disculpado.- Habló sin alejar su mirada de mi rostro.

-Una disculpa no me devuelve la dignidad.- Murmuré con acidez.

-Soy consciente de ello.- Me dio la razón.- Pero no fue mi intensión.

-¿Acaso no le enseñaron a tocar la puerta?- Pregunté mordaz.

-Le recuerdo que apenas lleva un par de horas aquí, olvidé por completo su presencia.- Frunció el ceño fuertemente.

-Aléjese.- Tomé la mano que sostenía mi mentón y la alejé de mí por completo.- Pervertido.

-No sé qué significa eso pero por cosas menores se han ejecutado personas.- ¿Me amenazaba? No señor.

-Hágalo, ejecúteme.- Lo reté.- Así no tendré que volver a verlo. Cuando la Sra. Elizabeth vea que no vuelvo cambiará su impresión sobre usted.

-¿Acaso…?- Preguntó confundido.- Usted no conoce cómo funciona el libro.- Susurró.

-Por supuesto que lo sé.- Me defendí aunque era una estúpida mentira.

-No, no lo hace.- Aseguró.- No le explicó nada.

-Cierre la boca.- Me puse en pie y me acurruqué en una silla que se encontraba en una esquina de la habitación.
 
No entendía porqué aquel pervertido me observaba fijamente y sonreía con diversión. Era la auténtica actitud de un asesino en serie.
 
-Le recomiendo cuidar sus pasos, evite su muerte en esta época.- Habló sin dejar de sonreír.- Nada bueno ocurre cuando un viajero del tiempo fallece en épocas pasadas.

-¿Por qué sonríe?- Pregunté, sintiendo el malestar correr por todo mi estómago.

-Es evidente, usted me necesita.- Comenzó a caminar hacia la puerta pero se detuvo cuando su mano estuvo sobre esta.- Por cierto, no importa cuántas veces lea aquello, si está aquí es por un propósito y hasta que no se cumpla no podrá marcharse. Lo único que logrará leyendo el escrito todo el tiempo, será aprendérselo.

-Entonces devuélvame el libro.- Extendí mi mano al aire.

-No. Me aseguraré de guardarlo en un lugar seguro para evitar acontecimientos similares.- Terminó de abrir la puerta y salió, llevándose el libro y dejándome sola.
 
Respiré profundamente, estaba exhausta y mi humor no era el mejor. Esperaba por todos los dioses griegos que la misión valiese la pena o no volvería a pisar aquella biblioteca. En ese momento mi mente me hizo una mala jugada y me recordó las personas que había dejado atrás aquella mañana. Me preguntaba cómo estarían mis padres, mis amigos y… cómo estaría mi amor platónico. Sí, tenía un amor prácticamente imposible y en vez de estar allí y tartamudear por su presencia, me encontraba en un lugar lejos de mi hogar, tanto geográficamente como en tiempo.

Si la Sra. Elizabeth me había enviado a ayudar al demente ese tenía que hacerlo y por más repele que sintiese por él, tenía que ser relativamente amable. Al menos, hasta que todo terminase y estuviese en mi camita querida. Me puse como meta el cumplir con mi misión y tan pronto pusiese mis pies sobre las tierras de mi ciudad, buscaría a aquel chico y le diría todo lo que sentía por él. Podía ser cruelmente rechazada pero no me importaba, prefería eso a seguir en Europa y aguantar los cambios y atrevimientos de ese hombre. Al fin había entendido porqué la Sra. Elizabeth lo llamaba conde charlatán y es porque lo era, no había otra palabra que lo describiese mejor.

Ese conde de pacotilla…

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora