Capitulo 29

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Ahora pues, que conocía la respuesta a su inquietante actualidad, era momento de enfrentar a su madre; de modo que, en cuanto llegó a su casa, sacó del fondo del armario esa maleta que armó como fruto de un impulso, y que era ahora, la única cosa que le daba un último aliento de esperanza, era lo único que ahora, le hacía pensar que podría llegar a darle su esperada estabilidad.

Antes de informar a Ruth, decidió llamar a Carlos, con quién agendó una repentina pero emocionante cita en el parque donde solían ensayar. Habían estado algo distantes debido a la desidia de Alejandra, sin embargo, ella agradecía profundamente que Carlos le tuviera paciencia y no se enojara por su conducta indecisa.

Su corta cita no trató temas particularmente interesantes, pero el chico continuaba susurrando frases como: «Deberías olvidarte de tus padres, no pareces importarles mucho», ó «Solo me necesitas a mí para ser feliz»; que intercalaba con algunos abrazos, caricias o pequeñas besos.

Pronto la joven regresó a su casa, lista para enfrentar a su mamá y decirle todo lo que planeaba: una nueva vida que estaba decidida a construir a partir de ese momento y hasta la eternidad.

Con la maleta en la sala, al lado de la puerta y el arribo de su madre, no hizo falta nada más que iniciar la conversación.

- Mamá... Tenemos que hablar —Señaló puntualmente con la mirada esquiva— Hay algo que debo decirte.
- ¿Qué pasa Ale? —Interrogó Ruth confundida al notar la maleta en el umbral de la puerta— ¿Tienes algún problema?
- No... Es que... No sé cómo decirlo —Titubeaba— Pero mi papá vino a verme y me dijo que me mudara con él.
- ¿Ángel?
- No, Maximiliano, tu exesposo.
- ¿Cuándo? —Dijo con la voz quebradiza.
- Ayer —Respondió en voz baja sin rodeos— Y la verdad lo estuve pensando, y me voy a mudar con él.
-¿Qué! –Exclamó Ruth incrédula— ¿Por qué!
- Es que esta casa tiene muchos recuerdos, y no puedo evitar sentirme mal aquí... Siento que estoy atrapada en una mentira cuando me siento y veo todo.
- Pero Ale... —Interrumpió entre lágrimas— ¿De verdad te irás con un hombre que ni siquiera es tu padre? ¿Sabes que él vive con una mujer que ni siquiera conoces?
- Sí, sé que así será, pero aunque no lleve su sangre, lo estuve pensando y... —Respiró profundamente antes de continuar— Él fue quién me crió, quien siempre ha estado ahí y él me conoce bien, él es mi padre...
- Por favor hija, no te vayas, haré lo que sea, te daré lo que quieras, nos mudaremos incluso, pero por favor, no te vayas —Suplicaba entre sollozos mientras buscaba la esquiva mirada de Alejandra— No vayas con él, él ni siquiera es tu padre, y no sabes cómo te va a tratar esa mujer.
- Mamá, ya lo decidí, te quiero mucho, pero este lugar ya no es para mí.
- Podemos mudarnos —Repetía persistente— Mañana mismo lo haremos, tú puedes elegir la casa, pero por favor, quédate conmigo, eres lo único que me queda.
- Siempre seré tu hija, pero lo que necesito ahora mismo es demostrarme que puedo vivir algo más, que puedo ser feliz además de todo, necesito demostrarme que hay más —Argumentó con los ojos también cristalinos— Esto no es por ti, es por mí.

Ruth estaba de rodillas frente a Alejandra, ambas llorando, en una negociación que parecía no tener realmente un sentido. ¿Estaba Ruth siendo muy egoísta? La que estaba ahí sentada era Alejandra implorando por un poco de paz después del caótico mundo en el que ella misma la metió.

El estado actual de su hija era su responsabilidad, el resultado de todos sus errores. Le era imposible no sentir que retenerla con ella era otro error.

En medio del sepulcral silencio, Ruth abrazó maternal a Alejandra, esa pequeña bebé ya había crecido, y le pedía que le diera la oportunidad de vivir. Aún en silencio, Ruth solamente la abrazaba, un largo abrazo que provocó más lágrimas en ambas, y que comunicaba un sincero «Te amo». Ella expresaba de la manera más pura posible que siempre estaría ahí para cuidarla, para resguardarla y darle todo lo que necesitará y más, pero ahora, desde un puesto diferente.

- Hija, si crees que necesitas ir con Maximiliano para ser feliz, entonces házlo —Dijo por fin resignada— Pero si quieres regresar, si no te sientes segura o si tienes miedo; esta será siempre tu casa, y yo seré siempre tu madre.
- Gracias mamá —Respondió con cierto alivio— Te prometo que seré feliz.

Esas fueron las últimas palabras que Ruth escuchó de su hija, pues después de terminar ese emotivo abrazo, solo hubo más gestos que comunicaban el mismo cariño para una hermosa y dolorosa despedida, pero fue también esa vez, la última que Ruth pudo comunicarse con su hija.

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⏰ Última actualización: Jul 02, 2022 ⏰

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