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El aliado de Reli, quien se había presentado como Olán Hichet, era una Sara en versión masculina y joven. Se había encargado de sacar de sus casillas al conde por todos los medios habidos y por haber. Reli había intentado ignorarlo y mantenerse en completa armonía pero sus planes se habían visto truncados cuando Hichet volvió a meter mi nombre en medio.

-Debería pedirle la larga lista de mujeres con las que ha estado.- Me dijo.

-¡Hichet!- Bramó Reli.

-No he dicho nada malo, ¿o sí?- Se burló.- Como le dije, siempre puede quedarse conmigo...

Hasta aquel entonces había sido una simple espectadora pero todo eso cambió cuando tuve que colocarme la camiseta de árbitro para evitar que la sangre cayese en mi desayuno. Reli se había lanzado sobre un demente Hichet, quien no dejaba de reír, provocando aún más el descontrol.

-Reli, detente.- Le dije con voz demandante.

-Eso, Reli. Detente.- Repitió aquel chico que no había sido tocado por la madurez.

-¡Reli!- Grité.

-¿Qué, Dalila? ¿Qué?- Él respondió también entre gritos.

-Suéltalo.- Ordené.- Fracci, suéltalo.

-Bien.- Respondió cortante, dejándolo allí y desapareciendo de mi vista.

-Lo siento...- Se disculpó mientras intentaba parar de reír.- No era mi intención que se pusiera así.

-Entiendo que aún no ha madurado pero créame, va a llegar una persona que lo hará madurar a golpes y no estaré ahí para salvar su trasero.- Dicho eso, salí de allí en dirección a mi habitación.

Con el conde la mayoría de las veces era igual, un paso hacia al frente y cien hacia atrás. Se suponía que aquel día deberíamos habernos marchado a Sdon pero por lo ocurrido, dudaba mucho que eso llegase a suceder. De hecho, comenzaba a creer que me había dejado allí tirada.

Durante el día no lo había visto o escuchado su voz por lo que mi teoría se hacía cada vez más presente. Me había dejado sola y con desconocidos o bien, se había ido a tener sexo con la ciudad entera. Era de noche he intentaba recordar cuánto tiempo llevaba en la época medieval, por lo que había podido contar debía haber vivido algunos tres o cuatro meses pero eran solo cifras sacadas del bolsillo.
Dos golpes en la puerta se hicieron eco por la habitación, yendo por encima a mi petición de no ser molestada.

-Te juro que no hice nada.- Habló el conde al asomarse por la puerta.

Era una sorpresa ver que no se había ido por lo que debía ser la segunda opción. Además de tener esa idea taladrando mi mente, también estaba molesta por su reacción y posterior huida. Había creído que habíamos podido calmar un poco su sed de pelea pero al parecer no era así.

-Háblame, por favor.- Susurró con cautela.

No respondí, solo observé con frialdad cada uno de sus movimientos.

-Te juro que no hice lo que estás pensando.- Alzó sus manos como si yo fuese un policía.

-Ah, ¿no?- Pregunté con frialdad.

-Debes confiar en mí.- Murmuró. Estaba nervioso o más bien, asustado.

-¿Debo?- Él no supo cómo responder a esa pregunta. Miraba a todos mientras buscaba una respuesta.

-Escucha...- Alcé la ceja, provocando que la valentía que había tenido al mirarme, se esfumase.- Solo caminé y bebí en la cantina.

-Oh, ¿sí?- Una idea malévola pasaba por mi cabeza con cada palabra que él decía.

-Huéleme si no confías en mí.- Me incitó.

-No voy a oler tus revolcones disfrazados.- Zanjé con brusquedad.

-No estuve con nadie.- Volvió a repetir.

-Yo puedo confirmar eso.- La voz de Olán se hizo espacio en la conversación.- Fui a disculparme y estuve junto al conde.

-Los hombres se cubren entre ustedes mismos.- Sonreí falsamente.- Salga.

-Sí, señora.- Murmuró Olán por lo bajo.- Lo siento conde.- Colocó su mano en el hombro como símbolo de apoyo y salió a toda prisa, cerrando tras de sí.

-Sé que estás molesta pero no tuve relaciones con nadie, te dije que iba a ser serio contigo.- Respiró profundo y continuó.- Jamás me atrevería a tocar a otra mujer cuando estoy dispuesto a ganarme tu entera confianza.

-Vaya a bañarse.- Ordené.

-Dalila.- Suspiró cansino.

-Ahora.- Volví a ordenar.

-Confía en mí, es lo único que te pido.- Murmuró, haciendo caso a mi orden.

Esperé el tiempo suficiente hasta estar segura de que debía estar bañado y vestido. Ingresé en su habitación sin tocar y lo encontré sentado en el colchón.

-Camisa.- Indiqué.

-Sí.- Murmuró mientras se la quitaba.

Al menos había aprendido que debía quitarse los vendajes cuando se bañara.

-Lo que dijo Olán fue antes de conocerte.- Apretó los dientes al sentir dolor.- Sí, sabes que me acostaba con cualquiera pero ya no lo hago.

Continué limpiando sus heridas sin responder a sus palabras. Estaba más concentrada en no desquitarme con las heridas que estaban bajo mis manos que en responderle.

-Al menos grítame lo imbécil que soy.- Susurró.- No soporto tu indiferencia.

Cuando terminé de limpiar vi la gloria divina porque tocaba curar. Una sonrisa se formó en mis labios tan pronto su cuerpo se tensó bajo la dolorosa capa de medicina.

-Brazos.- Hablé por lo bajo.

-Mi pequeña flor, te juro que ni siquiera volteé a ver a nadie más.- Estaba sacando sus últimas cartas.- Estaba molesto, sí, pero no soy tan imbécil como parezco.- Al parecer, se insultaba a sí mismo para rellenar los espacios en los que debían ir mis gritos y palabras soeces.- Jamás engañaría a la mujer con la que quiero compartir el resto de mis días por una de compañía que no me hace sentir ni la mitad de cosas que siento contigo.

Ese había sido un golpe duro para mi pecho. Escuchaba la sinceridad en su voz y el angelito en mi cabeza me decía que lo escuchara pero el diablito me decía que era otra de sus tácticas. Sin embargo, él jamás me había dicho algo así. Las palabras dichas en múltiples momentos no se comparaban con las que había escuchado mientras curaba sus heridas aquella noche.

La mujer con la que quería compartir el resto de sus días... Joder, sí que había tocado la fibra más sensible que tenía.

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora