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-Debería intentar descansar.- Me recomendó el conde con cautela.

-Sí.- Accedí.

-En estos momentos.- Insistió.

-Ajá.- Murmuré.

-Dalila, nada va a acercarse a usted.- Habló con seguridad.- No dejaré que eso pase.

-De acuerdo.- Suspiré cansina.

Acomodé mi cabeza sobre su hombro e intenté dormir pero era más que evidente que no podría hacerlo. Constantemente miraba hacia nuestro entorno para ver si había una atrevida cerca.

-¿Cuál es su mayor temor?- Pregunté, rompiendo el tenso silencio.

-Fallecer sin cumplir mis metas.- Respondió.

-¿Ha cumplido algunas?- Sí, lo interrogaba porque tenía miedo y quería asegurarme de que él no fuese una ilusión y que realmente me encontrase sola.

-Sí pero actualmente han aparecido otras que no parecen ser tan fáciles de lograr.- Murmuró.

-Mm...- Emití.

-Debería descansar, pequeña flor.- Murmuró.

-¿Pequeña flor?- Pregunté.- ¿A qué viene eso?

-Usted posee secretos y yo también.- Sonrió al ver mi curiosidad.

Reli, por instinto o atrevimiento, se acercó un poco a mí y besó la punta de mi nariz. No dije nada, solo me quedé observando cada uno de sus gestos y facciones.

-Deje de mirarme, me incomoda.- Se quejó y gracias a mi acoso visual, pude notar un leve rubor en sus mejillas.

-No estoy haciendo nada.- Alejé mis ojos de su rostro y me enfoqué en el caballo que yacía plácidamente dormido a unos pasos de nosotros.

Fracci podía ser confuso en un sinnúmero de ocasiones y esa no fue una excepción. Él, pese a decir que alejase mis ojos de su rostro, tomó mi mentón y volvió a hacer que lo observara. Aquella era la primera vez en que se acercaba lentamente para besarme, dándome tiempo para negarme o empujarlo. Sin embargo, la carne es débil hermanos y yo no pude echarme hacia atrás. Reli terminó por unir nuestros labios y continuó con aquel movimiento lento y gentil que había utilizado para pedir permiso.
Me maldije en más de una ocasión por dejar que me besara y sobre todo, por disfrutarlo. Me golpeé mentalmente tantas veces que pude haber quedado más tonta de lo que ya estaba.

Él acariciaba mi mejilla y labio inferior mientras seguía besándome sin ningún tipo de prisa. Mis manos por su parte, se aferraban con fuerza en su camisa, en un vano intento por controlar mis impulsos.

-Dalila.- Susurró cuando el aire faltó.- Deme una oportunidad.

-No...- Imité sus susurros mientras intentaba regular mi respiración.

-Le juro... Míreme, Dalila.- Volvió a besar mis labios castamente.- Le juro que no haré nada que pueda dañarla.

-Conde, no pretendo ofenderlo pero usted es un mujeriego y no eso no va a cambiar.- Aseguré.

-Déjeme demostrarle que lo haré.- Me miraba a los ojos y en ellos no había rastro de engaño alguno.- Cambiaré, Dalila. Sólo necesito una oportunidad por su parte.

-¿Por qué?- Susurré.

-Porque he caído a sus pies, con su encanto y constantes desobediencias.- Murmuró.- Le dije que aquel pretendiente podía gustar de usted por su cálida personalidad y hermosa apariencia pero que yo gustaba de usted hasta por sus venenosas palabras.

-Conde...- Suspiró cansino.

-Solo necesito una oportunidad...- Sabía que me iba a arrepentir por lo que iba a hacer.

-Bien.- Murmuré, alejando mi rostro de sus manos.

-¿Sí?- Preguntó sorprendido.

-No lo diré dos veces.- Él volvió a tomar mi rostro y unió nuevamente nuestros labios.

-Se lo demostraré.- Aseguró entre besos.

Nuestros labios danzaban ferozmente, buscando quién sería el vencedor de aquella guerra. Él, teniendo clara ventaja, mordió mi labio inferior con suavidad, causando que perdiese por completo el control de mi cuerpo. El conde fue lanzándose hacia al frente y por lo mismo, yo iba hacia atrás. Su objetivo era quedar acostados sobre la manta y tenía que admitir que se había cumplido. Mis manos viajaron a su nuca mientras las suyas se aseguraban de no aplastarme.

-Espere.- Habló con la voz entrecortada y las mejillas teñidas de un fuerte color rojo mientras salía de encima de mi cuerpo.- Si no me detengo ahora no lo haré después.

-Es un atrevido.- Murmuré, sintiendo el calor golpear mi cuerpo.

-Créame, Dalila.- Acarició mi mejilla con delicadeza.- Soy un hombre y tengo necesidades pero no voy a tomarla en medio de la nada, no a usted.

-Eso último se escuchó muy mal.- Murmuré burlona.

-Le soy sincero, mi pequeña flor.- Había utilizado nuevamente aquel apodo que tanta pena y curiosidad me causaba.- No pretendo tratarla como a alguna otra, usted es y será única.

-Eso espero, Fracci.- Él sonrió mientras me acercaba a su cuerpo.

-Deje de llamarme conde o Fracci.- Ordenó con delicadeza.

-Su título y apellido, según creo recordar.- Respondí con sarcasmo.

-Reli. Deseo que se dirija hacia mí por mi nombre.- No había dudas en su expresión, quería eso y no se cansaría hasta tenerlo.

-Bien, cond... Reli.- Murmuré.- Pero yo también tengo mis condiciones.

-Dígame.- Incitó.

-Deja de referirte a mí como usted.-Asentí repetidas veces.- No soy una señora y tú eres mayor que yo, por lo que no deberías tratarme de usted.

-Pero así hablamos aquí, en nuestra época.- Frunció el ceño fuertemente.

-Sí, pero yo no soy de aquí y podrás referirte al resto así pero no a mí, me incomoda.- Me acurruqué a él lista para dormir.

-Bien.- Accedió.- Ahora duerm... me.

-Ya te acostumbrarás.- Susurré con voz apagada, dejándome llevar por el cansancio.

Dormir abrazada a Reli era extraño pero para nada incómodo. El calor de su cuerpo y las múltiples caricias que recibía en mi espalda por su parte, me mantuvieron relajada y cómoda con la situación. Ese conde descarado se había vuelto algo así como un novio y aunque temía por mi frágil corazón, iba a confiar en él.

No podía negar que me gustaba hasta cuando más furioso estaba. Sí, podía llegar a parecer un demente pero nunca tuve miedo a que me dañase porque él no me transmitía esa vibra. Sabía que a su lado no corría peligro físicamente sino emocional y mental porque él era un mujeriego empedernido más no un maltratador.

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora