Capítulo 4

22 1 0
                                    

Camino a casa, Alejandra aún disfrutaba su pequeño logro, por unos minutos se olvidó de lo que la rodeaba, estaba sumergida en las olas de la pasión. Sin embargo, regresó a la realidad gracias a un pequeño comentario que su madre soltó en medio del inmenso silencio que habían creado inconscientemente.

- Ale, querida. No te sorprendas si tú padre no está en casa cuando lleguemos, ¿Si?

Confundida, regresó a la realidad. Los recuerdos atacaron a su mente cuál saetas, clavándose en su corazón y lastimandola como dagas. Tranquilamente, suspiró y un tanto triste, respondió con serenidad.

- Está bien, lo tendré en cuenta.

De nuevo un amargo silencio las agobió en su camino, la diferencia era que ahora Alejandra no gozaba de su alegría; esta se había desvanecido casi tan rápido como llegó. Lo que momentos antes la había hecho sonreír, pasó rápidamente a la historia de su vida como cualquier otro acontecimiento, su mente se mantenía ocupada pensando en que le había sucedido a su padre. Miró melancólicamente por la ventana del auto esperando que llegaran a su hogar, lo cual, fue eterno bajo la percepción de Alejandra.

Cuando llegaron a su hogar, luego de algunos minutos, se apreciaba el deslumbrante carro de su padre, tan solo a unos pocos metros de distancia. En cuanto su madre estacionó el coche, Alejandra salió corriendo para ver a su padre, mientras su madre solo la veía alejarse, estaba inmóvil. Se veía enojada, en sus ojos fluía una profunda rabia que nunca antes se le había visto, sin decir nada, entró su casa, dejando solos a Alejandra y su padre.

-¡Papá!- Decía Alejandra emocionada, al tiempo que estrujaba a su padre entre sus brazos- ¡Te extrañé mucho!, ¿Dónde estabas?, ¿Por qué no me llamaste?, ¿Estás bien?, ¿Qué sucedió?

Maximiliano, su padre, la miró con ternura, la abrazó y con calma añadió.

- También te extrañé, querida. Pero por favor, una pregunta a la vez.- Decía a la vez que acariciaba su cabello, miró a su esposa, Ruth, entrando a su casa. Algo melancólico, agregó- Linda, mejor hablemos en otro lugar, ¿Si?
- ¡Claro papá!, podemos ir a la sala y tomar un...
- ¡No!- Dijo interrumpiéndola en seco- Me refería a otro lugar que no sea la casa. ¿Quieres ir a desayunar?
- Está bien- Dijo Alejandra con extrañeza.
- Sube al carro.

Alejandra asintió y se subió al automóvil. Ambos compartían una estrecha relación, siempre compartían temas variados, tenían demasiados gustos en común, así que siempre disfrutaban de su camino. Temas variados y sin conexión surgieron en la trayectoria, no había silencio por más de unos segundos, las risas abundaban y una atmósfera de armonía se disfrutaba en el ambiente.

Luego de algunos minutos, el padre de Alejandra estacionó su coche y abrió la puerta a su hija para que bajara, al tiempo que le extendía la mano a manera de ayuda.

- Gracias papi- Decía algo apenada mientras bajaba del vehículo- pero no es necesario.
- Eres una princesa, linda. Te tengo que tratar como tal.

Alejandra solo sonrió. Comenzaron a caminar por el estacionamiento, se encontraban en una plaza. Ella, en su mente, adivinaba los posibles lugares en donde podrían comer. Les gustaba probar la comida en diferentes lugares, pero a la vez, conocían perfectamente los gustos del otro, la sincronía que ambos compartían era impresionante, casi tan precisa como la que comparten los engranes de un reloj.

- ¿Quieres saber dónde vamos a comer o quieres que sea sorpresa?- Decía su padre con una sonrisa en el rostro
- ¡Qué sea sorpresa!, sabes que no me puedo resistir a una sorpresa.

Maximiliano le dedicó una sonrisa y continuaron caminando. Pronto llegaron a la zona restaurantera de la plaza, su padre la guiaba por el lugar, mientras ella veía por todos lados especulando su posible destino. Al fin, su padre se paró frente a un lugar y exclamó:

El Nacimiento De La PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora