Capítulo 17

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- Tamy, he pensado en huir de mi casa— Dijo con seriedad.
- ¿¡Qué!?— Preguntó impactada— ¡Alejandra eso es una tontería!
- ¿Por qué?— Dijo de forma retórica— Piénsalo, todos mis problemas vienen d mi casa, si no estoy ahí, mis problemas desaparecerían.
- No creo que sea una buena idea.
- ¿Por qué?
- Ale, querida, hay una diferencia entre afrontar los problemas y huir de ellos. Estás huyendo de tus problemas, y tarde o temprano los debes afrontar.
- Pero no huyo, simplemente doy una solución— Tamara suspiró y continuó.
- Una solución sería hablar con tus papás, diles como te sientes. Escapar no es una solución, solo harías que se preocupen por ti.
- Ellos no se preocuparían.
- ¿Cómo lo sabes?
- Si se preocuparan por mí, no me vería obligada a pensar esto.

Antes de que Tamara pudiera contestar, su maestro llegó al salón.

- La clase va a empezar, pero no hemos terminado con esta conversación.

Alejandra asintió y sacó su cuaderno de la asignatura correspondiente. Al cabo de un rato, sus clases terminaron, pero Alejandra evitó hablar del tema. Tamara supuso que Alejandra había recapacitado, pero una parte de ella no paraba de pensar que aún lo consideraba.

De manera poco usual, Tamara acompañó a Alejandro hasta su casa, para así asegurarse que no le pasará nada, o que simplemente se desviara de su camino. Al llegar a su casa, ambas se despidieron y Tamara se fue a su casa, sin embargo, Alejandra no entró. Se quedó parada enfrente de su casa, sacó su celular y marcó a Carlos. Él contestó de inmediato y ella le pidió que fuera a verla, él aceptó y a los pocos minutos ya se encontraba con ella.

Alejandra le pidió que fueran al parque donde acostumbraban practicar, él accedió y al cabo de unos minutos estaban ahí. Alejandra se veía decaída y se mantenía callada. Se sentaron, y luego de unos segundos de silencio, Carlos habló preocupado.

- Ale, amor, ¿Qué tienes?
- Nada— Dijo desanimada.
- Mírate, linda. Has estado callada todo el camino, y te escuchas muy decaída. ¿Qué tienes?
- Es solo que ayer descubrí quien es mi verdadero padre.
- Ya veo— Dijo intentando entender la situación.
- La verdad, estuve pensando en lo que dijiste el otro día, y creo que tienes razón.
- ¿Qué quieres decir, linda?
- Dijiste que no le importaba a mis padres. Quizás tengas razón.
- ¿Lo dices en serio?— Preguntó un tanto sorprendido.
- Sí— Aseguró— Si les importara, no me harían eso, habrían dejado mi vida tal y como estaba.
- Entonces, ¿Qué planeas hacer?
- Quiero huir
- ¿Huir?— Preguntó confundido— ¿Qué quieres decir?
- Quiero escapar de mi casa. No quiero saber más de las personas que tanto daño me han hecho.
- Entonces házlo— Dijo con seriedad— No mereces estar con personas que tanto daño te han hecho.
- Pero lo platiqué con Tamara en la mañana, y ahora no sé que tan buena idea sea.
- ¿Por qué cambiaste de opinión tan rápido?
- Porque no tengo a dónde ir, y seguramente me encontrarían de inmediato.
- Ve a mi casa.
- ¿Qué?— Dijo confundida.
- Si hablo con mis papás de esta situación, seguramente te dejaran quedarte. Mi casa es grande, tenemos muchos cuartos de sobra y mis padre trabajan mucho, así que está muy sola.
- No lo sé, no quiero ser una molestia para ti y tu familia.
- Amor— Dijo con suavidad para luego sujetar sus manos con delicadeza y besarlas— Tú nunca serías una molestia. Te dije que te haría feliz, y si estar lejos de ellos te hace feliz, haré lo que sea para que lo logres— Alejandra lo miró con ternura y agregó:
- Gracias. De verdad, muchas gracias, cariño.— Lo abrazó, y tras unos segundos, de separó y continuó— Creo que debemos regresar, ya se está haciendo tarde.

Él asintió y regresaron a casa de Alejandra. Una vez en la puerta, Carlos se inclinó hacia ella para darle y beso en la frente, y concluir.

- Ale, lo que dije hace un momento es verdad. Si quieres escapar cuentas con todo mi apoyo, porque aquí solo estás sufriendo, y créeme, tú no mereces eso.

Alejandra le dedicó una sonrisa para agradecer el gesto, y así, por fin entrar a su casa. Al llegar, se recostó sobre su sofá y se mantuvo pensativa. Intentaba tomar una decisión. Por un lado, Tamara tenía razón, no estaría dando solución si no que estaría huyendo de sus problemas; pero por otro lado, estaba sufriendo, como Carlos lo sugería. Definitivamente estaba entre la espada y la pared. Quería tomar una decisión basado en qué tan importante era para ella uno u otro, pero Tamara era su mejor amiga, y Carlos su novio. Si bien, tenía más tiempo conociendo a Tamara, Carlos la había ayudado y le había dado seguridad cuando todos dudaron de ella. Sin embargo, para ella era más fácil alejarse de todo ese drama que continuar ahí, sufriendo y torturándose.

Sin una idea muy clara en mente, se dirigió a su habitación y sacó una mochila que guardaba para los días donde iba a acampar con su padre, más bien, con Maximiliano; ahí guardó algo de ropa y sus zapatos de danza. Algo indesisa, situó esa mochila en su armario.

Todo había sucedido tan rápido, y de una idea tan espontánea, que debía pensar mejor lo debía hacer, además de hacer un plan en caso de decir hacerlo.

Sugestionada y confundida, se sentó en la orilla de su cama esperando que la claridad llegará a su mente como si se tratará de una respuesta del examen de matemáticas. Desgraciadamente, las matemáticas eran más claras y simples que su vida en ese momento.

Esperando olvidar su caótica vida, se dispuso a estudiar, ya que se acercaban los exámenes parciales, y debía estar preparada para ellos.

El Nacimiento De La PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora