🌸08🌸

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-Yo lo haré.- Habló una voz ahogada a la distancia.

-Pero, señor...- Respondió una mujer.

-He dado una orden.- No sabía cómo había escuchado esas palabras porque habían sido formuladas por lo bajo, cargadas de malestar.

-Sí, señor.- Unos pasos comenzaron a hacerse eco y desaparecieron luego de unos instantes.

Alguien golpeó tres veces la puerta y al no recibir respuestas ingresó. El rechinar de la madera se hizo presente y las pisadas de un par de zapatos se acercaron con cautela hasta la cama. Estaba más dormida que despierta pero mi audición había captado aquellos sonidos mientras los unía a una especie de sueño que estaba teniendo.

-Señorita.- Alguien tocó mi hombro con suavidad.

Alejé de un manotazo aquella mano que no me dejaba dormir tranquila. Giré mi cabeza hacia el otro lado y una risa nasal se abrió paso entre el cálido silencio de la habitación mientras que el responsable de ésta, volvía a molestarme.

-Señorita...- Volvió a mover mi hombro.- Señ... Dalila, despierte.

-Déjame.- Una vez más alejé su mano de mi cuerpo.

-Tiene que desayunar.- Explicó.- Debemos saber porqué fue enviada.

-Yo ya lo sé.- Murmuré con pesadez.

-Dígame.- Oh. Por fin pude identificar de quién era aquella voz, era el conde.

-Seré su psicóloga.- Abrí un ojo con dificultad y lo primero que logré ver fue su ceño fruncido.

-¿Qué significa?- Preguntó.

-Ya lo verá.- Murmuré, sentándome en la cama.- ¿Quién le dijo que ingresara?

-Es mi castillo, señorita.- En sus labios se formó una sonrisa de lado.

-Podrá ser pero la habitación está habitada por una dama y debe respetar eso.- Achicó sus ojos, los cuales eran adornados con un extraño brillo.

-¿Dónde está la dama?- Preguntó burlesco.

-Por supuesto...-Me reí, saboreando las palabras que lanzaría.- Al verme anoche semidesnuda, ahora no puede quitarse de la mente la imagen del cuerpo de una mujer.

Tal y como lo esperaba, ese hombre pareció un semáforo dañado. El potente color rojo que adquirió su rostro, orejas y cuello, más su expresión teñida de sorpresa y vergüenza, no tenía precio alguno. El conde abría y cerraba la boca en un vano intento por poner la conversación a su favor pero las creencias aprendidas por la época no se lo permitieron, mis palabras habían golpeado todo lo que él había aprendido sobre el respeto y cómo debían ser utilizadas ciertas palabras.

-Hasta luego, conde.- Murmuré, palmeando su espalda dos veces y saliendo de allí sin su presencia.

Dalila: 1. Conde charlatán: 0.

Si iba a ser su psicóloga, por decirlo de alguna forma, tenía que aguantar sus tonterías pero en las letras pequeñas del contrato invisible no decía que no podíamos ser dos jugando al mismo juego. Estaba más que claro que él iba a jugar el rol del conde que todo lo podía y yo, jugaría a derrotar al conde, utilizando palabras, acciones y frases que para la época era impensables.
Llegué al comedor con la frente en alto y una enorme sonrisa, siendo recibida por la mirada confusa de Sara. Ella sabía perfectamente lo que había sucedido la noche anterior y era por eso que no entendía mi actuar.

-Buenos días.- Saludé amablemente a todos los allí presentes.

-Buenos días, señorita.- Respondieron todos, sorprendiéndome a mí y a Sara.

-Un puto ejército...- Murmuré, mirándolos con los ojos muy abiertos.

-Señor.-Volvieron a saludar todos al unísono, haciendo una reverencia hacia el marco de la puerta.

Sara y yo estábamos de pie al lado de las sillas que se nos habían asignado respectivamente, para tomar nuestras comidas. Teníamos que esperar que el anfitrión acomodara su trasero en su asiento porque eran normas en Sdon, no importaba si era una casita o un castillo, era una regla general que todos seguían. Sus pasos hicieron eco en el silencioso salón hasta que se detuvieron detrás de mí.

-No sé cuán libertinos sean en su época pero aquí, está prohibido hablar del cuerpo de una mujer de esa forma. Sin embargo, señorita, no le recomiendo tentar su suerte.- Habló cerca de mi oreja, tan bajo que solo yo pude escucharlo.

Dalila: 1. Conde charlatán: 1.

Sin decir más, se colocó en su lugar y se sentó, dando una señal para que nosotras lo imitáramos. Sara nos observaba con confusión y yo solo podía morder mi labio inferior para no lanzar un comentario fuera de lugar. Ese conde de pacotilla parecía disfrutar la situación porque en el transcurso del desayuno, nunca dejó de tener esa sonrisa burlesca.

Sdon era un lugar relativamente tranquilo, tal vez demasiado para mi gusto. No llevaba ni siquiera un día allí y ya sentía el aburrimiento acecharme. Daba vueltas en la habitación y por el castillo, sin meter mis narices en donde no debía. Mientras caminaba comencé a escuchar una serie de ruidos o más bien, parecía que estaban asesinando vilmente a un cerdo, por lo que seguí los chillidos hasta llegar a la fuente de estos. Cabe decir que me arrepentí de inmediato.

-Oh. ¡Mis ojos!- Dije, cerrando la puerta que antes estaba entreabierta.

De inmediato se escucharon una serie de golpes y ruidos que no pertenecían a lo que antes sucedía allí. Llegué volando a mi habitación e intenté quitar aquella asquerosa imagen de mi cabeza. Ver al conde teniendo relaciones con una castaña que chillaba como cerdo no era nada agradable y mucho menos placentero.

-¿Acaso no sabe tocar?- Gritó cuando ingresó al dormitorio casi tirando la puerta.

-Le hice un favor a usted y a todos.- Me levanté del colchón y lo encaré, tapando mi nariz para evitar oler el aroma a sexo y a perfume femenino de la época.- Evité que la mujer quedase más en evidencia y que nuestros tímpanos explotaran.- Sonreí.- Debería agradecerme.

-No juegue conmigo.- Me señaló con su dedo índice.

-Me ha quedado más que claro que usted no sabe tocar las puertas pero tampoco cerrarlas.- Crucé mis brazos sobre mi pecho y alcé mi mentón, observando su rígida expresión facial.- Creo que ya sé porqué me envió la Sra. Elizabeth, para mostrarle el funcionamiento de las puertas.

-Dalila...- Murmuró con coraje mientras caminaba hacia mí y me encerraba entre su cuerpo y la pared.

-Debería irse y continuar con lo que hacía pero recuerde, cierre la puerta. No queremos que alguien quede con traumas, ¿o sí?- Le guiñé un ojo y salí de la habitación más sonriente que nunca.- Ah, conde.- Me giré un poco para verlo a los ojos.- Debería taparle la boca, parecía el sacrificio de un cerdo.

La expresión de aquel hombre se endureció aún más a la par en que sus ojos se oscurecían, tornándose prácticamente negros. Continué mi camino mientras de fondo se escuchaba un estruendo muy fuerte, asustando a los sirvientes y los guardias, quienes acudieron de inmediato para ver qué sucedía.

-Ah, conde... Debería tener más tolerancia.- Murmuré para mí, burlándome de él.

Dalila: 2. Conde charlatán y frustrado: 1.

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora