🌸09🌸

1.5K 180 8
                                    

-Su cabello es muy bonito.- Habló una niña que si bien había entendido, era hija de una de las cocineras.

-Gracias, el tuyo también es muy bonito.- No mentía, sus rubios y lacios cabellos eran hermosos.

-Mi cabello es normal.- Dijo.- Sus... esos no lo son.

-¿Mis risos?- Asintió confusa.- Los risos son esto.- Señalé.

-Sí, sus risos no son normales.- No me gustaba la visión que tenía esa niña.

-Sabes que eso no tiene mucho que ver con quien eres, ¿verdad?- Le pregunté.

-Mi madre dice que la reina de Britmongh tenía un bonito cabello.- Murmuró.- ¿Usted también será reina?

¿Qué? Mi cara debió expresar esa pregunta porque las dos mujeres que habían estado limpiando la habitación, comenzaron a disculparse por las palabras de la pequeña.

-Lo sentimos mucho, señorita.- Dijo una, haciendo una reverencia.

-Sí, no volverá a ocurrir.- La otra chica imitó las acciones de su compañera.

-Calma.- Murmuré.

-Por favor, no le diga al señor.- La última en hablar me miró a los ojos con temor.- Se molestará mucho con ella y su madre y nosotras tendremos problemas.

-Calma.- Hablé relajada.- No le diré nada a nadie. Sus palabras no fueron ofensivas ni mucho menos, solo no las esperaba.

-Lo siento, señorita.- Murmuró la pequeña rubia.

-No tienes nada de qué disculparte.- Acaricié su mejilla.- Vamos a buscar algo de comer, ¿sí?

-Mjm.- Emitió ella, más animada.

-No tendrán problemas, no se preocupen.- Les susurré a ambas chicas antes de salir.

Caminé junto a la niña de no más de ocho años que me tomaba de la mano para no perderse. La atmósfera en la habitación era relajada pero una vez afuera se volvía tensa e incluso hostil.

-Hola.- Saludé una vez que ingresamos a las cocinas.

-Señorita, ¿se le ofrece algo?- Preguntó quién pareció ser la madre de la niña.- ¿La ha dado problemas?

-No, no, nada de eso.- Detuve de cuajo sus locas ideas.- Venimos a buscar algo ligero para comer.

-Oh.- Pareció desinflarse, ya no estaba preocupada.- Si gusta sentarse... Les serviré algunas porciones.

La niña, quien supe en ese instante que se llamaba Wila, continuó hablándome de todo lo que sabía a su corta edad. Su madre no había tardado en llevarnos la comida y ella acabó con sus porciones en un pestañear.

-Dalila.- Me llamó la voz de Sara a mis espaldas.

-¿Qué ocurre?- Pregunté cuando me giré.

-Venga, acompáñeme.- Tan pronto habló, desapareció de mi vista.

-Tengo que irme pero luego podemos pasear mientras me sigues hablando de tus amigos.- Ella asintió feliz y yo salí de allí.

-He encontrado algo interesante.- Sara tomó mi brazo desde un rincón, logrando mi sobresalto.

Caminamos lo más rápido que pudimos hasta llegar a fuera del castillo donde habían dos hombres que parecían esperar algo. Ella se acercó como si nada y se posicionó frente a ambos,

-Él es Tomay, mi acompañante y él es Heit, su sobrino.- No sabía porqué pero la situación parecía ser una cita doble.

-Un placer.- Dijo Heit, tomando mi mano y besando mis nudillos.

Él no estaba para nada mal, era moreno, alto y bastante fuerte, además de poseer una mirada coqueta y una sonrisa encantadora. En mi época, a muchos se nos hubiesen caído la ropa interior de tan solo verlo.

-Hola.- Murmuré sin saber qué hacer.

-No sea tímida.- Me animó Sara.- Vayan y caminen por los alrededores.

-Sé lo que estás haciendo.- Le susurré a ella.

-Sea amable.- Me dijo de la misma forma.- No tengan hijos.

Sentía mi rostro calentarse y podía apostar cualquier cosa a que mis mejillas debían estar sonrojadas. Heit me ofreció su brazo y lo tomé sin saber muy bien porqué. Me sentía pequeña y protegida estando al lado de semejante hombre.

-¿Puedo saber su nombre?- Preguntó la gruesa voz de mi acompañante.

-Sé que Sara lo dijo.- Respondí.

-Así fue, no puedo mentirle.- En sus labios se formó aquella sonrisa encantadora.- Sin embargo, me gustaría escucharlo de sus labios.

-Dalila, mi nombre es Dalila.- Asintió complacido.

-Hermoso nombre para una hermosa mujer, si me permite decirlo.- Pasamos junto a lo que pareció ser el centro de reunión de algunas mujeres.

-¿A todas le dice lo mismo?- Pregunté.

-Sólo a las mujeres que me atraen.- Era un descarado pero me agradaba.

-Deben ser muchas.- Mi comentario provocó su risa.

-Solo una y está sosteniendo mi brazo en estos momentos.- Definitivamente se me caería la ropa interior.

Debía admitir que me había divertido con aquel chico, tanto que no dejamos de hablar y caminar hasta que el sol se puso y el frío de la noche acarició nuestras pieles. Heit me había acompañado hasta el pequeño castillo donde me estaba quedando y no se fue hasta que ingresé en él.

-¿Dónde estaba?- Preguntó el conde.

No lo había visto allí de pie junto a mí hasta que habló. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y su cuerpo se encontraba recostado sobre la pared mientras me taladraba con la mirada. No me había dado cuenta de lo alto que era hasta ese entonces y mucho menos de sus músculos. Había estado molestando a un conde que de un golpe me podía haber matado.

-Por ahí.- Respondí con indiferencia.

-¿Quién era?- Fruncí el ceño ante su pregunta.

-¿Qué le importa?- Su cuerpo se tensó de inmediato, era obvio que mi respuesta no había sido de su agrado.

-Le recuerdo que es mi protegida.- Ese hombre no necesitaba una psicóloga, debía ser internado de inmediato y debíamos tirar la llave para que no volviera a salir.

-Mire...- Comencé.

-¿Cómo estuvo su paseo?- Interrumpió Sara con la malicia brillando en sus ojos.- Creo que he encontrado un pretendiente perfecto para usted, ¿qué opina?

-¿Ah, sí?- Preguntó él.

-Conde, no lo había visto.- ¡Mentirosa!- ¿Vio a ese caballero? Dígame que no es perfecto para Dalila.

Jamás había sentido tanto pavor por algo hasta ese momento. El conde quería lucir indiferente pero su cuerpo estaba completamente tenso y sus ojos, ya oscurecidos, gritaban peligro por todos lados. Además, aquella fría y forzada sonrisa no hacía más que erizarme los vellos de la nuca.
Esa no era una buena señal...

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora