Capítulo 19

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Carlos ya estaba muy cerca de ella, tanto, que Alejandra podía escuchar su respiración, sentir su aliento y escuchar su rápido palpitar. De inmediato intuyó lo que podría suceder, y se alejó rápidamente de él a la vez que lo empujaba.

- ¿¡Qué te pasa!?— Exclamó molesta— ¡No puedes hacer esto!— Él sorprendido por la escena, se alejó y reaccionó bruscamente.
- Lo lamento. No sé que sucedió.
- ¿No sabes?— Interrogó enojada— Lo que iba a suceder que me ibas a besar. ¿Qué te pasa?
- Perdón, yo no quería hacerlo.
- Carlos, estoy destrozada, ¡No quiero ni siquiera abrir los ojos para vivir un día más, ¿y lo mejor que se te ocurre es besarme?— Dijo aún molesta, sentía que se aprovechaba de ella— Pensé que eras diferente.
- Ale, por favor escúchame— Imploró Carlos. Alejandra de levantó de la banca y dijo:
- No, no voy a escucharte porque te querías aprovechar de mí. ¡Confíe en ti!, ¡Lo que te dije es algo que ni siquiera mi mejor amiga sabe!
- Perdóname, de verdad, no sé que paso.

Alejandra lo miró decepcionada y su fue sin decir nada más. Corría hacía su casa esperando que él no la alcanzará. Escuchaba sus inscesantes gritos pidiendo ser escuchado, pero ella hacía caso omiso y se iba. Carlos era la única persona en la que confiaba porque sabía que no esperaba perfección, sabía que él no tenía altos estándares que ella debía cumplir. Pensaba que él la amaba por quien era de verdad, pero a la vez sentía que se estaba aprovechando de su debilidad. Por fin llegó a su casa, y cuando estaba frente a la puerta, buscando su llave, sintió que alguien la tomaba del brazo. Cuando este la giró, la acorraló contra la pared.

- ¡Mírame!

Exclamó el desconocido, ya que la reacción de Alejandra fue girar la cabeza y cerrar los ojos. Cuando tuvo el valor de ver, descubrió que era Carlos quién la aprisionaba. Al verlo, estaba asustada, no sabía que sucedía ni qué hacer. Su rostro reflejaba auténtico miedo.

- Ale, amor— Decía Carlos— Por favor escúchame— Alejandra asintió, aún con temor— No deberías dejar a tu novio en el parque. Eso no está bien.
- Perdón— Dijo entre tartamudeos, pensando en como salir— Carlos, me estás lastimado.
- Tú también lo hiciste, querida.

Ella permanecía inmóvil, mientras él la veía fijamente. Podía ver sus ojos que imploraban piedad, podía escuchar su pausada y entrecortada respiración, y podía escuchar sus frenéticos latidos. Él la miraba detalladamente, observaba su castaño y largo cabello brillar con el sol, veía sus ojos verdes dilatados gracias al miedo, su pálida piel que era aún más pálida por el pavor, y veía también su delgados y rosas labios entreabiertos que mostraban sus blancos dientes. Alejandra estaba indefensa y con un genuino miedo que le impedía hacer algo.

Luego de un largo silencio, Carlos la soltó y se alejó de ella unos centímetros,  ella comenzó a girar sus muñecas por el dolor. Carlos de nuevo se acercó, y levantó su barbilla, para decir.

- No escapes de mí, porque sabes bien que no puedes, y no me dejes así otra vez— Alejandra sin poder decir nada, solo asintió— Entra a tu casa, nosotros nos veremos mañana.

Ella asintió de nuevo, y entró rápidamente a su casa, estaba asustada e incluso algo traumada por lo ocurrido, le parecía muy sorprendente lo que había sucedido. No quería saber de él por un tiempo, así que apagó su celular y lo guardó en una gaveta que tenía bajo llave. Después de eso, sacó sus libros y se dispuso a estudiar, pero no podía dejar de pensar en esa perturbadora escena que se repetía una y otra vez. No podía sacar de su mente sus palabras.

Siempre se había sentido segura a su lado, pero ahora, ahora se sentía débil, indefensa, temerosa de lo que le pasaría si continuaba con él. Carlos le había pedido que se encontraran al día siguiente, pero tenía miedo de verlo, así como tenía miedo de lo que sucedería si no lo hacía. No sabía que hacer, él era la única persona en quien confiaba, se había alejado incluso de Tamara. Ya no sabía a quien recurrir, ante su falta de confidentes, decidió olvidar lo sucedido y afrontarlo sola.

Pero no solo era la falta de confianza que ahora le tenía a Carlos, si no también la gran impotencia que sentía. Había pasado noches sin dormir por estudiar para sus exámenes, noches en las cuales el estrés estaba a flor de piel, siempre daba el 100% de sí misma para sacar una buena nota en sus exámenes, pero en esta ocasión dió un 200% de sí misma; era inaudito.

Absolutamente todo su trabajo había sido en vano. Intentaba pensar que no era su culpa si no de las circunstancias que afrontaba, pero sabía perfectamente que era su culpa por dejar que le afectará. Ella pensaba podía dejar todo de lado, pero le fue imposible olvidarse de todo a su alrededor.

Se sentía inútil y no encontraba una razón para seguir; siempre había una razón, pero ya no había nada. Llamó padre a la persona equivocada, se encariñó con las personas incorrectas, todo a su alrededor era una mentira, y lo único que la motivaba era que aún era buena para la escuela, aún podía ser sobresaliente en algo y pensar que podía controlar su ruta académica, pero ya ni siquiera tenía control de eso. Dedicaba horas a estudiar y ser la mejor, y lo era, pero había perdido incluso eso.

¿Qué le quedaba? No tenía absolutamente nada, no tenía un padre, una familia estable, un lugar en el cuadro de honor, un novio o alguna cualidad que la hiciera sentirse especial. En un abrir y cerrar de ojos toda su vida se había roto frente a sus ojos, y no podía hacer nada más que observar. Estaba harta de no poder tomar control de su vida, todo lo que ahora tenía por vida, era consecuencia de las acciones de muchas personas que ni siquiera podía enumerar.

Simplemente ya no podía continuar, había tenido días difíciles, e intentaba caminar a pesar de las ventiscas, apesar de las difíciles montañas siempre intentaba continuar, porque en esos momentos tenía por lo menos un poco de fuerza para moverse por la vida, pero ya no, simplemente no podía seguir, y tampoco quería hacerlo...

El Nacimiento De La PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora