-Dalila.- Me saludó Sara, con la confusión plasmada en el rostro.
-Me atrapó.- Murmuré cansina.
-¿Lo sabía?- Le preguntó el conde a la anciana.
-No sé de qué me habla.- Murmuró ella, desapareciendo entre los soldados.
-Dalila, sígame, tenemos que hablar.- Me ordenó Fracci con delicadeza.
En silencio, seguí a la distancia los pasos del conde. Estaba claro que me diría algo sobre mi intento de escape pero además de eso, no tenía ni idea. Él esperó frente al despacho y solo cuando estuve cerca fue que abrió la puerta.
-¿Qué?- Pregunté extrañada.-¿Qué espera? Pase.- Dijo como si fuese lo más obvio.
Ingresé a la habitación tenuemente iluminada y esperé en el centro de ésta. Reli Fracci, después de cerrar la puerta tras de sí, se colocó a unos pasos frente a mí.
-¿Por qué?- Preguntó.-¿Qué?- No había captado por dónde iba su pregunta.
-¿Por qué huir?- Ah.
-Es más que obvio, conde.- Me crucé de brazos en un vano intento por mantenerme firme.
-No lo es para mí.- Suspiró.- Como le dije, entiendo que esté molesta…
-No, no lo entiende porque no ha tenido a alguien gritándole todo el tiempo.- Sus ojos se perdieron en el suelo, como si viese algo que yo no podía.
-Intento controlar mi temperamento pero debe creerme cuando le digo que jamás le haría daño.- Murmuró.
-No sabe lo que dice.- Solté una risa fingida.- No tiene idea de lo que está diciendo. ¿Por qué mejor no se va a hacer lo que hace siempre?
-Porque ya no quiero ser un cobarde.- Susurró, dando un paso hacia mí.
-No se acerque.- Lo detuve.- No se atreva a ponerme un solo dedo encima y mucho menos después de haber tenido sexo.
-¿Qué?- Preguntó confundido.
-Nada.- Caminé hacia la puerta y salí de allí a toda prisa.- Me puse en evidencia…
-¿Acaso le molesta que tenga intimidad con otras mujeres?- Preguntó desde la puerta de su despacho y todos los que por allí caminaban desaparecieron.
-Para molestarme, debería sentir algo por usted y ese no es el caso.- Me giré bruscamente hacia él.
-¿No? ¿Entonces prefiere a su pretendiente?- Preguntó mordaz.
-Por supuesto.- Respondí con seguridad.- Él no se acuesta con distintas mujeres todos los días, no me grita, me respeta, nunca ha tenido que disculparse.- Comencé a enumerar con los dedos.
-No nos compare.- Ordenó.
-No hay forma de comparar a Heit con usted.- Murmuré.
El conde, visiblemente molesto, se acercó a toda velocidad hacia mí, dejando poco espacio entre nosotros. No iba a retroceder, estaba cansada de tener que buscar mi espacio personal porque a él le diese la gana.
-La diferencia es, Dalila…- Murmuró mientras colocaba un mechón de mi rizado cabello detrás de mi oreja.- Que él no la ha escuchado ser grosera y tampoco la ha visto molesta.-¿Eso que tiene que ver?- Alejé su mano de un manotazo pero él volvió a colocarla en mi cabello.
-Que ese tal Heit podrá gustar de usted porque la ha visto tranquila y sonriente pero yo gusto de usted aún con su venenosa lengua.- Murmuró.
-¿Cree que voy a caer en ese juego?- Pregunté molesta.- Le dije que no soy una de sus tantas concubinas, conde.
-Nunca la he comparado con una de ellas.- Respondió sin alterarse.
El hombre que tenía frente a mí se movió tan lentamente que por instantes creí que había sido mi imaginación. Se estaba acomodando para algo y creía saber para qué y no iba a dejar que eso sucediera.
-Ni se le ocurra.- Le advertí, colocando mi mano sobre mis labios.-Tan astuta…- Murmuró sonriente.- ¿Lo quiere?
-¿El qué?- Pregunté confundida.- ¿Acaso no sabe formular una pregunta completa?
-A su pretendiente. ¿Lo quiere?- Su expresión era una de disgusto total.
-Eso no es de su incumbencia.- Aseguré.
-Responda la pregunta, no es difícil hacerlo.- Ahí estaba nuevamente ese conde gruñón.
-Mis sentimientos hacia él no son su problema.- Quería aparentar seguridad y esperaba estar haciéndolo bien.
-Entonces lo quiere…- Asintió repetidas veces sin mirar a algo en particular.- Lamento decirle que no se le dará su historia de amor.- Estiró sus brazos como si la conversación no tuviese importancia.
-En eso usted no tiene poder.- Susurré, provocándolo.
-Dalila, yo jamás pierdo.- Me imitó e intentó nuevamente besarme.
-He dicho que no.- Alcé la voz.- No va a convertirme en una de esas y mucho menos voy a tener sobre mis labios la saliva de ellas.
-Por eso no tiene que preocuparse, mujer. Jamás las he besado, si eso es lo que le molesta.- Sonrió y por algún motivo pareció satisfecho.
-No me interesa.- Murmuré.
-Oh, Dalila.- Pasó sus brazos por mi cintura y me acercó a él en contra de mi voluntad.- No vuelva a huir, no vuelva a preocuparme y enojarme de esa forma. Ni se le ocurra volver a pensar que podrá irse de mi lado e ir a ver a aquel hombre y mucho menos cuando sé que la besó.
-Suélteme, conde.- Empujé con todas mis fuerzas pero no importaba cuánto lo intentase, no podía alejarlo de mí.
-Le dije que dejaría de ser un cobarde así que le diré mi sentir sin rodeos.-Murmuró.- Me he encaprichado con usted y no dejaré que su pretendiente tenga más ventajas de las ya adquiridas.- Suspiró tan bajo, que de no haber sido por su cercanía ni siquiera lo hubiese notado.- La reina sin saberlo, me hizo un gran favor. La envió para ayudarme a controlar mis impulsos pero usted ha hecho todo menos eso. Usted, Dalila, ha despertado en mí, sensaciones que jamás había sentido o creí que sentiría y no estoy dispuesto a soltarla, no cuando he decidido dejar de ser un cobarde por usted.
-Se ha vuelto loco.- Susurré, colorada por aquellas palabras. Me alegraba que él no pudiese ver mi rostro en aquellos momentos.
-Usted ha provocado esto desde que llegó.- Aseguró, alejando su boca de las cercanías de mi oreja.- Espero que le deje en claro a su pretendiente que si vuelve a tocar a mi futura mujer, no será la cabeza de un conde la que ruede por toda Europa.
-Yo no seré su mujer.- Aseguré.
-Puedo asegurar que sí lo será.- Sonrió.
Reli Fracci, el conde charlatán y más traicionero que había podido conocer, se había encargado de envolverme con sus palabras hasta tal punto que olvidé estar alerta. Él sostenía mi rostro con ambas manos mientras sus labios aprisionaban los míos en un delicado beso. Con la poca fuerza de voluntad que me quedaba, coloqué mis manos en su pecho y comencé a empujarlo. Para mi sorpresa, Reli sujetó una de mis manos y la colocó sobre su corazón, dejándome sentir lo rápido que latía éste. Fue en ese momento en que dejé de luchar contra él, cuando una de mis manos descansó sobre su pecho mientras él la sujetaba y con su otra mano seguía sosteniendo mi rostro sin dejar de besarme.En ese momento supe que mi corazón había elegido a su dueño.
-Estoy más que decidido en convertirla mi esposa.- Susurró sobre mis labios para luego volver a besarme, sellando sus palabras en un silencioso pacto.
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La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]
Fantastik💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Tercer libro de la saga EE.• •Recomiendo leer los primeros dos libros para entender lo que sucede.• El libro ha vuelto a hacer de las suyas, ahora solo qu...