Capítulo 23

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6 años atrás

Era una hermosa mañana, y la pequeña Alejandra se alistaba para ir al colegio. Se veía feliz, con una energía que contagiaba, y una emoción que no puede ser descrita con palabras. Pronto, su madre la llevó a la escuela, y ella caminaba tan rápido que parecía que corría todo para poder encontrarse con sus amigas. Al verlas, las abrazó y saludó con cariño. Ella quería mucho a Charlotte y Amelia, sus grandes amigas. Ellas habían sido sus únicas amigas en toda su vida, y con ellas sabía que estaba segura y se sentía cómoda, especial y querida. Sus amigas le podían dar una felicidad que su familia no podía.

Eran muy cercanas, y constantemente se visitaban para hacer tarea, trabajos, o simplemente platicar y jugar. Alejandra las ayudaba con los temas que no entendían y las ayudaba a hacer las tareas, ellas siempre la acompañaban, jugaban con ella, la defendían, nunca la abandonaban y ese día, no fue la excepción. Todas convivían y se mantenían muy cercanas, manteniendo una estrecha relación.

La mañana siguiente, Alejandra había llegado un poco tarde, pero con el mismo entusiasmo de todos los días. Amelia y Charlotte no estaban esperándola afuera, como era habitual, en cambio, estaban hablando entre sí dentro del salón. Alejandra se acercó y escuchó su conversación

- Alejandra aún no llega, ¿crees que no va a venir?
- Ojalá -Dijo Charlotte algo despectiva- ¡A veces me desespera!
- ¡No seas tonta Charlotte!
- ¿Por qué?
- ¿Quién nos dará los trabajos si no viene?
- Cierto... ¡Pero estoy harte de fingir!
- No lo hagas, pero no tendrás las tareas -Amelia hizo un breve pausa- A veces odio su actitud de sabelotodo, pero no podemos cambiarla.

Alejandra no quería seguir escuchando sus palabras tan hirientes, así que entró para cesar su conversación. Las saludó, pero ellas actuaron como si su platica no hubiera sucedido, se borró de su memoria como polvo que se lleva el aire, pero esas palabras que estaban en el aire, se albergaron en el corazón de Alejandra, rompiendo algo dentro de ella. De pronto, ese lazo tan se rompió como si se tratase de un pequeño hilo tenso.

Ella no sabía como reaccionar, ya que no quería confrontarlas, pero tampoco deseaba pasar desapercibida su actitud ante ella. Toda el día reflexionó la situación, y no quería aceptar la verdad que ante sus ojos estaba. todo estaba ahí, junto a una herida en su corazón, y las palabras que repasaba mentalmente se clavaban en su corazón, amenazando con destrozarlo.

Todo el día estuvo pensando en su nuevo descubrimiento, hasta la hora de la salida, cuando encontró a su madre que la esperaba, con una sonrisa y los brazos abiertos esperando para recibirla. El verla ahí, esperando por ella, le hizo recordar que ella siempre está ahí. Por más difícil que fuera su día, y aún con todo el cansancio, su madre siempre estaba ahí para ella; ella era esa persona en quien podía confiar, porque ella nunca le mentiría como Charlotte y Amelia; ella era honesta y siempre sus cálidas palabras la sacaban de dudas.

Con esto en mente, llegó a su casa, y sacó su diario de una pequeña mesa de noche donde acostumbraba guardarlo, y sin pensarlo mucho, narró su día, finalizando con las palabras: "Pero sin importar lo que me hagan o cuanto me mientan, mis padres siempre estarán ahí para mí, porque me aman tanto que me dieron la vida, y pase lo que pase, sé que puedo confiar en ellos"

Sin más, la pequeña Alejandra dejó su diario...

Actualmente

La chica que ahora leía esas páginas no pensaba lo mismo, ya que había presenciado la mentira de aquellas personas que pensó nunca le mentirían. La chica que ahora leía esas palabras sabía que no podía confiar en ellos, y que solo eran personas como cualquier otra; personas que le mienten, la abandonan y la hacen sentir vacía, sin ilusiones y sin intenciones de creer en alguien más.

Leer esas palabras era doloroso, porque las únicas personas en las que había confiado la traicionaban, ¿era acaso que todos eran seres crueles, incapaces de pensar en alguien más que en sí mismos?

Comenzaba a jadear nerviosamente ante la impotencia que sentía. No podía cambiar nada, pero dolía saber que no podía confiar en nada ni nadie. Con esta idea, un sentimiento de soledad la embargó, ¿que más podía sentir al saber que no tenía a nadie? Era como si todos vagaran por la vida con máscaras que les permitía "convivir", pero esto no servía para más que complacer falsamente a los demás, fingiendo absolutamente todos los valores que pregonaban cual manda que debía ser estrictamente seguida.

Ante los sentimientos que arribaron en ella en cuestión de segundos, lanzó furiosamente el diario contra la pared, así como la caja que tenía los demás diarios. Todos esos diarios no eran más que pruebas y recuerdos de la falsedad que la había rodeado toda su vida. Todos eran recuerdos vacíos y sin sentido de lo que pudo haber una feliz vida.

El Nacimiento De La PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora