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-Reina.- Reli y yo hicimos una reverencia.

-¿Cómo se encuentran?- Preguntó la reina Sorline.

-Bien, ¿y usted?- Respondí cortésmente por ambos.

-Muy bien.- Asintió.- ¿Y bien?

-He triunfado.- Él había estado como hoya de presión, listo para comenzar a chillar.

-¿Tomó la decisión?- Preguntó, intentando ocultar su sonrisa.

-Así es reina, se lo agradezco.- Reli frunció el ceño profundamente al captar algo que no entendía.

-¿Lo sabía?- Preguntó ofendido.

-No, aunque lo sospechaba.- Me observó con complicidad.

-No puedo creerlo... Le pregunté.- Le estaba reclamando a una reina.

-¿Le preguntaste?- Mi voz salió más chillona de lo debido.

-Por supuesto que lo hice pero no me dijo nada.- Se quejó.

-Metiche, chismoso, eres la típica vecina de barrio que utiliza rolos y se sienta en el balcón para ver qué ocurre a su alrededor.- Había sacado términos que ellos no conocían y mientras él me miraba con una mezcla de asombro y confusión, la reina se reía sin parar.

-No sé qué cosas me llamaste pero me he ofendido.-Dijo aún sorprendido.

-Como debe de ser.- Aseguré.

-Es maravillosa.- Comentó ella sin parar de reír.

Los días en Ciat habían pasado tan rápido que parecía uno solo. Reli tenía razón, la luna duraba sobre sus cielos más tiempo del debido y yo no entendía la razón. Cuando nos tocó despedirnos de los reyes, la reina olvidó por completo su título y se acercó a mí para abrazarme. Aquella mujer era un amor de persona y su pueblo la amaba de igual manera o más que el mismo rey.

-Ellos me agradan.- Murmuré mientras nos alejábamos en el carruaje.- Debemos volver algún día.

-Haremos lo que tú quieras.- Aseguró sonriente.

Reli había estado más relajado que nunca durante nuestro viaje. Se notaba a leguas que les tenía cariño y se sentía cómodo con sus aliados más fieles.

-¿Por qué me observas?- Me preguntó, mirándome de reojo.

-Pienso.- Respondí sin rodeos.

-¿En?- Achicó los ojos como si estuviese intentando leer mi mente.

-En lo relajado que has estado en estos días.- Murmuré.

-Porque has estado a mi lado.- Alzó los hombros, restándole importancia.

-Siempre lo estoy, Reli.- Por instinto rodeé los ojos.

-Y así seguirá siendo, prometida.- Ahí volvía a estar aquel conde picarón.

-Pensé que era pequeña flor.- Me quejé.

-Lo eres, mi pequeña flor que por cierto, es mi prometida.- Hablaba como si saborease las palabras.

Me acurruqué en su pecho por un largo periodo de tiempo hasta quedar dormida. Había salido de una cúpula de cristal que se encontraba en medio de un valle lleno de flores. Si aquel lugar no era el paraíso, no tenía nada que envidiarle pues era realmente precioso. Sus colores vibrantes eran un golpe para los ojos pero valía la pena aquel pequeño sufrimiento.

Olía muy bien, las hierbas no hacían que la nariz ardiese por su fuerte olor sino todo lo contrario. Aquel aroma era suave, muy sutil y atrayente, definitivamente era digno de...

-Dalila.- Susurró una voz conocida a la lejanía.

Digno de un conde.

-Dalila.- Volvió a susurrar.

-¿Mm?- Emití.

-Hemos parado, levántate para que tu cuerpo se relaje.- Asentí sin moverme.

Mi nariz estaba muy cerca de su cuello y era de ahí de donde emergía aquel suave olor a hierbas.

-¿Qué haces?- Preguntó, alejándose un poco.

-Olisqueo.- Murmuré.

-¿Me estás oliendo?- Acompañó su pregunta con una fuerte carcajada.

-Me gusta...- Volví a murmurar.

-Puedes hacerlo cuantas veces quieras pero infórmame, es extraño.- Murmuró.

No volvió a intentar levantarme y debía hacerlo por el bien de su cuerpo. Yo era pequeña y podía acomodarme como quisiera pero él no. Reli era bastante alto y fuerte, aunque nada fuera de lo común y me alegraba porque lo prefería así a que pareciera Dwein Johnson. Analizando su cuerpo, me había dado cuenta que en varias ocasiones lo había calificado como fuerte pero no, era por llamarlo de alguna forma, perfectamente tonificado.

-Helado...- Murmuré. Quería un delicioso helado de chocolate y almendras.- Helado.

-¿Helado?- Preguntó su voz.

Abrí los ojos a causa de un sobresalto y me acomodé en el asiento. Había soñado con un delicioso helado de chocolate y almendras que me comía las piernas.

-¿Qué ocurre?- Preguntó preocupado.

-Ese helado me comió las piernas.- Lloriqueé.

-Dalila, no sé qué sea ese tal helado pero solo estabas soñando.- Acarició mi cabello.

-Es un postre frío que se hace de muchos sabores.- Le expliqué.

-¿Eso te comió las piernas?- Asentí.- Yo veo tus bonitas piernas en su lugar.

-No te aproveches.- Advertí al ver aquella pícara mirada.

-Dalila, ¿cuándo será... la boda?- Murmuró.

-No lo sé, tú eres el nacido en esta época.- Bromeé.

-¿Quieres que sea pronto o deseas tener tu tiempo?- Era adorable que me estuviese preguntando ese tipo de cosas.

-Podemos buscar un punto intermedio.- Asintió.- Cuatro o cinco meses, tal vez.

-Cuatro o cinco... bien.- Asintió.

-Muy bien, ya tenemos algo.- Sonreí.

Cuatro o cinco meses pasaban muy rápido y más aún cuando un evento tan importante como una boda, iba a suceder. Estábamos bien y tranquilos, no había presión alguna y estábamos dispuestos a disfrutar cada momento.
El primer mes pasó en un pestañear al igual que el segundo. Ya en el tercero decidimos movernos un poco e ir arreglando ciertas cosas para no dejárselo todo a los sirvientes y sí, yo había insistido en eso. Una vez que llegó el cuarto mes las tensiones comenzaron a sentirse. Faltaba muy poco para la boda y Reli lo sabía, daba órdenes a diestra y siniestra sin siquiera tomar oxígeno. En esos momentos él era lo que yo en mi época solía llamar como "un jefe rompe pelotas".

-¡Lo rompe y lo pagará con su vida!- Amenazó a una sirvienta que cargaba con cosas importantes.

-Reli, cálmate.- Tiré un poco de su brazo para no morir ignorada.

-No puedo hacerlo, Dalila. Muy pronto es la boda.- Gruñó de mal humor cuando vio que uno de los soldados rompía su formación.

-Detente y respira por unos momentos.- Le pedí.- Todo va a estar bien.

-Sí...- Murmuró, relajando su cuerpo.

-Trátalos bien.- Me paré de puntitas y besé su mejilla.

-De acuerdo.- Respondió tranquilo.

El reinado del terror se había esfumado por algunos instantes, permitiéndoles a los guardias y sirvientes, poder respirar en paz.

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora