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Él nos observaba desde el otro lado del escritorio y yo no me atrevía a hablar. Según había escuchado, ese hombre era el rey Arturo de Bretaña, nombrado por el mismísimo rey de Britmongh, Malek de Edevane que casualmente era el esposo de la bibliotecaria de mis tiempos. Mientras más escuchaba, más mi cabeza deseaba inflarse y explotar. Era tanta la información y todo parecía tan irreal que no sabía en qué creer. Además, frente a mis narices tenía al único e inigualable Arturo de Bretaña y eso era toda una hazaña.

-¿Y bien?- Rompió el espeso silencio que reinaba en el despacho.

-¿Conoce a un tal conde charlatán?- Pregunté sin rodeos.- La Sra. Elizabeth me dio indicaciones de encontrarlo.

-Ah, hacia mucho no escuchaba ese apodo tan peculiar.- Sonrió ante un posible recuerdo.- Lo conozco, es el conde de Sdon.

-¿Sdon?- Preguntó mi acompañante.- Esa ciudad queda algo lejos.

-¿Cuánto?- Pregunté.

-Dos o tres ciudades.- Respondió Sara.

-¿Es importante que se vea con él en estos instantes?- Preguntó el rey.

-Le seré sincera, no tengo idea de porqué estoy aquí.- Pasé con nerviosismo mis manos por mi rostro.- Ella solo me dio un libro…

-Claro, así fue como la reina llegó a estas tierras.- Aseguró él.- En estos momentos el conde debe estar en plena guerra pero enviaré a un mensajero, cuando él llegue a las tierras se me informará y se le brindará un carruaje para que vaya a Sdon.

-Se lo agradezco.- Otra persona a la que le debía un favor.

-Cuando vuelva a su época…- Comenzó pero frenó a mitad de oración.- Envíele mis saludos al rey y a la reina.

-Lo haré.- Asentí repetidas veces.
 
Luego de la rápida reunión, fuimos escoltadas hasta la pequeña casa en donde me estaba quedando. Sara tenía que descansar su espalda y yo aproveché ese momento para ayudarla con la limpieza y organización. No metí las manos donde no me habían permitido, únicamente limpié superficialmente y organicé aquello que sabía, no estaba en su sitio.
Había perdido la noción del tiempo, de hecho, no recordaba siquiera si llevaba una semana o dos meses en lo que ahora sabía que era el reino de Britmongh. No había pasado algo demasiado interesante mientras esperaba el aviso del rey, aunque eso cambió cuando fui mandada a llamar al castillo.
 
-Rey…- Hice una torpe reverencia.- Me mandó a llamar.

-Así es, el conde regresó a Sdon. Sólo falta que usted indique cuando quiere partir.- Me había sorprendido la noticia porque no esperaba tanta disposición de su parte.

-Cuando usted lo vea más conveniente.- El rey Arturo asintió repetidas veces, analizando la situación.

-El carruaje la estará esperando frente al hogar de Sara al amanecer. Puede llevarla con usted o no, es su decisión.- Comenzó a buscar algo en las cajones del escritorio y me extendió una especie de carta.-Si tiene problemas no dude en utilizar la carta blanca, le salvará la vida. Ese pergamino indica que usted es la protegida de Britmongh pero aún más, que está protegida por los auténticos reyes.- Explicó.

-Se lo agradezco.- Hice nuevamente una reverencia y salí de allí.
 
La realidad era que no tenía mucho que empacar, no tenía nada además del libro y la ropa que llevaba puesta. Tenía planeada en mi mente una conversación que tendría con la Sra. Elizabeth una vez que mis pies estuviesen en la ciudad, estaba lista para reclamarle.
 
-Al menos debió haberme aconsejado que me llevara una muda de ropa interior.- Me quejé, recitando parte del discurso que le esperaba.
 
Recorrí el camino de vuelta con toda la lentitud y paz posible, admiraba todo a mi paso y cada vez estaba más encantada. Era una maravilla de época, difícil pero maravillosa. Tenía su encanto y brillo propio y sobre todo, no había contaminación en el aire, el aire puro acariciaba mi piel y alborotaba mi cabello con tanta elegancia que parecía danzar.
 
-¿Qué ocurrió?- Preguntó la voz de Sara, tomándome desprevenida
.
-¿Me esperaba?- Pregunté al ver que había hablado por una de las ventanas de su casa.

-Por supuesto.- Respondió.-Hable, hable.

-El conde de Sdon llegó a las tierras, al amanecer partiré y… Tiene la opción de acompañarme, claro está, si quiere.- Murmuré con timidez.

-Oh, estos jóvenes. Por supuesto que voy a ir.- Intentó verse ofendida.- Así podré conocer a un caballero…- Con su arrugada mano derecha frotó sus dedos para dar a entender a lo que se refería, dinero, dinerito.

-Eres increíble.- Reímos mientras me abría la puerta y me dejaba pasar.
 
Dormí lo que pude y al amanecer ya nos encontrábamos en el interior del carruaje, esperando para comenzar nuestro viaje. No tenía idea del motivo por el que la Sra. de Edevane me había aconsejado a buscar al conde pero si ella lo había dicho era mejor hacerlo, solo por curiosidad.
 
-Detesto los viajes.- Se quejó Sara.

-Recuérdeme porqué está aquí.- Hablé, conociendo la respuesta.

-Por una vida mejor.- Aseguró con una sonrisa lobuna adornando su arrugado rostro.- No me hace falta nada pero con los antiguos reyes vivíamos mejor, las monedas nos sobraban.

-Nárrame más sobre ellos.- Presté atención a la anciana que se acomodaba para comenzar a hablar.

-El rey era un hombre frío hasta que la reina apareció, jamás lo habíamos visto sonreír hasta aquel momento. Su mirada se iluminaba cuando ella sonreía y su prioridad era el bienestar de nuestra reina. La reina Elizabeth era una mujer amable y bondadosa y no tenía temor en dar su opinión o defender sus creencias. El uno no caminaba sin el otro hasta…- La alegría con la que hablaba se había esfumado de su rostro.- Hasta que ella falleció.

-¿Qué?- Pregunté incrédula.

-La reina fue asesinada y el rey perdió su ser, todos creíamos que moriría de tristeza pero no fue así, desapareció y años después regresó y con él lo hizo ella. Todos estábamos confundidos y temíamos por nuestra vida, algo malo se vestía de la reina y se paseaba por nuestras tierras sin temor.- Su mirada se perdió en el suelo del carruaje.- Fue sentenciada a muerte por ser una bruja.
 
Mi confusión no podía ser mayor, ¿la Sra. Elizabeth había muerto en dos ocasiones? ¿Cómo eso era posible?

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora