Capítulo 13

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El sonido de la puerta interrumpió los pensamientos de Alejandra, era Ruth quien se anunciaba en al puerta pidiendo tiempo a su hija para hablar de lo sucedido, pero ella se negaba. Alejandra no podía dejar de pensar lo poco que le importaba, como para dejarla en uno de los momentos más importantes y difíciles para ella. Todo se concentraba en un momento clave, y era ese. Ese era el momento justo para decidir que relación querría a partir de ese momento con sus padres. Sus recuerdos juntos eran alegres y agradables, pero pensaba que eso no era más que el producto de todas sus mentiras. Ya no podía verlos de la misma forma.

Ruth, desesperada, decidió llamar a la única persona con la que parecía, se comunicaba mejor; Ángel. Él rápidamente contestó la llamada, y le dijo que estaría ahí en cuanto le fuera posible.

Alrededor de una hora después, Ángel ya estaba en casa de Ruth, llamó a Alejandra y ella fue de inmediato a saludarlo con alegría. Con una sonrisa, él le ofreció un ramo de flores.

- ¿Qué es esto?— Preguntó confundida.
- Hoy fue tu primera presentación, ¿No es así?
- Sí.
- No pude ir, pero recibe estas flores como muestra de mi admiración a tu dedicación.
- ¡Gracias!— Dijo alegre para luego abrazarlo por algunos segundos— Al menos a ti te interesa— Trás decir eso, miró a su madre y desvío la mirada con desprecio.
- Iré a comprar la cena, ¿Les importa quedarse?
- Está bien, tú ve— Dijo dedicándole una sonrisa tierna.
- Está bien, no tardó.

Ruth salió y se fue al supermercado por comida. Alejandra puso las flores en un florero de porcelana blanco, para luego ir a la sala de su casa para sentarse y platicar con su invitado. Rápidamente, Ángel tomó la palabra.

- ¿Está todo bien?
- Sí, ¿Por qué preguntas?
- Presiento que algo no está bien entre tú y tu mamá.
- Es solo que a veces pienso que no le importo.
- ¿Por qué dices eso?— Preguntó con interés.
- Hoy no fue a verme, y ni siquiera me preguntó cómo me había ido, ¿Puedes creerlo?
- Tenía trabajo, no es su culpa.
- Lo sé, pero también tú tenías trabajo y aún así me felicitaste— Guardó silencio por unos segundos, y luego de suspirar, añadió— Ángel, ¿Crees que no le importo a mis papás?
- ¡Claro que les importas!, Desde que tu madre te tuvo, no hubo mayor adoración para ella.
- ¿Entonces por qué me mintieron?
- A veces hacemos cosas pensando que será lo mejor, aunque en realidad no lo es.
- ¿Pero por qué casarse en primer lugar?
- Sus padres los obligaron.
- Sí, pero pudo haber huido con su novio, con mi verdadero padre. Pudieron ir lejos y vivir felices.
- Pensaron en hacerlo, pero no tenían los recursos suficientes para hacerlo y darte la vida que mereces.
- Merezco una vida feliz, con unos padres que se amen de verdad, una vida donde no haya secretos ni mentiras.
- Tienes razón, Ale— Ángel se levantó de su asiento, se aproximó a ella y le dijo— Te prometo que pronto tendrás la vida que mereces.

Al cabo de unos segundos, se separó del abrazo. Alejandra miró la hora. Al día siguiente debía ir a la escuela y en la tarde practicar con Carlos. Así que debía descansar, ya que también se encontraba agotada gracias a la función. Se despidió de Ángel y se fue a su recámara a dormir. Mientras tanto, Ángel se quedó pensativo en la sala, esperando la llegada de Ruth.

Después de media hora, Ruth había llegado a su casa. Al encontrar a Ángel solo, preguntó por Alejandra. Ángel le contó la situación, mientras Ruth ponía las compras sobre la mesa de la cocina. De la nada, y sin previo aviso, Ángel dijo consternado.

- Debemos decirle.
- ¿Decirle qué?
- Debemos decirle que soy su padre.
- ¿¡Estás loco!?— Exclamó molesta.
- Alejandra merece la verdad.
- Tú mismo viste como está, ¡Me odia!— Guardó silencio unos segundos, y estrujándose entre sus brazos, continuó— No quiero que te odie a ti también.
- Ella quiere una vida sin secretos, con padres que se amen, y podemos darle eso. Podemos darle lo que más desea.
- No, Ángel, no.
- ¡Pero merece saber la verdad!
- ¡Y también merece algo de tranquilidad por algunos días!— Exclamó enojada— Sabes perfectamente lo mucho quiere a Maximiliano, y tú apenas comienzas a ganarte su cariño.
- Pero si le decimos no cambiará nada.
- Ángel, si tiene que elegir entre Maximiliano y tú, lo elegirá a él. Eres la única persona a la que escucha.
- Entiendo eso, pero tiene derecho a saber.
- Pero es mi hija, y yo decido cuando decírselo.
- También es mi hija.

Trás decir eso, Ángel tomó su chaqueta y salió de la casa de Ruth para irse a su departamento que se encontraba a unos cuantos minutos de distancia. Ruth consternada, se tiró al sofá para pensar en lo que debía hacer. Hace apenas tres semanas había comenzado su divorcio, creía que era demasiado rápido para decirle tal cosa. Pero si Ángel tenía razón y ella solo quería la verdad, podía dársela. Sin embargo, las dudas y el miedo, le impedían ver con claridad.

Al día siguiente, por la mañana, ambas se levantaron para alistarse. Ruth para el trabajo y Alejandra para la escuela. Subieron al vehículo, y el silencio que ya se había vuelto una costumbre entre ambas, no faltó. Al llegar, Alejandra se bajó, y sin decir palabra, entró a su institución.

Aunque no se lo demostraba a su madre, estaba muy feliz, pues por fin había visto la cúspide de su trabajo en un escenario. No tardó mucho en relatar a Tamara su increíble día. Tamara la felicitó con alegría y le dió sus buenos deseos.

Ese mismo día, durante el receso, Alejandra le comentó lo sucedido con Carlos. Tamara guardó silencio unos segundos, pensando que decir. Ella no estaba de acuerdo en su decisión, pensaba que si era su amigo y la quería de verdad, no pasaría nada si lo rechazaba; al contrario, la entendería. Sin embargo, Tamara respetó la decisión de su amiga, y la apoyó, deseándole suerte en su nueva relación.

La escuela terminaba, y Alejandra se dirigía a su casa como habitualmente lo hacía. Unos metros antes de llegar, vio la figura de una persona esperando en la puerta. No podía reconocerla, pero a medida que se acercaba a esta, fue capaz de distinguir aquella misteriosa silueta. Por un momento pensó que sus ojos la engañaban, ya que vio a aquel chico de nombre Carlos. Se acercaba poco a poco, y por fin se dio cuánta que tenía razón. Aquel chico en la puerta era Carlos, pero, ¿Por qué estaba ahí?

El Nacimiento De La PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora