Capítulo 21

1 0 0
                                    


Y

a habían pasado casi tres horas desde la discusión que tuvo con su madre, tres horas que había pasado tumbada en su cama mirando al techo. Su cuerpo permanecía inmóvil, pero su mente era un tumulto de pensamientos. Las frases de su madre se repetían continuamente en su mente, haciendo así, una gran tormenta de frustrantes ideas. Perseguía una claridad que era cada vez más lejana, más difícil de alcanzar, y con el paso del tiempo, parecía algo imposible de lograr.

El "necesitas seguir", de su madre, quedaba completamente destruido por el "nos vamos a divorciar", de Maximiliano. Eran tantas las contradicciones que encontraba, que le resultaba imposible creer en una palabra que ellos hubieran pronunciado antes. Buscaba razones para seguir, pero no tenía ninguna, porque aquello se llamaba familia, se había desmoronado frente a ella; aquella chica inteligente se había desvanecido cual espectro; aquella estabilidad se había esfumado cual humo en día ventoso; y aquel chico tierno, caballeroso y comprensivo, se quitó la máscara en el primer momento que tuvo oportunidad. Nada de lo que veía era verdad, nada de lo que vivió fue real, y aquella felicidad, jamás existió.

No era nada, y no le importaba realmente a nadie, porque todos en los que una vez confió, la destruyeron y la dejaron hecha pedazos ante una falsa frase de amor. Todo lo que le quedaba para "continuar" era frustración, impotencia, tristeza y un horrible sentimiento de traición y rencor. Con estos sentimientos a flor de piel, buscó una carpeta donde guardaba todos sus reconocimientos y muchas fotos con su "familia". Sacó cuidadosamente los diplomas, uno a uno. Al terminar, los puso en su escritorio y los miró con detenimiento, ya que todos eran trozos de papel con letras impresas, dados a una persona vacía, inocente y tonta que no pensaba que todo lo que necesitaba era ser reconocida y admirada.

- Si lo hubiera sabido antes...

Dijo mirando todas las hojas, que con grandes letras otorgaban un título, que sabía ahora no la hacía especial en lo absoluto, porque esas solo eran letras, y había muchos así, dados a muchas otras personas. Antes, ver todos esos reconocimientos era un reflejo de lo exitosa y maravillosa que era, pero ahora no eran nada, porque eso lo había recibido una chica que solo era un cascarón de falsas ilusiones y sueños; una chica que se decía ser especial; una chica que decía vivir, pero que solo se mantenía viva, sin saber lo que hacía realmente; una chica que se dejó llevar por lo que le decían debía ser; una chica que cegada por las convicciones sociales, hizo hasta lo imposible por ser perfecta, siendo, al final, lo que siempre evitó.

Con estos pensamientos en mente, tiró todo de su escritorio desesperadamente, mientras las lágrimas inundaban su rostro. Las lágrimas mojaban los reconocimientos, y ella, al verlos con tanto rencor, comenzó a romperlos desesperadamente, con tanta fuerza que estaba demás decir que no quería verlos más. Eran el recuerdo de todo que ahora aborrecía.

Metió los trozos en una bolsa, se dirigía a quemarlos. Pero antes de salir de su habitación, vio las fotos de su familia, las tomó y bajó las escaleras dispuesta a quemarlo todo, y dejar el pasado en el pasado. Mientras lo hacía, un sentimiento de impotencia enorme la invadía, ¿Era esa la chica que lo sabía todo?, ¿Era ella quién tenía el control de todo? Hace un par de meses, jamás dudaría de lo que era, de lo que era capaz de hacer o de lo que había logrado. Y sin embargo, ahora era un extraño espejismo que anhelaba ser lo que fue, sin saber realmente lo que era.

En su mente repasaba el día en que todo detonó; el día en que su padre no estaba, el día que su madre parecía molesta; el día que su burbuja de felicidad se rompió. Maldecía ese día como si su vida dependiera de ello, lamentaba todo ese día, y quería eliminarlo del tiempo, de su historia, y de su memoria. Pero ella bien sabía que ese no era problema, y que todos sus problemas no venían de un día, si no de toda su existencia.

Sin embargo, el quemar lo más importante de su pasado, la hacía sentir libre. Era como soltarse de las cadenas que la esclavizaron por años, Fue como si hubiera soltado un pesado lastre que arrastraba por años. Quemar todo era la muestra de su liberación, y el primer paso para dejar lo que fue y decidir lo que sería en su vida, y lo que haría a partir de ese momento.

Pese al sentimiento de liberación, sentía también mucho dolor, porque dejar atrás todo eso, significaba que ahora no tenía un pasado, y que desde ese momento, su historia se escribía desde cero. Y si bien era una idea intimidante, sabía que sería una historia escrita a su puño y letra.

Veía quemar todo lo que alguna representó algo, con lágrimas en los ojos, con miedo, con impotencia, pero sobre todo, con la vista en su siguiente objetivo: escribir su propia historia, su propio destino.

Mientras observaba el resplandor de las llamas, y determinada a resurgir de las cenizas cual ave fénix, escuchó el timbre de la puerta. Secando sus lágrimas, salió para ver a su inesperado visitante, pero era incapaz de creer lo que veía frente a ella. ¿Era un espejismo, o acaso era el deseo que su interior guardaba?

Con lentitud y algo incrédula, se acercaba a la puerta, hasta que su visitante le dedicó una cálida sonrisa y saludó con una emoción tal, que podía notarse un claro sentimiento de felicidad.

El Nacimiento De La PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora