Capítulo 20

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Se sentía derrotada, cansada y harta. Intentaba continuar, sacaba fuerzas de quién sabe dónde para seguir, pero ya no podía, aquella pequeña reserva de energía se había agotado. No quería saber nada del mundo que una vez la cobijó, porque ese mismo mundo la había traicionado y le había quitado todo en lo que confiaba, todo lo que amaba y todo lo que la hacía sentir tranquila y calma.

Los rayos de la luz entraban por la ventana, iluminaban los ojos de Alejandra, pero ella se rodó, evadiendo la luz. Ya era tarde, y estaba consciente de eso, pero no tenía planeado salir de esa cama para intentar sobrellevar algo que era imposible de lograr. Todo lo que le pasaba eran señales de no debía continuar, las había ignorado mucho tiempo, pero no más, les haría caso y se daría por vencida.

Su madre tocó la puerta de su habitación, ya que no la había visto bajar para ir al colegio. Sin respuesta, su madre entró.

- Ale, hija, es hora de irnos.
- No voy a ir— Dijo contundente.
- Ale, debes ir— Se acercó a su cama lentamente, y con un tono suave, continuó— No puedes simplemente quedarte en casa y no ir.
- Sí, si puedo.
- ¿Qué pasa, hija?, ¿Todo está bien?
- No, mamá, es el problema— Dijo enojada— ¡Nada está bien!, ¡Nada nunca lo estará!
- Dime qué sucede.
- ¿Qué que me sucede?— Preguntó de forma retórica— No soy la indicada para hablar de eso, mejor tú dime, ¿Qué sucede?— Unas cuántas lágrimas de dolor brotaron de sus ojos, mientras se sentaba en su cama para añadir— Mamá, ¡Me encantaría decir que sucede!, ¿Pero adivina qué? No puedo hacerlo porque no sé si lo que veo es verdad o no.
- Hija, tranquila, no te entiendo— Dijo preocupada con un tono tranquilo para inspirarle esa misma actitud.
- Ese es el problema, mamá— Dijo con dolor, desbordado lágrimas— Nunca me entiendes ni intentas hacerlo. ¡Arruinaste mi vida!, ¡Dejaste que creciera rodeada de mentiras!, ¡Pintaste frente a mi un hermoso cuadro que sólo planteaba algo imposible!— Exclamó con rencor.
- Pero tú eras feliz, Alejandra. Yo solo quería que fueras feliz.
- No lo voy a negar, fui feliz. Pero no puedo vivir del pasado. No puedo salir de este lugar con una sonrisa y decir que fui feliz, porque eso no me da la fuerza para vivir hoy— Respiró, y calmando un poco sus lágrimas, agregó— Intenté hacerlo, de verdad. Recordaba los momentos felices e intentaba seguir con los pedazos de vida que me quedaban, esperando que mi futuro sería diferente. He estado corriendo tras mi yo del futuro esperando ser lo que fui. Y no es fácil.
- Sé que no es fácil, ¡Pero debes intentarlo!— Dijo intentando motivarla— Necesitas continuar.
- No, lo que necesito es dejar de intentar, porque llevo 2 meses levantándome, poniendo una sonrisa y fingiendo que todo estaba bien, y no funcionó. Así que lo único que puedo hacer, es dejar de intentar.
- Ale, no digas eso. Sé que eres mucho mejor que esto.
- No, ya no puedo. Y por favor, sal de aquí.
- Ale...
- ¡Vete!— Gritó frustrada— Vete porque verte es un recordatorio de lo horrible que es mi vida, y lo que menos quiero es recordarlo.

Su madre simplemente asintió dolida, y salió de ahí. Alejandra se quedó recostada en la cama y empezó a llorar sin control. Por un lado, estaba harta, no podía continuar, pero por otro lado, se sentía tranquila porque por fin había sacado una parte de su frustración que tenía dentro de sí.

Sin embargo, Ruth no se sentía igual. Escuchar a su hija así, la destrozaba, porque sabía que era todo su culpa. ¿Pero cómo podía pedirle a su hija que fuera fuerte cuando ella tampoco pudo serlo?, ¿Cómo decirle que siguiera adelante si cuando ella tuvo la oportunidad también se rindió?

Aceptaba que esa era su hija siguiendo sus mismos malos pasos. No solo se sentía culpable, si no también derrotada, porque como madre, no pudo guiar a su hija para que caminara por un camino diferente al suyo, no pudo mostrarle que había otro camino. ¡Al contrario! Sus errores llevaron a su hija a ese destino. Aún así, Ruth pensaba que su hija era más valiente que ella, porque Alejandra fue capaz de decir cómo se sentía aún con el dolor que sentía. Había fallado como madre, como mentora, como amiga y como ser humano, porque no le fue suficiente con destruir su vida, también había destrozado la de su hija, y eso la hacía un horrible ser humano.

Cansada, agobiada, frustrada, culpable y  destrozada, subió a su automóvil y se fue a su trabajo, porque no le quedaba más opción. A diferencia de su hija, ella ya había tomado la decisión que la llevó a eso. No podía dejar de pensar en Alejandra, ella aún estaba a tiempo de sanar esas heridas, y continuar como Ruth no lo había hecho. Ella ya conocía el lado de la historia donde no se tomaron las decisiones correctas, y quería que su hija tomara el camino donde se elije lo que correcto y donde todo resulta bien, porque la patética vida que tenía no la quería para su hija.

Mientras tanto, Alejandra paró de llorar y simplemente se quedó acostada en su cama mirando al techo, esperando que por una vez, todo se resolviera sola, esperando que un milagro la iluminara y todas sus dificultades y dolor se desvanecieran en la nada, justo como habían llegado. Sabía que no sería así, pero por ese momento, quería creer en lo imposible.

El Nacimiento De La PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora