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Cuando mis piernas no pudieron más, me senté en medio de un llano repleto de flores. Envidiaba aquella vitalidad y esplendor que mostraban aquellas frágiles flores cuando yo me veía y sentía tan miserable.

-Le juro que no...- Alcé mi mano para que no siguiera hablando.

-No me interesa.- Murmuré con brusquedad.

Él suspiró ruidosamente pero no dijo nada. El conde no tenía que darme explicaciones pero si iba a intentar endulzar mi oído mientras tenía relaciones con otras, sus intentos serían en vano. No me iba a dejar engatusar y usar de esa forma para luego ser dejada a un lado. En mi época no lo había permitido y no estaba en mis planes hacerlo en la medieval.

-Dalila...- Murmuró por lo bajo.- Por favor, no me evite.

-No me hable.- Respondí entre dientes.

-Yo no sabía.- Suspiró por lo bajo.

-Entonces, ¿pretendía seguir diciéndome tonterías mientras se enredaba con cualquiera?- Le había dolido mi pregunta.- ¿Creía que podía tenerme a su merced y deshacerse de mí cuando quisiera?

-Yo no...- Lo interrumpí.

-Oh, no. Ya sé que quería.- Reí secamente.- Iba a enamorarme, jurarme amor eterno y seguir teniendo relaciones con otras a mis espaldas porque usted pensaba que nada se escuchaba.

-Eso no es cierto.- Murmuró.

-Un mentiroso jamás admite su mentira al instante.- Afirmé, zanjando todo intercambio de palabras.

Intenté ponerme de pie para continuar con la caminata pero mis piernas fallaron, haciéndome caer de rodillas. Sabía qué era lo que pasaba, falta de comida. El día anterior solo había desayunado y no había comido nada más hasta ese momento, así como tampoco había bebido agua.

-¿Está bien?- Preguntó aquel hombre, intentando ponerme de pie.

-No me toque.- Murmuré.

Dudó en alejar sus manos de mis costillas y sin embargo, terminó haciéndolo. En aquellos momentos no me importaba el destello de decepción que había pasado por sus ojos porque me estaba poniendo primero que todo. Había decidido protegerme antes que pensar en él.

Pov Reli

Ella estaba de rodillas frente a mis ojos y no podía ayudarla porque no me lo permitía. Dalila no quería que la tocara y aunque me quemase ese pensamiento, tenía que hacerle caso.
No era de mi conocimiento que mientras yo... hacia mis cosas, todos podían escucharlo. De haberlo sabido no lo hubiese hecho, no podía con la culpa que sentía. Ella tenía razón... ¿Cómo era posible que le dijese que me enloquecía cuando después me escuchaba con otra mujer? Era un imbécil por hacerla sentir como a una del resto y por hacerla llorar. ¡Mierda! Me odié tanto cuando vi sus lágrimas caer por su rostro...

Volví a fijar mi atención en ella o más bien a su espalda porque ni siquiera era digno de ver su rostro. Dalila comenzaba a luchar contra el sueño y su cabeza se iba hacia al frente cada cierto tiempo.

-Se va a lastimar.- Murmuré, analizando si era correcto que me acercara para acomodarla.

Después de continuar observando cómo no se dejaba vencer, decidí aguantar sus merecidos insultos e ir a su rescate, al menos sería el apoyo que tuviese su cabeza. Ella no notó cuando me acerqué o me senté a su lado y cuando único se resistió fue al momento de tocar su cabeza y acomodarla en mi hombro. Luego de eso, quedó profundamente dormida y yo pude disfrutar unos pocos momentos de paz a su lado.

-Tengo que buscar la forma para que me perdone.- Besé su cabello y con suavidad sujeté su cabeza para echarnos hacia atrás, acostándonos entre las flores.

Su suave respiración era medicina para mi alma porque al menos en aquellos momentos ella estaba tranquila.

-Yo no la veo como a una de las otras.- Susurré sobre su cabello.- La veo como a una única, una única que necesito para sentirme vivo.

Pov Dalila

Sentía cómo algo me hacía cosquillas en el brazo derecho. A pesar de moverlo para alejar aquello, seguía sintiéndolo subir sobre mí... Subir sobre mí. Inmediatamente abrí los ojos y observe aquello que había en mi brazo.

-¡Ah!- Grité con todas mis fuerzas al mismo tiempo en que le daba un manotazo a aquella asquerosa araña.

-¿Qué?- Preguntó el conde alarmado.

-Una araña...- Dije entre un mar de lágrimas.

Desde pequeña le tenía miedo a aquellos seres abominables y que una estuviese caminando sobre mi brazo con tanta libertad era traumático. Siempre que veía una, entraba en pánico y papá tenía que ir a mi rescate, aniquilándola y jurándome que se había ido y que no iba a volverme a molestar.

-Tranquila, ya se fue.- Murmuró con preocupación.

Él rodeó mi cuerpo con sus brazos y no habló o alejó mi rostro de su pecho hasta que vio que mi histeria había cesado. Seguía temblando de miedo y sintiendo que muchas de ellas caminaban sobre mí pero al menos ya no corría el riesgo de morir por ahogamiento sino por picadura de esas malditas.

-Vamos, la llevaré a un lugar donde no hayan.- Murmuró cerca de mi oreja.

Con cuidado me subió al lomo del caballo y trotamos lejos de aquella bonita trampa mortal creada por la naturaleza. El conde no le había indicado al caballo que corriese y lo agradecía, en esos momentos no podía sostenerme de su camisa lo suficientemente fuerte como para evitar caerme.

-Dalila...- Murmuró cuando el caballo paró sus andadas.- Vamos.

Me giré un poco hacia él para que pudiese ayudarme a bajar sin lastimarse. Una vez que mis pies tocaron el suelo, él no alejó sus manos de mi cintura sino todo lo contrario, sus manos fueron reemplazadas por sus brazos.

-Vuelva en usted.- Murmuró cerca de mi oreja.

-Arañas...- Susurré.

-Ya no hay.- Aseguró.- Las haré desaparecer si alguna se atreve a presentarse frente a usted y tocarla nuevamente.-Asentí levemente.

Él intentó alejarse para acomodar el improvisado campamento pero no estaba dispuesta a quedarme sola. No iba a dejar que otra escalase por mi cuerpo y que por su picadura terminase falleciendo, por lo que no solté su camisa.

-Dalila, necesito colocar la manta y atar bien al caballo.- Murmuró.

-No me deje sola.- Sentí nuevamente aquellas espantosas ganas de llorar.

-Venga, acompáñeme.- Caminó conmigo sin soltarme, él caminando hacia al frente y yo hacia atrás.- Voy a soltarla, sosténgase de mi camisa por la espalda para evitar algún incidente.

-Sí...- Susurré e hice caso. Sin soltarlo me coloqué atrás de él mientras se hacía cargo de todo.

Era consciente de que luego sentiría vergüenza y rabia por mi actitud pero en ese momento no me importaba. Había olvidado por completo lo molesta que estaba con él y agradecía más que nunca su cercanía.

-Ya está.- Alzó sus manos y colocó uno de sus brazos sobre mis hombros para atraerme hacia al frente nuevamente.

-Gracias.- Susurré.

-No tiene que agradecer.- Aseguró con dulzura.- Haría cualquier cosa por su bienestar.

Sus palabras se habían escuchado tan sinceras que no pude evitar sentirme más segura junto a él. Sí, era un idiota irascible que en ocasiones sacaba lo peor de mí pero en el fondo era un hombre normal, con un título importante para la época pero normal. El conde Reli Fracci era alguien mujeriego, sin tolerancia alguna y que sabía utilizar muy bien las palabras. Él era una persona que podía hacer caer a cualquier con sus encantos y lastimosamente, yo no era la excepción.

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora