Capítulo 26

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La ansiedad y desesperación no dejaban a Ruth caminar en paz, eran pesadas cadenas que ella debía cargar, que debía soportar y sobrellevar, pensando que era todo su culpa. Sin embargo, tras una conversación con Ángel, decidió poner fin a su cansancio.

Se hallaba en la sala de su casa, esperando a su hija, titubeándo, esperando que lo que le diría solucionaría los problemas. Los minutos eran eternos, y el miedo la hacía llorar, mientras secaba sus lágrimas intentando no acobardarse. En cuanto ella llegó, dijo con toda la calma que le fue posible:

- Tenemos que hablar.

Alejandra, atónita, se sentó frente a ella, la confusión clara que sentía no fue un impedimento para su conversación. El silencio las inundó hasta que Ruth fue capaz de hablar.

- No tengo la culpa de como te sientes. Sí, cometí errores, pero eso no me hace acreedora a tu enojo.
- No lo entiendes -Mencionó Alejandra con un tanto de enojo- Crecí pensando que eran perfectos, y no solo eso, crecí esperando ser tan perfecta como ustedes, porque siempre pensé que ustedes eran felices y que no había nada que no hicieran, pero una mañana despierto y ya no está mi padre, me dice que se irá de viaje, era normal, así que no dije nada hasta que descubrí que sus viajes eran momentos para huir de esta farsa; luego me dicen que se van a divorciar, mi padre se va y regresa semanas después, sin previo aviso y me dice que me extraña -Guardó silencio y luego continuó- Estoy enojada porque en una semana destruyeron todo lo que conocía como vida y ahora tengo que vagar intentando hacer lo que hacía.
- ¡Pero esa no es mi culpa! Esta no es la vida que elegí.
- ¿Y crees que si es la que yo elegí? -Interrogó enojada- Ya no soporto estar aquí, espero el día en el que pueda ser libre de todo lo que siento, y esto es su culpa y se convirtió en la vida que elegieron desde el momento que decidieron engañarme.
- No voy a dejar que me digas culpando.
- ¿¡Es que no lo entiendes!? No te estoy culpando, jamás lo hice. A la única que culpo es a mí, por ser una idiota que no se dió cuenta de lo que sucedía; por ser tan tonta como para esperar que ustedes de sintieran orgullosos de mi, ¡Yo soy la única culpable!

Anunció Alejandra para luego irse a su cuarto. Ruth quedó atónita, se sentía aún peor. Simplemente no podía concebir su manera a de ver la vida, ¿Cómo veía realmente la situación? ¿Qué papel jugaba ella en este lío? No lo sabía, pero el hecho de cuestionarlo, era insoportable. No podía ver a su hija a los ojos, no podía hablar con ella, no podía saludarla o cuestionar algo. Si había culpables en todo esto, eran ella y su exesposo con las malas decisiones qué tomaron, su hija sufría su falta de valentía y lo manipulables que fueron.

Ruth se fue a dormir, y a la mañana siguiente, a trabajar. Encontró a Ángel ahí. Él insistió en hablar con ella y preguntarle cómo le había ido, pero ella simplemente no quería hablar con él.

Por otro lado, Alejandra había regresado por fin a la escuela. Su tutora se alegro al verla y le pidió que fuera con ella, antes del inicio de las clases.

- Alejandra, me da mucho gusto verte de regreso. ¿Está todo bien?
- Sí, solo tuve unos problemas.
- Regresaste en el momento perfecto.
- ¿Sucede algo?
- ¿Ves a la chica de ahí? -Dijo señalando a un chica rubia, de ojos azules, se veía algo tímida y solitaria- Ella es Liliana, hoy es su primer día de clases, se sentará a tu lado, y me gustaría que la ayudarás en lo que puedas, ¿Está bien?
- Claro, no hay problema.
- Perfecto, muchas gracias. Nos vemos en clase.

Alejandra regresó al salón y suspiró con pesadez, si no fuera suficiente lo que tenía en su mente, ahora debía cuidar de la nueva chica. Se sentó y no la saludó, no le dirigió la palabra ni la vió, pero Liliana tomó la iniciativa.

- ¡Hola! -Habló de forma alegre y entusiasta- Soy Liliana, pero puedes decirme Lili. Tú debes ser Alejandra, ¿No?
- Hola -Contestó Alejandra sin mucha faramalla- Sí, soy Alejandra, mucho gusto Lili.
- ¡Ay, vamos! ¡No seas tan formal! Escuché que eres de las mejores estudiantes de la escuela, ¿Qué clase sigue?
- Química -Contestó sin más.
- Oh, vaya, no soy muy buena, ¿Te molestaría si te pido ayuda?
- Para nada, puedes hacerlo.
- ¡Muchas gracias! Espero que podamos llevarnos bien.

Antes de poder contestar, llegó su maestro, así que le ahorro una molestia, Alejandra atendía a la clase del maestro, mientras Liliana estaba algo distraída parecía tener poco interés en la clase, amabas eran dos polos opuestos, la estudiosa Alejandra y la distraída Liliana.

De la nada, Liliana levantó la mano para pedir la palabra, y esto fue lo que dijo: «¿Cómo saber que la mezcla fue correcta? Es decir, si tomas dos sustancias y las unes buscando algo, ¿Cómo saber que conseguiste lo que deseabas?», gracias a la naturaleza de la pregunta, el maestro le dió una explicación que involucraba la investigación y tiempo para saber que había obtenido lo que buscaba o no. Sin embargo, en la mente de Alejandra esto tomaba un matiz diferente y la respuesta iba más allá de lo que pensó.

Quizás -pensó Alejandra- en un momento dado, tomamos una decisión esperando un resultado, pero después no tomamos el tiempo de analizar y volver a intentar, es como si simplemente diéramos por hecho que lo que hacemos es lo único que podemos hacer, ¿Pero que tal si no?

Tenía la intención de continuar hasta que sus pensamientos se vieron interrumpidos por su profesor. Pensé a eso, en la mente de Alejandra continuaba la duda, ¿Habrá algo más?. Desgraciadamente, no pudo responderse, ya que la escuela le demandaba más atención de la que su mente le pedía.

Por fin llegó la hora del recreo, Liliana le pidió a Alejandra que almorzarán juntas, y ella aceptó. Estuvieron en silencio por unos minutos, pero Alejandra tenía demasiada curiosidad hacia Liliana, estar con ella se sentía diferente, y el silencio que había entre ellas, no era incómodo, sino más bien, pacífico. Comenzaba a preguntarse como el caminar en silencio con alguien que no conocía sería tan relajante y hasta cierto punto inspirador. Llegaron por fin hasta una parte de la escuela que tenía unos árboles con hojas marchitas, ahí hacía algo de frío y la vista no era algo sorprendente, pero decidieron quedarse ahí y comer. Liliana veía con particular interés el horizonte, hasta que rompió con el silencio que en ellas prevalecía.

- Este lugar es hermoso -Comentó con tranquilidad. Alejandra no entendía, pero la dejo continuar- No creí que habría un lugar así en está escuela.
- ¿A qué te refieres? -Interrogó por fin- Este lugar es horrible. Las hojas están secas, y en el cielo hay smog, hay demasiados edificios y no hay mucho por ver.
- Tú ves hojas secas, pero para el árbol, son el cierre de un ciclo; ves smog, pero eso es el resultado de muchos errores que aún no saben remediar; y esos edificios de ahí, son cientos de personas viviendo, corriendo tras sus sueños e intentando seguir sin importar lo malo. Quizás veas oscuridad, pero esto es solo una etapa, no será así toda la vida, agradece lo que ves.
- ¿Qué tendría que agradecer?
- El día de hoy ves estás hojas, mañana tal vez no siquiera puedas verlas o ni siquiera habrá hojas.
- Que manera tan interesante de verlo, pero no creo que sea para admirar lo que hay.
- Estamos en constante cambio, lo único que nos mantiene cuerdos es admirar lo que nos rodea, así sabemos dónde estamos.
- ¡Pero los cambios son lo peor! ¿Por qué admirar algo que es fruto de lo malo?
- Los cambios son buenos y malos -Explicaba con calma- En un corto periodo de tiempo, serán horribles porque mueven toda tu vida, a lo que estás acostumbrado e incluso cambian el paisaje. Pero, a largo plazo, son lo mejor que se tiene. Imagina que el árbol va siempre las mismas hojas, que nunca caigan, sería horrible ver cómo hay unas muertas, otras medio muertas y otras medio vivas, incluso las muertas matarían a las que deberían vivir. Sucede lo mismo con la vida, no podemos cargar lo mismo toda nuestra existencia, tenemos que deshacernos de lo viejo para que lo nuevo llegue, para eso sirve en cambio.
- ¿Entonces debería simplemente aceptar los cambios?
- No, deberías vivirlos.
- ¿Cuál es la diferencia?
- Que en uno se disfruta y el otro no.

El timbre sonó, anunciando que debían regresar, así que caminaron en silencio hacia el salón. Alejandra pensaba detenidamente en las palabras de Liliana, y le parecía absurdo hasta cierto punto, pero algo en ella le decía que debía seguir a su lado y escuchar lo que ella tenía por decirle.

El Nacimiento De La PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora