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-Dalila...- Susurró cerca de mi oreja.

-Dime.- Había algo diferente en él, en su actuar y hablar.

-Quiero un bebé.- Soltó y mordió su labio con nerviosismo.

-¿Qué?- Susurré.- Einar ni siquiera tiene un año.

-Ya...- Me asusté cuando comenzó a reírse por lapsos. Estaba nervioso.- Quiero que tengamos más hijos.

-Es una gran responsabilidad tenerlos tan seguido, Reli.- Tenía la sensación de que perdía el tiempo mientras intentaba hacerlo entrar en razón.

-Podremos con ellos.- Susurró, abrazando mi cuerpo y colocando su cabeza sobre mi hombro.

-Reli.- Lo reñí al ver sus intenciones. Una de sus manos había comenzado a descender hasta tocar mi vientre bajo.

-Quiero más.- Ronroneó. Comenzó a besar mi cuello y a succionar suavemente mi piel, sin dejar marca alguna.

-Reli.- Susurré tan bajo que creí no haber hablado.

-Dime que sí, anda.- Él sabía perfectamente que ya me tenía envuelta en sus encantos. Era de su conocimiento que cuando ya no podía formular una oración completa, significaba que estaba a su merced.

-¿Cuántos más?- Pregunté con dificultad.

-Al menos dos.- En un movimiento rápido, ambos caímos en la cama y se acomodó entre mis piernas.

-Deja de torturarme.- Susurré sobre sus labios cuando se dignó en alejarse de mi pobre cuello.

-Entonces déjame ser feliz nuevamente, permíteme disfrutar de ti.- Sin poder evitarlo sonreí y esa fue la respuesta que necesitaba.

Se deshizo de su pantalón y sin preámbulos se adentró en mi interior. Había comenzado siendo muy lento y luego aumentó sus movimientos considerablemente. Me estaba matando con sus constantes cambios y delirantes caricias. Cuando se cansó de jugar conmigo, mantuvo un solo ritmo hasta el final de nuestro pequeño encuentro.

Él quería atraer a la cigüeña y no iba a detenerse hasta verla llegar. Para su satisfacción, después de algunos intentos logramos que quedase embarazada otra vez. Debía admitir que pasar por aquella experiencia nuevamente era enternecedor y más cuando en el segundo parto volví a tener un varoncito. Nuestro pequeño Niels había heredado el cabello rubio que en vida había lucido la madre de Reli, cosa que lo hacía llorar cada que lo veía. Por último y no por eso menos importante, nuestra pequeña Irina. Concebirla había sido algo más complejo porque Reli había tenido que ir a combatir pero antes de ir y después de haber vuelto sano y salvo, continuó con su misión.

Tres niños. Tres hermosos y saludables niños que llenaban el castillo de alegría. Mientras iban creciendo se hacían cada vez más unidos y se acompañaban en todo momento. Einar cuidaba de sus hermanos pequeños y velaba por su bienestar mientras que Niels era más dedicado a Irina. El pequeño rubio siempre cedía ante los caprichos de su hermanita menor y aunque no le gustaba jugar a las muñecas, lo hacía para que ella no lo hiciera sola. Nuestra pequeña tenía enamorados a todos con su gran sonrisa y personalidad, era un chiste andante y no le importaba mostrar lo protectora que era con su papá. No dejaba que ninguna otra mujer que no fuese yo, se le acercara. Era muy divertido ver cómo Reli me pedía que me llevase a Irina porque no lo dejaba tener una reunión con alguna reina o duquesa.

Eso Irina, muéstrales quienes mandamos aquí, pensaba todo el tiempo.

-¡Mamá!- Gritó Einar desde la distancia.

-No puede ser.- Murmuré cansina, tomando mis cosas e intentando escabullirme.

-¡Mamá!- Volvió a gritar.

Sabía que me llamaba para quejarse de algo que había hecho Irina.

-¿Qué ocurre? ¿Por qué gritas?- Preguntó Reli con notorio malestar.

-Irina...- Su voz se cortó bruscamente.

-Oh, no. No otra vez, es suficiente.- ¡Ja! Pensé.

-Pero papá...- Otra vez fue cortado.

-Tienes veinte años Einar, no puedes correr y quejarte de todo con tu madre todo el tiempo.- Cubrí mi boca con mi mano para que mi risa no fuera escuchada.

-Bien, entonces ve tú y dile a Irina que no puede salir con su pretendiente.- Toda la risa, ruido e incluso el cantar de las aves, desapareció.

-¿Qué?- Gritó Reli.

Oh, oh. Era hora de salir.

Corrí hacia la salida como si mi vida dependiera de eso. En realidad, si quería paz mental en la mesa mientras todos comíamos, debía darme prisa.

-¿Qué crees que haces?- Le preguntó Reli a una pálida Irina.

Tenía que reconocer que era consciente de que Irina se veía con alguien y había hablado con ella al respecto pero su movimiento había sido una estupidez. Si quería verse con su pretendiente no podía hacerlo frente al castillo y mucho menos de día, sus hermanos y papá estaban como buitres detrás de ella y solo causaría problemas, como en ese momento.

-¡Oh!- Exclamé al ver a Markus.- Pensé que no llegarías.

-¿Qué está sucediendo?- Preguntó Reli fuera de sí.

-Había enviado al chico a enviarle un pergamino a una amiga y vino a informarme, ¿cierto?- Con sutileza le indiqué que asintiera.

-Así es, conde.- Murmuró apenado.- Como no vi a la condesa le pedí a su hija que le diera el mensaje de que el pergamino había sido entregado.

-Gracias.- Sonreí, empujándolo un poco para que se fuera.- Envíale saludos a tu madre.

-Lo haré.- Hizo una reverencia y desapareció.

-Listo, no creí que fuera a causar tantos problemas.- Los chicos habían entrado entre quejas e Irina me agradeció en silencio.

-No te creo esa historia.- Dijo Reli, quien no había alejado su mirada de mi rostro.

-Vamos Reli, tranquilízate.- Susurré.

-Espero que sepas lo que haces.- Murmuró con el ceño fruncido.

-Siempre lo sé.- Me sujeté de sus hombros y besé castamente sus labios.

Los años pasaron por nuestros ojos con rapidez, nuestros hijos habían crecido e incluso tenían sus parejas e hijos. Era maravilloso ver las próximas generaciones correr por ahí y abrazarnos al vernos. Nosotros habíamos envejecido al lado del otro, compartiendo alegrías y tristezas, lo peor y lo mejor. No importaba cuánto tiempo hubiese pasado, yo seguía amándolo como en un inicio y nuestra complicidad no se había desvanecido. Éramos padres y abuelos orgullosos de los logros y alegrías de nuestra familia, nuestra numerosa y cálida familia.

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora