Había pasado una semana desde la última vez que habló con su madre, esa era la semana donde le daban los resultados de sus exámenes parciales. Había estudiado como lo hacía habitualmente, pero era imposible concentrarse.
Tenía su primera clase: física. El maestro saludó y le pidió a Alejandra y Tamara que repartieran los exámenes. Alejandra puso su examen bocabajo sobre su paleta, y continuó repartiendo. Al terminar, se sentó y volteó su prueba para ver su calificación. No podía creer lo que sus ojos veían en ese momento, había obtenido un 5 en su prueba, lo cual significaba que había reprobado. No podía aceptarlo.
Sacó la carpeta de su mochila, y guardó su examen junto a otros documentos y hojas que llevaba a diario, y no comentó nada al respecto. La siguiente clase era matemáticas, y la misma historia la atormentó.
Después, en el receso, no comentó nada con Tamara, y ella no preguntó porque siempre tenía una calificación excelente, preguntar era como una pequeña formalidad que había tirado a la basura desde hace mucho tiempo.
Alejandra se sentía decaída, triste e incluso algo enojada, pero decidió fingir para que Tamara no le preguntará y no tuviera que describir su terrible historia, historia que ni si quiera ella conocía.
El receso terminó, y sus clases continuaron, sucediendo lo mismo que en clases anteriores. Sin embargo, Alejandra intentaba actuar como si no sucediera nada y seguir. La tutora del grupo llegó y pregunto al maestro por Alejandra, ella salió con su tutora, con una actitud propia de ella.
- Alejandra, ¿Estás bien?— Preguntó su maestra con preocupación.
- Sí, maestra, estoy bien.
- No parece.
- ¿Por qué?— Preguntó Alejandra confundida.
- Estuve calificando los exámenes y tuviste la peor calificación del grupo.
- ¿De verdad?— Preguntó sorprendida.
- Sí.La maestra le extendió a Alejandra una hoja de papel, que era su examen. Alejandra lo tomó y al ver su calificación, estaba atónita. Su maestra, de nuevo tomó la palabra.
- Te vuelvo a preguntar, ¿Estás bien?
- Ahora mismo, no tanto.
- ¿Qué sucede, Alejandra?— Reiteró preocupada— Esta no eres tú.
- La verdad, no me gustaría hablar de eso.
- Cualquier cosa que sea "eso", debes arreglarlo. ¡Te está afectando mucho!
- Lo sé, y créame que quisiera arreglarlo. Pero no está en mis manos.
- Alejandra, por favor dime qué sucede.
- Maestra, usted sabe que la aprecio mucho, y que lo haría si pudiera, pero créame que ni siquiera yo sé lo que está pasando.
- Entiendo. Pero por favor dime si necesitas ayuda— Alejandra asintió— Entonces entra, nos vemos mañana en clase.Alejandra entró al salón y continuó con su clase. Afortunadamente, esa era su última clase, entonces no tenía que preocuparse. Ese había sido un día horrible que no quería recordar.
Salió de la escuela y se dirigió a su casa. Una vez allí, fue al jardín y se tumbó en el pasto. Desesperada y frustrada, comenzó a llorar. Lloraba como nunca antes lo había hecho, lágrima tras lágrima fluía de sus ojos. Hace no mucho, su deseo habría sido dejar de llorar, pero en ese preciso momento, lo que quería era tranquilidad. Quería no tener que preocuparse por adaptarse a un cambio tras otro. Quería saber que su vida sería igual en al día siguiente, pero no podía hacerlo; quería sentir la belleza de la zona de confort, quería saber que nada cambiaría por un tiempo. Por primera vez en su vida, no tenía ninguna ambición que no fuera la tranquilidad.
Un vago recuerdo recuerdo llegó a su mente, era el recuerdo de hace unos pocos meses, cuando pidió que algo cambiará en su aburrida y monótona vida. Tras el recuerdo, se sintió frustrada e incensata por tener tan tonta idea. Hace unos meses pedía desesperadamente un cambio, y ahora, solo pedía que su vida regresara a ser lo monótona que una vez fue.
Casi en automático, tomó su celular y llamó a Carlos. Aún con lágrimas en los ojos, y un claro tono de dolor, le pidió que se reunieran en aquel parque donde acostumbraban practicar. Él aceptó, y Alejandra se levantó de inmediato, intentando secar sus lágrimas. Iba tan rápido, que si aumentaba la velocidad, correría.
Al llegar al lugar acordado, Carlos estaba ahí, sentado en una banca esperando a Alejandra. Ella corrió para encontrase con él, y caer sobre sus brazos para seguir llorando. Él la abrazó y sin preguntar nada, comenzó a reconfontarla. Después de unos minutos, ya no había lágrimas que expulsar, pero ella gemía por dolor. Continuó así unos minutos más, él la abrazaba y acariciaba su espalda para hacerle saber que estaba allí, mientras ella solo se sentaba a llorar. Cuando no hubo ni más gemidos ni lágrimas, Alejandra simplemente se recargó sobre Carlos para ver el hermoso paisaje que el parque les ofrecía. Había pasado casi media hora desde que ambos llegaron, hasta que Alejandra pronunció palabra.
- Ya no puedo seguir.
- ¿Qué quieres decir?— Preguntó él confundido.
- Cada día pierdo una parte de mi, y cada día me siento más vacía— Carlos la miró angustiado, y ella continuó— Hace unos meses, sabía perfectamente que sería de mi y de mi vida, sabía quién era y lo que hacía, pero ahora... ahora apenas puedo verme al espejo sin sentir lástima de lo que soy. ¡Mírame! Soy una escoria humana que no sabe por qué sigue con vida. Me he perdido; me perdí y ya no sé el camino. Y la verdad, a veces ni siquiera sé si quiero seguir caminando— Carlos la miró acongojado y empático, y así, luego un breve silencio, dijo:
- Te entiendo.
- ¿Cómo podrías? Tus padres no se divorcian, no sabes que tú familia es una farsa y que lo único para lo que eras bueno se ha ido.
- Sé lo que es perderse, es horrible. Esa sensación de pensar que caminas en círculos, o pensar que cavas un hoyo abajo de ti. Sé que es horrible, pero también sé que se puede salir de ahí.
- Sé que es posible salir, pero lo que no sé, es si quiero hacerlo— Tomó aire y continuó— ¿Sabes? A veces me preguntó para qué salir. Intenté e intento hacerlo, pero siento que hay alguien abajo de mi hundiéndome. Y si no es alguien, siento que tengo en mis hombros una pesada carga que no me ayuda a subir.
- ¿Quién es esa carga?
- No lo sé— Dijo cabizbaja.
- Sí lo sabes.
- No, yo no lo sé— Aseguró con un claro tartamudeo.
- Lo sabes, solo admítelo.
- Son ellos— Dijo en voz baja.
- ¿Quiénes?
- Son ellos, todos lo que esperan que salga sea perfecta, ¿Pero sabes? ¡No soy perfecta! Pensé que lo era, pero está soy yo, siendo débil y tonta e inútil. ¡Está soy yo decepcionado a todo aquel que cree en mí! No soy perfecta y jamás lo seré, y eso duele porque pensé que lo era, me convencí de serlo, porque esa la única manera de verme al espejo cada mañana y saber que existo. Una vez me dije que si algo no era perfecto no debería existir, y yo no soy perfecta... ¡Yo no debería estar aquí!
- ¿¡Y a quién le importa si eres perfecta o no!?— Dijo algo molesto— ¡Eres tú! El mundo te tiene y eso es un privilegio.
- No todos piensan así...
- Deberían.
- Cuando era la chica perfecta, todos me amaban. Me hacían caso, me apreciaban y me tomaban en cuenta, pero ahora que soy un desastre, soy invisible. ¡Nadie piensa que es un privilegio tenerme!
- Yo pienso que es un privilegio tenerte— Alejandra lo miró y luego de unos tartamudeos, él siguió— A mi no me importa si eres perfecta o no, me importa tenerte a mi lado, porque siendo imperfecta, eres la persona más maravillosa que jamás he conocido.
Alejandra lo miró tímidamente, el tomó su barbilla para levantar su cabeza, ambos quedaron frente el uno del otro, con sus rostros a apenas unos centímetros de distancia. Él susurró:
- No me importa lo que todos piensen de ti, y a ti tampoco debería importarte. Pero ya que piensas en eso, eres una persona fantástica, e increíblemente talentosa y fuerte. Cualquiera que te tenga en su vida, debería sentirse honrado por tener a tan gran ser humano, y si no lo hace, no vale la pena que esté contigo.
Carlos la veía con asombro, como si frente a él, tuviera a una Diosa. Alejandra permanecía callada, y la nada, él se acercaba más y más hacia el rostro de Alejandra.
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El Nacimiento De La Pasión
RomanceAlejandra es una joven de 14 años sobresaliente en la escuela, ella era la chica perfecta, pero todo se vino abajo el día que los secretos que la rodeaban se descubren. A la par, su carrera en el mundo del folklor comenzaba, pero, ¿será esto sufici...