Capítulo 9

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Los días pasaban, y la distancia entre ella y sus padres, era cada día mayor. Nunca volvieron a tocar el tema. Su padre, regresó a su casa, pero ya no dormía en la misma habitación que su madre, ahora, cada uno tenía una habitación. Todos se limitaban a un saludo matutino, y el resto del día, había silencio.

Los días eran cansados, eran un pesado lastre que Alejandra debía arrastrar. El silencio la torturaba, pero cada conversación que tenían, debilitaba su relación, y eso le dolía en lo más profundo del alma. Las pláticas que antes fluían con naturalidad, ahora sé escondían en los rincones más oscuros, sin nadie que se atreviera a buscarlos.

Alejandra se volvió una maestra del engaño. Se engañaba a sí misma diciendo que estaba bien, y con ella, engañaba a todo aquel que le preguntará. Aunque claramente, no estaba bien. Desde aquel día, una parte de Alejandra se había quebrado e ido, se había ido para jamás volver.

Alejandra, además, había cambiado. Si ya era una persona seria y callada, ahora, se había vuelto fría y distante incluso con Tamara, quien nunca se alejó de ella. Alejandra y Tamara nunca volvieron a tocar el tema, y simplemente asumió que había algo que nunca le quiso decir. Aunque Tamara, estaba segura de algo, lo que sea que le haya sucedido, fue su acabose. Tamara podía ver como la alegre y positiva Alejandra, se había esfumado en la nada.

Luego de esa horrible semana, llegaba el sábado. El tan anhelado día que daba a Alejandra un rayo de esperanza. Camino a su ensayo, no hubo nada que no fuera silencio, miedo, dolor y nervios.

- Adiós.

Dijo Alejandra para despedirse de su madre cuando la dejó en el gimnasio. Quien entró a ese lugar, era una Alejandra decaída, sin aquella energía que contagiaba a cualquiera que se le acercase, y Carlos, lo notó de inmediato.

- ¿Estás bien, Ale?

Dijo preocupado. Alejandra simplemente asintió, claramente, no estaba bien.

La clase comenzaba, y luego del calentamiento, Alejandra se fue al lugar donde siempre practicaba sus pasos, Carlos la siguió. Comenzaron con un zapateado de tres, y sorpresivamente, lo logró en cuestión de minutos. Después, continuaron con un valseado, que también logró con facilidad, después, continuaron con un zapateado de cinco. Germaín, observaba su práctica, y veía la facilidad que Alejandra mostraba cada vez más. Con esto en mente, llamó a Carlos, él fue, y de manera directa, Germaín dijo.

- Carlos, enséñale los pasos del solo.
- ¿¡Qué!?— Preguntó sorprendido— Esos pasos son muy complicados y llenos de secuencias. ¿Está seguro?

Trás decir eso, un sonido que provenía del fondo de la habitación, era audible para Carlos y Germaín. Ese sonido no era más, que el paso que recién le había enseñado a Alejandra. Germaín dirigió su vista a ella, para luego agregar.

- Lo estoy— Dirigiendo su mirada nuevamente a Carlos, añadió— Su ejecución podrá no ser perfecta, pero su pasión y dedicación, la harán volar— Guardó silencio unos segundos y continuó— Pero te dejaré que decidas. Tú le estás enseñando, después de todo.

Carlos regresó pensativo. Si bien, Alejandra era muy perseverante, los pasos del solo eran difíciles, llenos de combinaciones y cambios rápidos, difíciles, incluso para él. Cuando llegó junto a ella, aún estaba haciendo aquel paso que le había mostrado momentos antes. La seguridad con la que lo ejecutaba era impresionante, había algunos detalles por corregir, pero cualquiera que la viera, podría decir que lo estaba haciendo a la perfección.

Algo temeroso de lo que sucedería, comenzó a explicarle las secuencias. Uno a uno, con calma y de la forma más sencilla que pudo, le enseñaba la primera secuencia. Pasó a paso, cada vez que lograba estructurar algo descente, continuaba, y al final, unían los pasos logrando una secuencia. Carlos estaba algo sorprendido por lo rápido que avanzaban, y también un tanto culpable por no confiar en ella.

Alejandra había cambiado un poco de actitud durante la sesión, ya no estaba tan decaída y triste como al inicio, ahora, estaba más calmada y se le veía menos agobiada. Pronto, la voz de su maestro se escuchó en toda la habitación.

- Alejandra, ven.
- ¿Yo?— Preguntó sorprendida.
- Sí. Es hora de que te integres— Alejandra estaba nerviosa y hasta intimidada, Carlos se acercó y dijo con suavidad.
- Ve, te lo mereces— Posando su mano sobre su hombro, añadió— Yo estaré a tu lado.

Alejandra sin más titubeó se integró. Formaron líneas y ella se fue a la parte de atrás.

- Ven aquí.

Dijo su maestro señalando la parte de adelante. Con algo de miedo se alineó, y Carlos, se puso a su lado. La música empezaba a sonar, Germaín estaba al frente de todos bailando. Pronto, se dió cuenta que eran los pasos que recién le había enseñado Carlos, así que comenzó a bailar con un poco más de soltura y seguridad. Tenía pequeños errores, los cuales, solamente pasaba desapercibidos y continuaba. Al finalizar la pieza, su maestro paró la música, y dijo con alegría.

- Felicidades, Alejandra. La polka es tuya.

El silencio reino en el lugar, Alejandra no entendía a qué se refería, pero al poco tiempo, Ximena interrumpió el repentino silencio, expresando su inconformidad.

-¿¡Qué!?— Exclamó molesta— ¡Ese solo es mío!, ¿¡Por qué se lo vas a dar a ella que no lleva ni un mes ensayando!?
- Ella tiene razón— Decía Karen con firmeza— ¡No es justo que le des un solo por el cuál todos competimos!
- Ella lo merece más que cualquiera de ustedes.
- ¿Por qué?— Preguntaba Ximena aún molesta— Tuvo muchos errores, y yo lo hice de forma perfecta.
- Te equivocas— Dijo su maestro un poco molesto— Te falta algo primordial para cualquier baile.
- ¿Y qué es?
- Pasión. Hace mucho que perdiste tu motivación, dejaste de bailar porque te gustaba y comenzaste a bailar para competir y ser la mejor.
- ¿Qué no es eso lo que me dijiste que buscara?
- Te dije que buscaras ser la mejor haciendo lo que amas. Hace mucho que no proyectas alegría en tus bailes.
- Pero yo no lo merezco— Dijo Alejandra— Solo llevo tres semanas ensayando y cometí muchos errores— Su profesor la miró, y solo agregó.
- Ya he tomado una desición, y no está a discusión— Dijo con firmeza— Alejandra, harás el solo con Carlos. No pienso seguir discutiendo esto— Guardó silencio unos segundos y continuó— La clase ha terminado, pueden irse.

Alejandra, atónita, se quedó parada unos segundos y luego fue por sus cosas para retirarse. Ximena se le acercó y le dijo desafiante.

- Esto no acaba aquí, querida. No creas que te puedes llevar a Carlos y luego mi solo, sin tener consecuencias.

Alejandra no respondió nada, simplemente no entendía porque decía que le había quitado a Carlos, él solo era su amigo.

- No le hagas caso— Dijo Carlos de modo amistoso— Solo busca intimidarte.

Alejandra asintió, y llamó a su madre para que la llevara a su hogar. Ahora sí mente tenía una cosa más por la cual preocuparse. Era algo cuestionablemente positivo, pero creía que no se lo merecía, e incluso le parecía injusto.

Carlos también estaba sorprendido, pero no por quien bailaría esa polka, si no por la actitud de Alejandra. Cada vez estaba más sorprendido por ella. Cualquier persona, hubiera aceptado sin titubear, pero ella renegaba. Además, su perseverancia y manera de hacer los pasos con mayor facilidad cada vez, era impresionante. Él quería conocerla mejor, quería descubrir todos los sevretos que esa chica guardaba.

El Nacimiento De La PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora